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Iñaki Lekuona Periodista

Sobre los efectos mariposa

Dice un proverbio oriental que a veces el aleteo de una mariposa puede acabar sintiéndose al otro lado del mundo como un fuerte viento. No dice que un proverbio occidental nunca escrito afirma que muchas más veces los fuertes vientos de este lado del mundo acaban sintiéndose en el otro extremo como un leve aleteo de una mariposa devastadora.

Alexandre Capez, cuenta «Le Monde», ejerce desde hace diez años el oficio de trader en la city londinense. Diez años, tiene 34, vendiendo y comprando acciones, analizando índices, opciones, swaps, strikes y muchos otros términos que ignoro pero que pueden aportar beneficios estratosféricos. Eso sí, hay que trabajar duro, cuenta el periódico vespertino. Porque Alexandre Capez comienza su jornada laboral a las seis y media de la mañana y la termina, con suerte, no antes de las nueve de la noche. Duerme unas cuatro horas diarias porque la bolsa no es sólo Londres: todas las noches hay que echarle un ojo a los Estados Unidos y por la mañana a Asia. Diez años que Alexandre Capez no come, añade el diario galo, diez años en los que «su adrenalina fluctúa con la bolsa».

A miles de kilómetros un teletipo vomita otra historia, la de Slamet, 49 años, vendedor ambulante de pasta de soja que acaba de colgarse del techo de su casa de Pandeglang, en algún lugar de la isla indonesa de Java. La víspera llegó a casa después de una larga jornada de trabajo con un triste beneficio de 8.000 rupias, apenas 60 céntimos de euro. Unos días antes Slamet participaba en una manifestación para protestar por los bajos precios de la soja local, fuertemente depreciada por la importada desde Estados Unidos. Su viuda declaró que estaba «cansado de su vida difícil», porque a pesar de todos sus esfuerzos su suerte, como la de todos los de su casta, no cambiaba.

La adrenalina de Slamet ya no fluctúa con los precios de la soja. Ya no pasará dificultades para comer ni para dormir. Quizá sea un pobre trader londinense que no tiene tiempo para comer ni dormir quien lanzó los vientos que han acabado sintiéndose en el otro extremo del planeta como un leve aleteo de una mariposa devastadora. Quizá nos lo cuente algún día «Le Monde».

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