Olatzagutia, el pueblo de las canteras
Una cantera devora 6.600 hayas en Urbasa
Un total de 6.631 hayas jóvenes han sido taladas en la ladera norte de Urbasa para ampliar la cantera de Egibel, cerca de Olatzagutia. Muchos vecinos de la localidad ya están hartos de soportar las explosiones, ruidos, polvo y paso de camiones causados por ésta y otra cantera situada al otro lado del pueblo, así como la contaminación de Cementos Portland.
Iñaki VIGOR
La primera sensación al contemplar de cerca la ampliación de la cantera de Egibel es que se ha producido un gigantesco derrumbe de la montaña, dejando al descubierto una zona totalmente desarbolada. Pero la realidad es que se trata de una tala masiva de hayas realizada a escasos 500 metros de Olatzagutia para poder seguir extrayendo unas margas de excelente calidad. Estas rocas sedimentarias formadas por la acumulación de restos orgánicos son parte de la materia prima para elaborar cemento en la cercana fábrica de Cementos Portland.
Su orientación y altitud, así como el sustrato de tierra y la elevada pluviosidad de la zona, hacen que esta ladera sea un lugar privilegiado para el crecimiento del arbolado. «Éste es el mejor vivero de hayas de toda Sakana», asegura un experto forestal de la zona. Pero en lugar de bosque, ahora aparece una inmensa cicatriz provocada por las talas realizadas a matarrasa, con el agravante de que parte del hayedo arrasado se encuentra dentro del LIC (Lugar de Interés Comunitario) de Urbasa.
El pasado mes de octubre, la asociación Lurra solicitó al Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Nafarroa información sobre las afecciones de las talas a este LIC, tras constatar que la empresa había eliminado «todo tipo de señal delimitadora del espacio en el que está facultada legalmente para llevar adelante la explotación de la cantera». Han transcurrido más de tres meses y la solicitud formal de Lurra sigue sin ser atendida.
Las 6.631 hayas taladas tienen en torno a 30-40 años de vida, y de ellas se han obtenido 795 toneladas de leña. La ampliación de la cantera de Egibel también ha obligado a talar 120 pinos en este mismo terreno comunal, que fue arrendado en 1990 por el Ayuntamiento de Olatzagutia mediante un contrato firmado con Cementos Portland para un periodo de 30 años.
La superficie arrendada para explotar la cantera de Egibel ocupa una superficie de 782.146 metros cuadrados. Su distancia al núcleo de población más cercano, el barrio de San Sebastián, es de sólo 354 metros. Pero sus afecciones afectan a todo el pueblo de Olatzagutia, ya que la distancia a puntos céntricos, como la ikastola o el centro de jubilados, apenas supera los 700 metros.
«Algunos vecinos abren las ventanas»
Las explosiones para obtener el material destinado a la cementera (9.000 toneladas diarias) suelen realizarse una vez por semana y ponen en alerta a buena parte del vecindario. «El pueblo está asentado en la misma falla de la cantera. Por eso, cuando realizan los tiros para arrancar la marga, primero se notan las vibraciones en el suelo y luego se escucha el ruido de la explosión. En el momento en que tocan la sirena para advertir de que van a realizar voladuras, algunos vecinos abren las ventanas para evitar que se rompan los cristales», informa Iñaki Marañon (ANV), concejal de Medio Ambiente de Olatzagutia.
En lo que se refiere a la ampliación de la cantera de Egibel, el propio Ayuntamiento ha decidido presentar una serie de sugerencias para que sean tenidas en cuenta por la empresa. En concreto, pide que actualice y complete la documentación aportada hasta ahora, y que la evaluación de impacto ambiental se realice de forma conjunta para la cantera y para la fábrica de Cementos Portland. Además, constata que la empresa está incumpliendo el régimen de emplazamiento y distancias para realizar una actividad considerada molesta, insalubre, nociva y/o peligrosa.
