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Sabino Cuadra Lasarte Abogado

Benedicto XVI versus Baltasar Garzón

Fue Teresa, la de Avila, quien dijo aquello de «vivo sin vivir en mí». Pues bien, algo de eso es lo que me está pasando con los sobresaltos a los que me están sometiendo últimamente papas y magistrados. El anterior santo padre, Juan Pablo II, afirmó que el infierno no era un lugar material, sino una «situación de quien se aparta de Dios»; es decir, algo así como una relación espiritual con el divino hacedor. Relación chunga, eso sí, pero espiritual. Sin embargo, hace tan solo unos días, Benedicto XVI ha afirmado lo contrario, asegurando que el infierno existe y que no está vacío. Así que de relación espiritual nada de nada: en el infierno hay puertas de entrada, sala de calderas, demonios, tridentes... y el dolor es físico, ¡ojo!, no espiritual. Por eso, a mí me gustaba más lo de Juan Pablo II. Era más etéreo. Porque lo anterior, lo de la chicharrina de Pedro Botero con la que fuimos educados en la escuela, era una pasada. Que por cuatro malos pensamientos y un polvo desreglamentado te la jugases de esa manera era muy cruel.

Baltasar, sin embargo, parece no comulgar con las teorías de Benedicto. A él le va más lo de la relación espiritual. Hace días dictó un nuevo auto (eso, más que un auto, parece un bulldozer) por el que se suspenden las actividades de ANV-EAE y EHAK-PCTV. Según él, están instrumentalizados por Batasuna y eso «casi les hace poner el pie en el umbral de la organización terrorista». Es decir, tras haber agotado los «entornos» de la bicha («Egunkaria», Zumalabe, «Egin», Segi, Ekin, Udalbiltza...) ahora le toca el turno a los «umbrales».

Baltasar podía haber hecho lo de Benedicto y haber afirmado que eso de la pertenencia a banda armada debe ser también un hecho físico; es decir, que una banda armada es una banda armada: aquí unos bandidos, aquí unas armas, los junto y me sale un grupo terrorista, ¿o no? Pues no. Tal como se ha evidenciado en el juicio 18/98, incluso notorios pacifistas militantes pueden ser miembros de ETA. Y eso porque, como ya se sabe, no sólo se peca de palabra y obra, sino también de pensamiento, y si alguien tiene alguno en común con ETA (desobediencia civil, independencia, rechazar el TAV, etc.), pues ya es de la banda. ¡Misterios tiene la Santa Audiencia Nacional que nunca podremos llegar a comprender!

Baltasar y Benedicto caminan por sendas divergentes. Para el primero, en contra de todo lo que aprendimos en las clases de Derecho Penal, el delito y su sanción no es algo que deba basarse en figuras penales claramente acotadas, en pruebas indubitadas (in dubio pro reo) y en la presunción de inocencia, sino en todo lo contrario: cualquier persona independentista y de izquierdas es sospechosa y perseguible, los indicios se transforman en certezas y el delito es una nebulosa en la que puede caber todo.

De esta manera, mientras Benedicto ha evolucionado del espiritualismo de Wojtyla al materialismo puro y duro de la caldera y el tridente, Baltasar ha hecho lo contrario: abandona la concepción objetiva del delito y el delincuente y abraza esa otra, absolutamente subjetiva, asentada en la indefinición jurídica, en la que delinque más el pensamiento y la palabra que el hecho.

En cualquier caso, a pesar de lo anterior, Baltasar y Benedicto coinciden en lo principal: existe un infierno y éste es algo físico y real. Algo en el que se sufre con dolor de verdad, que no espiritual. A partir de la identificación del terrorista mediante etéreas elucubraciones, los autos y sentencias de Baltasar son materia pura. Porque las detenciones e incomunicaciones, los malos tratos y torturas, las suspensiones cautelares, los cierres de locales, las fianzas, la dispersión, las celdas de castigo... todo esto tiene muy poco de espiritual. Los tridentes y calderas de cuartelillos y comisarías son de verdad; las cárceles de dispersión y ensañamiento también; las «condenas-Parot» son eternas...

Hace tan solo tres semanas, UPN y PSN votaban en contra de que Amnistía Internacional compareciera en el Parlamento Foral para presentar su último informe. En él se afirmaba que «en España la tortura y los malos tratos de personas detenidas a manos de agentes encargados de hacer cumplir la ley son una práctica extendida y persistente». Era la primera vez que se vetaba la presencia de AI en ese foro. Sus razones tendrían UPN y PSN. Mientras tanto, la semana pasada, el juez que investiga la denuncia de torturas de Portu ha citado a declarar como imputados a ocho guardias civiles. ¿Serán también ascendidos como en otros casos ha ocurrido?

Lo que diga Benedicto sobre el infierno me importa un rábano. Lo que diga Baltasar sobre entornos y umbrales, no. Esto me preocupa bastante más porque, al igual que sucede con las condenas infernales, uno no sabe nunca con seguridad cuál es ese mal pensamiento, palabra o acto que te puede mandar a ese infierno al que últimamente están arrojando a tanta gente.

Varias decenas de personas han sido encarceladas días atrás. Patxi Urrutia, amigo y compañero, ha sido una de ellas. Dicen los autos que algunas eran «entornos» y otras «umbrales». Su pecado ha sido hacer reuniones, ruedas de prensa, convocar manifestaciones. La Iglesia lleva dos mil años intentando convencernos de las bondades del sexto mandamiento, pero no hay manera: la gente pasa cada vez más de sus sermones. Para Baltasar, luchar por la más plena libertad y justicia para nuestro pueblo también es pecado. Amenaza también con las penas de su infierno. Al igual que Benedicto, lo tiene claro.

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