Cristina Maristany Escritora
¡Que vote su padre!
Conviene clarificar a esta clase política obtusa que el derecho a decidir (el derecho a la autodeterminación) no quiere decir automáticamente independencia, sino acatar la opción que democráticamente elija el pueblo vasco Por primera vez desde que comenzaron las elecciones democráticas en este país no voy a votar. Siempre lo había hecho, cuando menos votaba al que me parecía menos malo aunque, la verdad, no era un voto que rezumara demasiado erotismo
Por primera vez desde que comenzaron las elecciones democráticas en este país no voy a votar. Siempre lo había hecho, más o menos convencida o ilusionada, cuando menos votaba al que me parecía menos malo aunque, la verdad, no era un voto que rezumara demasiado erotismo. En estas elecciones del próximo 9 de marzo se han saltado todas las barreras actuando desde la más absoluta ilegalidad, sacándose de la chistera todos los trucos más burdos para dejar fuera de juego a más de doscientos mil votantes a los que, de un plumazo, han desnacido.
Cuando las ideas y las propuestas de paz se han encarcelado sin dejar ni el más leve resquicio para que puedan ser expresadas democráticamente y, esto es muy grave, la clase política y esos intelectuales acaponados han permanecido en un vergonzoso silencio y han asumido sin rechistar el enorme pucherazo que va a darse el 9-M, yo, sintiéndolo en el alma, esta vez no voy a votar, voy a unirme a quienes desde Euskal Herria promueven la abstención como gesto de «responsabilidad y rebeldía»: una abstención activa ante el Estado fascista.
Llevaba tiempo y tiempo dudando de qué iba a hacer con mi no voto, mi inclinación era más bien hacia el voto nulo, pero un voto nulo en el que, con grandes letras, iba a escribir la palabra pucherazo.
Ayer compré el periódico GARA,en el que varias personas de diferentes ámbitos de la sociedad vasca piden la abstención para los abertzales y gentes de izquierda, y he decidido incorporarme a esta solución. Funcionará a nivel de Euskadi, pero también en el resto del Estado con todos los que, como yo, están asqueados por todo cuanto va acaeciendo y, aunque no sirva para ver nuestras opciones en las urnas, es una forma de protesta generalizada.
Durante unos meses me preguntaba si esa forma de actuar podría ser aprovechada por el Partido Popular, pero he llegado a la tristísima conclusión de que PP-PSOE, en el fondo, son prácticamente lo mismo y los demás partidos (yo votaba siempre a Izquierda Unida), tampoco han movido un dedo ni denunciado seriamente los hechos cometidos.
No se puede encarcelar a los abertzales vascos por hacer política, es una aberración. Lo único que se pretende, según leo en GARA, es seguir manteniendo a Euskal Herria dentro de la «jaula de la Constitución española». El manifiesto enlaza la abstención activa propuesta en el 2008 con el no a la Constitución dado en 1978 (quizá es necesario volver recordar que ese fue precisamente el resultado del referéndum en el País Vasco). Afirma que «treinta años más tarde, este pueblo puede refrendar esa decisión mediante la abstención, porque la Constitución española sigue siendo la herramienta que sostienen en contra de la voluntad de nuestro pueblo».
Las actuaciones contra la izquierda abertzale se multiplican: casi doscientos militantes encarcelados, anulación de las candidaturas, penas de cárcel que suman más de quinientos años y, por si esto fuera poco, la supresión de EHAK y Acción Nacionalista Vasca.
Conviene clarificar a esta clase política obtusa que el derecho a decidir (el derecho a la autodeterminación) no quiere decir automáticamente independencia, sino acatar la opción que democráticamente elija el pueblo vasco.
Hace algún tiempo escribí sobre la marcha del proceso de paz. Decía: «Todas, absolutamente todas las puertas se iban cerrando a quienes, por primera vez en su historia, llevaban tres años y medio sin muertos, apostando única y exclusivamente por las vías pacíficas y democráticas para lograr sus derechos, como el legítimo derecho a la autodeterminación. En lugar de avanzar tras la declaración de una tregua permanente que llevó la esperanza a miles de personas dentro y fuera de nuestro país, sucedíanse los ataques a la izquierda abertzale: detenciones, ilegalizaciones a medida, vergonzosos requiebros jurídicos inventados para prolongar los años de cárcel de quienes habían cumplido ya sus penas, no acercamiento de presos, etc.».
Creo recordar que fueron muchos los meses transcurridos sin kale borroka ni robos de pistolas... El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, no fue capaz no ya de mover ficha, sino ni siquiera de insinuar que iba a hacerlo. La situación se fue deteriorando y tensando por momentos hasta que, los que creíamos y seguimos creyendo que la paz aún es posible, vimos como todo se derrumbaba nuevamente.
En un muy lúcido artículo dice Antonio Alvarez-Solís: «Me pregunto cómo es posible convivir con los que no existen... ¿Qué deben sentir espiritualmente unos ciudadanos -vascos o españoles- que permiten, y aún demandan, que doscientos o trescientos mil vascos, sobre una población de dos millones, sean declarados inexistentes?».
Creo que el 9-M de 2008 va a ser recordado como el año de la abstención más clamorosa desde la llegada de la democracia.