Casas agrietadas
Un paseo por el pueblo permite observar que prácticamente todas las casas de Olatzagutia presentan grietas, de mayor o menor grosor, causadas por estas vibraciones. A veces, la fuerza de las explosiones ha ocasionado desperfectos de cierta envergadura, como resquebrajamientos en fachadas y en interiores de viviendas, o incluso rotura de tabiques, lo que en ocasiones ha obligado a Cementos Portland a correr con los gastos de los daños tras la correspondiente denuncia de las personas afectadas.
Pero las afecciones no acaban ahí. El polvo provocado por las explosiones y el volteo de los materiales, el constante tráfico de camiones por el pueblo y el ruido que produce una cinta transportadora de 1.500 metros de longitud, que además ha condicionado el desarrollo de Olatzagutia, han terminado por acabar con la paciencia de muchos vecinos. «El polvo que generan las canteras es inaguantable. Hay épocas del año, sobre todo en verano, en que levantan grandes nubes de polvo», constata un vecino. Otros también se muestran indignados por la destrucción de manantiales y de caminos públicos, así como por la contaminación acústica de los rodillos y el gran impacto visual que causan las canteras.
Y es que al otro lado del pueblo, en otro terreno comunal arrendado por el Ayuntamiento y situado cerca de la autovía que atraviesa Sakana, sigue activa otra gran cantera: la de Aldoiar. Sus afecciones son similares a las de Egibel, ya que la distancia al núcleo de población más cercano es de sólo 580 metros, y de 800 metros al centro del pueblo. En cada una de ellas trabajan una decena de empleados.
En la cantera de Aldoiar se extrae la roca caliza que, junto a las margas extraídas de Egibel, sirven para fabricar cada día 4.000 toneladas diarias de cemento, lo que aporta a los propietarios de Cementos Portland unos beneficios anuales que rondan los 36 millones de euros.
La proximidad de Aldoiar a las viviendas provoca también numerosas molestias a los vecinos. Además de las tremendas explosiones que se repiten semana tras semana, los ruidos, el paso de camiones, las vibraciones y el fuerte impacto visual de este enorme tajo abierto en la montaña, esta cantera genera grandes cantidades de polvo cuando los materiales se voltean desde las bancadas superiores o cuando se encuentran en funcionamiento las trituradoras del material arrancado mediante voladuras.
El yacimiento de Koskobilo
En ocasiones, estas voladuras han causado desprendimientos de piedras fuera de la cantera. Pero sin duda una de las mayores afecciones que ha tenido esta explotación a cielo abierto fue la destrucción de la cueva de Andramariazpia, más conocida en el pueblo como Andramango Leze. En esta gruta prehistórica se encontraron restos cerámicos de la Edad del Bronce, pero quedó totalmente destruida por los barrenos.
Éstos no han sido los únicos vestigios prehistóricos destruidos por una cantera en el término municipal de Olatzagutia. El yacimiento de Koskobilo también quedó arrasado hace años por las voladuras llevadas a cabo en la cantera del mismo nombre, situada en los parajes de Erdiokaitz y Arzabal. En la actualidad ya no se explota esta cantera de 300.000 metros cuadrados situada bajo el monte Basabea, de donde se extraían calizas para la cementera de Portland.
Joxe Miel Barandiaran llegó a tiempo de recuperar algunas piezas de este importante yacimiento prehistórico, que todavía pueden contemplarse en el Museo de Nafarroa. Pero el lugar donde en 1940 fueron descubiertos restos humanos fosilizados y herramientas utilizadas por los primeros pobladores de Sakana, desapareció para siempre. Según consta en la documentación municipal, el yacimiento destruido representaba «la secuencia más completa y, de momento, única» del Paleolítico Superior inicial de todo el herrialde.
