GARA > Idatzia > Kolaborazioak

Jose Luis Herrero y Antton Azkargorta Profesores despedidos de la UPV

Claustro de excepción

Fue un espectáculo bochornoso. Todo un escándalo que en otras universidades hubiese dado lugar a críticas airadas sobre los responsables políticos y universitarios con peticiones de investigación y dimisiones

Miércoles día 30 de enero. Los profesores despedidos, junto con los habituales apoyos solidarios, nos encontrábamos como todos los días en nuestro parapeto habitual, situado en la puerta principal de acceso al campus de la UPV en Leioa, acompañados de nuestra conocida pancarta. Desde primeras horas de la mañana observamos un movimiento de furgonetas de la policía autónoma y nos sorprendimos al ver a un ertzaina, provisto de un fusil ametralladora, estratégicamente colocado en el puente que conecta con el polideportivo universitario. Poco después nos enteramos que este despliegue se debía a la celebración del Claustro pospuesto el año anterior. En el orden del día y como asunto central se encontraba la aprobación de las drásticas normas sancionadoras denunciadas por los estudiantes y que, según ellos, instauran un verdadero estado de excepción en la universidad. Se trata de aplicar una versión de la ley de partidos en su interior con el fin de acallar fundamentalmente la contestación estudiantil, sobre todo la surgida a raíz del comienzo de la puesta en práctica de las denominadas directrices de Bolonia.

Lo que posteriormente ocurrió en el Aula Magna y sus aledaños estuvo bien visualizado por las cámaras de ETB y las imágenes gráficas de los periódicos. Guardias jurados y personal de paisano -posiblemente policías- abalanzándose sobre unos estudiantes que pretendían leer algo. Un pequeño grupo de ellos soportando, encogidos, la lluvia de palos que les llegaba de todas partes. Un estudiante arrastrado por el suelo sin contemplaciones. Otro recibiendo sin defenderse un porrazo de un guardia jurado. Un vigilante lanzando una patada que parece llegar limpiamente a su destino. Un importante numero de policías autonómicos corriendo por el exterior persiguiendo con material antidisturbios probablemente a los estudiantes concentrados... Un espectáculo bochornoso protagonizado por diversos cuerpos de seguridad con el permiso de las autoridades académicas. Todo un escándalo que en otras universidades del Estado hubiese dado lugar a críticas airadas sobre los responsables políticos y universitarios con peticiones de investigación y dimisiones. Pero que en Euskal Herria se contempla, por parte de algunos, como una intervención ordinaria, una más de las infinitas realizadas por esos cuerpos en la universidad, espacio permanentemente desaforado. Un nuevo ejemplo de que todo vale en nuestro país para acallar a la disidencia (y más en época preelectoral).

Al día siguiente leímos las explicaciones de rigor. Pero sólo al día siguiente pues con posterioridad lo acontecido se ha cubierto con una significativa capa de silencio. Quizá por comprobar lo desproporcionado y violento de la actuación policial. Los del grupo Vocento acusaron a los estudiantes de intentar «reventar» el acto. Pero los que estuvieron allí presentes lo único que vieron es el reventamiento real de la protesta y de los protestatarios bajo una lluvia de «estacazos» de todo tipo. El rector adujo que en la universidad se permitía la libertad de expresión pero dentro de las normas marcadas, normas por cierto bastante estrechas. Es decir, la libertad se permite siempre que se exprese dentro de los estrechos límites formales establecidos por el poder. Fuera de ellos sólo caben golpes y sanciones.

En esta época de abrumador dominio del lenguaje neoliberal una de las palabras mas utilizadas tanto en la universidad como en el mundo social y empresarial es la de innovación. Pero si este término lo utilizamos también para medir aspectos como el respeto a los diferentes colectivos universitarios; el reconocimiento de los derechos de todos sus miembros; la práctica de una democracia participativa; el uso continuo del dialogo y la negociación para resolver los conflictos; la transparencia en las actuaciones; la humildad en el planteamiento de los problemas; la autocrítica por las decisiones equivocadas y otros principios de tipo cualitativo, la valoración de la UPV sería muy baja. Tanto que una hipotética Agencia de Evaluación y Homologación ética y cualitativa le otorgaría un soberano suspenso.

En la breve historia de la UPV sólo hemos conocido a un rector verdaderamente humanista y digno de llamarse universitario, Ramón Martín Mateo. El resto han sido dirigentes caracterizados por implantar una política prepotente e impositiva utilizando para conseguir sus fines -exceptuando breves periodos- una amplia gama de recursos represivos, entre ellos la utilización recurrente de las diversas policías. Las autoridades académicas podrán alabar todo lo que quieran las excelencias de esta universidad, mezclando para ello unas dosis apropiadas de cientifismo utilitarista, alusión continua al dinero y abundante marketing. Pero es difícil que con comportamientos como el relatado logren que este espacio académico se pueda considerar una verdadera Universidad.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo