CRÓNICA | LA TORTURA, EN EL BANQUILLO
La Ertzaintza disuelve a golpes una protesta contra la tortura
Los ocho guardias civiles que ayer comparecieron en calidad de imputados en el Juzgado de Donostia no se salieron del guión que marcó Rubalcaba tras la hospitalización de Igor Portu en la UCI. Estaba previsto, pero, para más inri, los militares afirmaron que la detención se practicó sobre las 11.00, ajustándose de esta forma al testimonio que dieron Portu y Sarasola ante el juez.
Gari MUJIKA
Mientras que en el interior del Juzgado de Instrucción número 1 de Donostia comparecían los ocho guardias civiles que, según el Ministerio español de Interior, fueron los responsables del arresto, posterior traslado y custodia de Igor Portu el pasado 6 de enero, en el exterior, al mediodía, la Ertzaintza realizó un cameo en esa puesta de escena que incluyó una brutal carga policial -analizando lo ocurrido, cabe suponer que estaba prevista de antemano- contra las decenas de personas concentradas contra la tortura. La Policía autonómica no tuvo reparo en arremeter sin ninguna razón contra los presentes, como tampoco lo tuvo a la hora de golpear a ciudadanos que superaban los 70 años de edad.
Ahora dicen que fue a las 11.00
La jornada comenzó con la llegada de los ocho guardias civiles en cuatro coches camuflados a las 8.30, una hora antes de lo previsto para su toma de declaración en calidad de imputados.
Los militares, además, no llegaron solos. En esta ocasión no les acompañaban los abogados habituales de este cuerpo en Euskal Herria, sino que fue un letrado de primera plana el que ejerció la defensa de los imputados en la investigación de torturas a Igor Portu. Un exponente más de la dimensión política de este litigio.
Aunque los ocho militares se acogieron a medidas especiales para no ser identificados, el titular del Juzgado número 1 volvió a rechazar que declarasen ocultos tras un biombo. Una providencia de excepción que sólo se aplica a los testigos protegidos, y no a personas encausadas.
Con la salvedad de que los militares ajustaron su declaración a la que tanto Portu como Sarasola dieron para fijar el momento del arresto -como adelantó GARA en la edición del viernes-, los ocho guardias civiles ratificaron la versión que dio Alfredo Pérez Rubalcaba en la tarde del ingreso de Igor Portu en la UCI del Hospital Donostia.
Los ocho aseguraron que las lesiones producidas al joven de Lesaka fueron consecuencia del uso de la fuerza que habrían empleado para reducir a Portu y Sarasola cuando, según su versión, ambos intentaran huir al comenzár a registrar la mochila que portaban. Además, en su declaración no existe ningún control de carretera, y afirman que vieron bajar a Sarasola y Portu del monte Udala, coincidiendo con lo que señalaron los lesakarras y el testigo ocular.
La comparecencia comenzó a las 9.30 y finalizó cerca de las 13.15, sin que el juez incoara nuevas diligencias o impusiera medida cautelar alguna a los ocho guardias civiles imputados. Los acusados rehusaron responder las preguntas que les realizó Amaia Izko, abogada de la familia, y Aiert Larrarte, letrado de TAT, que ejerce como acusación particular. Sí respondieron a las cuestiones planteadas por el juez, la Fiscalía y su propia defensa.
Demasiadas contradicciones
Aunque esta comparecencia suponga un espaldarazo al ministro español de Interior -cuya versión quedó en evidencia por contradecirse con lo afirmado por fuentes del propio Ministerio el día anterior y con lo declarado por Portu y Sarasola- siguen existiendo los mismos interrogantes sin aclarar.
Si las lesiones de extrema gravedad que enviaron de urgencia a Igor Portu al hospital fueron realizadas durante el arresto, ¿por qué no fue llevado ante el médico forense hasta al menos 17 horas después? ¿Por qué la Guardia Civil le retiró unas camisetas que estaban mojadas, que el lesakarra declaró que estaban empapados por las sesiones de tortura que padeció en un río? ¿Por qué choca frontalmente esta versión con lo declarado por un testigo presencial del arresto en el Juzgado de Bergara? ¿Por qué Igor Portu y Mattin Sarasola coinciden plenamente en sus declaraciones, y también con el testigo ocular, a pesar de que ambos se encontraban incomunicados? ¿Por qué la Guardia Civil colocó un retén en un cruce a 2 kilómetros de Arrasate, junto al río Aramaio, desde las 10.00 hasta, al menos, las 11.30? Cuestiones que difícilmente pueden ser respondidas con la declaración institucional de Pérez Rubalcaba ni con la que ayer hicieron los guardias civiles.
Ataque policial
La sorpresa de la jornada en el entorno del Juzgado de Donostia no llegó desde el banquillo de los acusados, sino desde el exterior y protagonizada por el cuerpo policial que dirige el consejero de Lakua Javier Balza.
El movimiento pro amnistía había convocado una concentración a las 12.00 bajo el lema «Torturatzaileak alde hemendik! Aski da!». Pasados cinco minutos del mediodía, se desplegó la pancarta, tras la que se arremolinaron alrededor de ciento cincuenta personas. De entrada, varios ertzainas se apostaron frente a la concentración. Todo parecía seguir el guión previsto. Una previsión que, como se pudo comprobar minutos después, no era la que manejaba la Ertzaintza.
Un representante del movimiento pro amnistía compareció ante los medios para denunciar que, pese a lo positivo que resulta, a su juicio, la imputación de los guardias civiles, es el periodo de incomunicación el que se debe abolir como un paso para la erradicación de la sistemática práctica de la tortura. Y responsabilizó al Estado español de emplear la tortura para obtener réditos políticos.
La crítica política se realizó sin problemas. Pero poco después el escenario cambió drásticamente. «Hemen torturatzen da!», comenzaron a corear. Acto seguido, dos ertzaina se dirigieron a los convocantes para advertirles de que si no retiraban los carteles se prohibiría el acto. Dos minutos después, otro agente se mezcló en la concentración para proceder a la identificación de un joven.
«PSOE torturatzailea!», fue el segundo grito que se escuchó. El mismo ertzaina acudió hasta otro joven para, también, identificarlo. Así, hasta tres veces. «PNV espainol» o «Zipaioak Españaren morroi», fue lo siguiente que se oyó; inmediatamente después, la Ertzaintza censuró los esloganes.
A las 12.30 el mando policial se acercó de nuevo a la pancarta. «Si no os vais en cinco minutos, vamos a proceder a cargar», espetó. Doblaron la pancarta y cuando comenzaron a cantar el «Eusko gudariak», sin ningún otro motivo, el policía al mando grita «¡Vamos, dále!», y comienza la carga, que se saldó con al menos cinco heridos. La Ertzaintza cargó a bocajarro contra personas mayores que estaban a sólo dos metros de distancia.
Dos niños que presenciaron la actuación policial se acercaron, después, a dos ertzainas. Les preguntaron por la razón de la carga. Los agentes se miraron uno al otro, sin responder.
Tres representantes de la asociación Dignidad y Justicia permanecieron en una esquina del Juzgado de Donostia. Después de la carga se colocaron en el centro de la plaza sonriendo por la carga que acababa de realizar la Policía autonómica.
Al menos cinco personas resultaron heridas por la carga policial. Una tuvo que acudir al hospital por el pelotazo que recibió en el costado y otras dos fueron atendidas en el ambulatorio de Egia. Al lugar acudió una ambulancia medicalizada.
A pesar de la insistencia de la defensa de los ocho guardias civiles, el juez no permitió que declarasen protegidos detrás de un biombo. No obstante, se les aplicó algunas medidas excepcionales, como permanecer en una sala especial.