Olatzagutia es sin duda una de las localidades vascas que más canteras ha albergado en su término municipal. Además de las que se explotan actualmente en Egibel y Aldoiar, y la que destruyó el yacimiento de Koskobilo, hasta hace poco tiempo también se registraban extracciones en los términos de Birigarra Haitz (más conocida como Biokoitz), Birigarrako Zabal (Biokozabal) y Orobe. La primera se encuentra al norte del pueblo, aproximadamente a un kilómetro de Olatzagutia y de Altsasu, y de ella se extraía caliza. Cerca de esta última se hallaba la cantera de Birigarrako Zabal, de la que se obtenía piedra arenisca que producía arena roja. La de Orobe está en la muga con Altsasu y Gipuzkoa, y de ella se extraía piedra para los ferrocarriles de Renfe. Estas tres últimas canteras están agotadas, pero muchos de sus restos quedaron abandonados. Poco a poco se van cerrando las cicatrices abiertas en la montaña, pero todavía permanecen allí restos de edificaciones y desechos que, en algunos casos, son altamente contaminantes. Así, en Koskobilo siguen abandonadas varias toneladas de ladrillos refractarios utilizados en los hornos que, entre otras cosas, contienen metales pesados considerados altamente contaminantes.
A las severas afecciones de las canteras de Egibel y Aldoiar hay que añadir la propia planta de Cementos Portland, situada a medio kilómetro de Olatzagutia. En la actualidad trabajan en esta cementera unos 150 empleados y, aunque es un importante medio de subsistencia para muchas familias, también es un foco de contaminación de primera magnitud. El color de los humos que echan sus chimeneas sirve para hacerse una idea de las emisiones que, casi a diario, impregnan la atmósfera. «Las emisiones de esta planta hacen que muchos días el aire que respiramos huela a azufre y resulte irrespirable», constata el concejal de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Olatzagutia, Iñaki Marañon.
En función de la dirección del viento, estas emisiones «venenosas», como las denominan algunos vecinos, afectan también a la cercana localidad de Altsasu o incluso a otros pueblos de Sakana, ya que se trata de un valle alargado encajonado entre montañas que rondan los mil metros de altitud.
Diversos estudios epidemiológicos han revelado que los índices de cáncer de pulmón en la zona de Olatzagutia son los más frecuentes, a diferencia de otras zonas de Nafarroa. Hace un par de años, el Ayuntamiento decidió instalar en medio del pueblo un panel para informar a los vecinos sobre la calidad del aire que respiran. Este panel recoge las mediciones sobre la calidad del aire en la zona y refleja los niveles de ozono, CO2, NOX, SO2 (dióxido de azufre) y otros gases contaminantes generados en el proceso de fabricación del cemento.
«Sin embargo, en ese panel no aparece la presencia de metales pesados en el aire, las dioxinas y los furanos. Sin saber estos parámetros, no se puede conocer la calidad del aire. Creemos que este panel es una tapadera para tranquilizar a los vecinos sobre el aire que respiramos», afirma Javier Landa, miembro de la plataforma Sakana Bizirik.
Los datos reflejados en este panel municipal son recogidos de la estación automática de control de calidad del aire ubicada en Altsasu, propiedad del Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Nafarroa.
En los últimos meses la gran preocupación de la plataforma Sakana Bizirik y de los vecinos en general es que el Gobierno de Nafarroa permita también la incineración de residuos orgánicos en los hornos de Cementos Portland, lo que agravaría aún más la contaminación que sufren los habitantes de Olatzagutia. El pasado año, Sakana Bizirik ya presentó en el Registro del Gobierno 3.200 firmas de habitantes del valle que rechazan tajantemente esta incineración, de las que 750 correspondían a vecinos de Olatzagutia.
La preocupación de esta plataforma todavía fue mayor tras conocer un amplio informe del Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud (Istas) sobre posibles afecciones y riesgos ambientales derivados de las emisiones procedentes de los hornos cementeros. «A pesar de estar presentes en pequeñas cantidades -advierte este informe-, los metales y los compuestos metálicos son unos tóxicos muy peligrosos para la salud humana, llegando algunos de ellos a ser considerados como agentes cancerígenos, e incluso algunos como el plomo se presume que actúan como disruptor endocrino». Las finas partículas que expulsan las chimeneas también pueden causar irritaciones oculares y de las vías respiratorias.