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Jesus Valencia Educador social

Jornada de rabia y dignidad

Su recomendación para que votemos se ha convertido en invitación al plante. Están machacando nuestros derechos y libertades, pero no nuestra conciencia

Faltan seis días para el domingo de urnas; jornada que nos permitirá ejercer uno de los derechos más básicos de los humanos: el del desahogo; catarsis, liberación emocional, terapia... o, para mejor entendernos, descarga de la mala hostia que nos reafirma como personas sensibles y apasionadas.

Organicen el PSOE y el PP aparatosos debates mediáticos para su provecho. Lo que vayan a decir nosotros ya lo sabemos de antemano. Nos basta con hacer recuento de los incontables atropellos y barbaridades que están cometiendo en Euskal Herria. Abusos como el dolor que nos están produciendo y la rabia que estamos acumulando. Ni siquiera se molestan en recubrir su ferocidad con pieles de oveja; exhiben sus afilados colmillos y alardean sobre quién nos da las mayores dentelladas. Nos están atacando con la arrogancia de quienes se sienten dueños y el desprecio de quien nos considera esclavos. Nos miran como a pueblo rudo, amasijo de carne sin sesera o al sumiso burro de los palos. Se equivocan. Nuestra sensibilidad y memoria -plenamente activas- nos ayudan a tener presente todo ese sufrimiento. Las fingidas sonrisas de sus carteles electorales no van a borrar tanto ultraje ni a resarcir tanta rabia. Su recomendación para que votemos se ha convertido en invitación al plante. Están machacando nuestros derechos y libertades, pero no nuestra conciencia. La abstención expresará la dignidad de unas gentes que se siente perseguidas pero no derrotadas. ¿Seremos muchos o pocos? Creo que el tururú a las urnas va a ser sonado, pero bastaría una sola persona consecuente para hacernos notar que el coraje de este pueblo sigue vivo.

Respecto a los partidos políticos vascos, su actitud en la campaña electoral está siendo tan mezquina como antes. Consienten las ilegalizaciones y les molestan las abstenciones. Sus apelaciones a la participación, sus promesas de que defenderán a este pueblo y reivindicarán nuestros derechos suenan huecas. Palabras que nacen muertas porque van acompañadas de la más absoluta insolidaridad. Hacen cálculos precisos para que les cuadren las cuentas y no son capaces de percibir que, a veces, la única cuenta que cuadra es la de la honestidad y el compañerismo. Han dado la espalda a los perseguidos, torturados, encarcelados... pero tengo la impresión de que también están alejándose de su propio electorado. Contabilizan los asistentes a sus actos pero no a los ausentes. Me consta que muchas personas que les dieron el voto anteriormente han decidido, ante tanta injusticia, no votar. Y no porque hayan cambiado de sigla, sino porque están demostrando tener más sensibilidad y decencia que los dirigentes de sus formaciones.

No sé si este plante a las barbaridades del Estado dará lugar a una consolidación del movimiento a favor de la independencia. Creo que sí. Los miles de personas que se abstendrán van a convertirse en muro contra el despotismo inquisitorial y en fermento de futuro. No acudirán a votar porque ya están hartos de la España de los caciques y porque reclaman para nuestro pueblo algo diferente.

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