Elecciones en estado de excepción
A la caza del «voto útil»
La consigna de abstención en lugar de votar con papeletas que serían anuladas ha sido acogida con naturalidad por la base de la izquierda abertzale. Ha sido en otras «familias» donde ha levantado ampollas.
Iñaki IRIONDO
Muchos son los que se presentan y pocos los escaños a repartir, así que las estrategias de los partidos que concurren a las elecciones se basan en tratar de arañar votos en el electorado de formaciones adyacentes, intentando seducirlo con el llamamiento al «voto útil». Puede decirse que siempre actúan así, pero este comportamiento se acentúa cuando el botín es más exiguo y alejado.
La oficialización de la campaña electoral en la que los partidos hace tiempo que estaban inmersos no ha traído mayores innovaciones en los mensajes centrales que ya venían lanzando con anterioridad. Ahora es simplemente el momento de adornarlos con detalles programáticos, globos y pulseras, y alguna dosis de espectacularidad que siempre acaba siendo proporcional al presupuesto que se maneja. Ya ni siquiera hay lugar para la imaginación que antaño desplegaban algunos «extraparlamentarios».
La habas están contadas y son exactamente 23 diputados y 16 senadores por el conjunto de Hego Euskal Herria, con agravante de que para el Senado, normalmente, sólo obtienen representación los tres candidatos del partido más votado y uno del segundo. Así que la estrategia de las distintas formaciones está consistiendo en presentar las elecciones como una batalla entre dos únicos contendientes, un «nosotros» -que se intenta plantear como lo más amplio posible- y un enemigo a batir.
El PSOE lo expresa con claridad en su lema «No es lo mismo» Zapatero que Rajoy, tratando de hacer ver al electorado de Euskal Herria que en estos comicios hay que olvidarse de cualquier otra cuestión que no sea la de decidir quién será el futuro inquilino de la Moncloa. Y planteada esa disyuntiva, Patxi López, por ejemplo, no duda en pedir el voto de los «nacionalistas sensatos» (todo nacionalista vasco se convierte en sensato en cuanto vota al PSOE). El PSOE tiene su enemigo, que es el PP («el pasado oscuro», dice López) e intenta aglutinar el voto contra él. También el PP presenta las elecciones como una batalla entre posibles presidentes, pero su enemigo -aquí en Euskal Herria- no es tanto el PSOE en sí mismo como el nacionalismo vasco, en el que engloba desde el PNV hasta ETA con escasos matices diferenciadores. Al partido de Zapatero lo demonizan porque, si gana, no tardará en dar al PNV lo que quiera, a cambio de no mudarse de La Moncloa, y volverá a negociar con ETA. Con este mensaje, el PP pretende recoger el «voto útil» de aquellos electores que se consideren más españoles que «socialistas».
El PNV, por su parte, intenta romper esa imagen de bipartidismo y basa su campaña en presentar a los dos grandes partidos españoles como un único tándem a batir. Joseba Egibar lo explicó con claridad al decir que «PSOE y PP no son lo mismo, pero hacen lo mismo». Y frente a ellos, los jeltzales intentan aparecer como el único voto vasco útil para tener valor de cambio en Madrid. Estrategia similar a la que adopta NaBai, aunque la coalición navarra lo haga con sus propias particularidades.
El jueves la izquierda abertzale anunció su apuesta por la abstención y ayer proliferaron los mensajes de varias candidaturas en contra de la Ley de Partidos. Eusko Alkartasuna se presentó como «la voz de la independencia y de la izquierda en Madrid», al tiempo que como «alternativa al centralismo español y a la derecha vasca». (Se supone que la derecha vasca es el PNV, ese partido con el que EA gobierna en Lakua y en tantas instituciones y con el que está coaligada dentro de NaBai. ¿Se puede ser alternativa a tus propios socios?) Su presidente, Unai Ziarreta, en la presentación del programa electoral, citó algunas cuestiones concretas que pretenden reivindicar en Madrid, como planes de acción en materia de derechos humanos, contra las torturas, y en favor de los derechos civiles y políticos, y lamentó que «un es- pectro importante de la sociedad vasca no se va a poder presentar a las elecciones porque tiene sus derechos civiles y políticos vulnerados».
Desde Aralar también se anunció la presentación en el Congreso de los Diputados de «medidas para garantizar el cumplimiento de todos los derechos humanos». La formación muestra su «preocupación» por la «tendencia que ha tomado esta vulneración de derechos en los últimos meses» y destacó «la prohibición de concurrir a estas elecciones para Batasuna, EHAK y ANV», al tiempo que denunciaba que «la Mesa Nacional de Batasuna se encuentre en la cárcel debido a la política de criminalización de las ideas».
Ezker Batua -formación que, «erre ke erre», se ha vuelto de pronto muy incendiaria- tampoco olvida incluir en sus mensajes la idea de que no es de izquierdas «ni ilegalizar ideas y proyectos políticos, ni encarcelar a dirigentes políticos».
No resulta descabellado pensar que tanto EA, como Aralar y Ezker Batua están dirigiendo estos mensajes al electorado de la izquierda abertzale ilegalizada, para presentarse a su vez como «voto útil» ante la imposibilidad de este sector político y social de tener su propia candidatura al Congreso y al Senado.
¿Pueden estos llamamientos ser un señuelo útil para romper la consigna de abstención lanzada por la izquierda abertzale? No cabe duda de que cada persona es un mundo y las razones por las que cada una vota o no vota y a quién vota son muy particulares. Pero en líneas generales, por lo que se palpa en la calle y se lee en determinados foros de internet, las bases de la izquierda abertzale han asumido con naturalidad el llamamiento a la abstención. No se observa que se entienda siquiera como una contradicción insalvable con el mensaje de que se iban a presentar papeletas, aunque luego fueran anuladas. Es la propia militancia independentista quien mejor conoce las dificultades y los peligros que en estos momentos encierra su activismo y sopesa con detenimiento los pasos a dar.
Mas bien parece que es en los foros de otras «familias» abertzales donde la invitación a la abstención ha levantado debates y alguna que otra ampolla.
Por lo tanto, no parece que los llamamientos de las candidaturas vayan a sacar grandes réditos en el electorado de la izquierda abertzale. De hecho, como se decía con anterioridad, los escaños que hay son habas contadas y las candidaturas que dicen estar en contra de las ilegalizaciones y pueden optar a tener voz en Madrid se limitan al PNV en los tres herrialdes de la CAV, a EA en Gipuzkoa y a NaBai en Nafarroa. Cualquier otra opción de voto es tan perfectamente inútil como la abstención de cara a llevar un diputado o diputada a la Carrera de San Jerónimo. Y a la vista del discurso que está manteniendo, parece dudoso incluso que el PNV esté interesado en atraer a las bases de Batasuna, formación a la que una y otra vez ataca, haciéndola culpable de su situación y tachándola, por ejem- plo, de «radicales sin ley».
Pero, además, actuaciones como la de la Ertzaintza ayer en Donostia no son precisamente de las que inviten a un elector de la izquierda abertzale a votar al PNV, ni a ninguno de sus socios en el Gobierno que tiene bajo su mando a esa Policía. Todas las versiones de distintos medios sobre la carga apuntan que se produjo cuando los concentrados para denunciar la tortura cantaban el «Eusko Gudariak» e iban a disolverse.
Esos golpes pesan mucho más que todas las promesas de presentar en el Congreso iniciativas en favor de los derechos civiles y políticos.