No sé si es consecuencia del virus electoral o de otra enfermedad infecciosa, la verdad, pero es para hacérselo mirar, que tenía el otro día entre mis manos un periódico, y hojeándolo y ojeándolo me topé con unas declaraciones de la jefa de UPD, Unión Progreso y Democracia, y no sé, que me vinieron unos escalofríos y una tiritona que ya digo, no sé si será vírico o qué, pero que no me hallo desde entonces.

El caso es que la señora Rosa Díez, de excursión por Donostia, dijo que el PP y el PSOE están protagonizando una «polarización electoral» porque la política «es un negocio que da muchos réditos a esas dos formaciones». Quién me lo iba a decir a estas alturas del partido que iba a estar de acuerdo con las reflexiones de la adalid del ven y cuéntalo.

Mera casualidad, según mi vecino del quinto. Pero es que no acaba ahí la cosa, porque la ex europarlamentaria del PSOE cree que España «no tiene futuro», entre otras razones porque los dos grandes partidos de la piel de toro están «inhabilitados» por no haber sido capaces de llegar a un sólo consenso sobre el modelo territorial del Estado. Llevo varias horas tiritando, con la papeleta temblorosa de UPD en la mano, tentado por acercarme el domingo a un colegio electoral y depositar allí mi voto por esta formación que ha comprendido que este país, tal y como está diseñado, atado y bien atado, no tiene futuro. Estoy por hacer un llamamiento a todas esas gentes que se han quedado sin poder ejercer su derecho fundamental a expresar su preferencia política en las urnas, para que pasen de la abstención activa y vayan a votar en masa por la Díez, porque alguien tiene que ir al Congreso de los Diputados y contarlo, que estas grandes reflexiones no deben caer en el olvido de una ridícula campaña electoral.

Vamos Rosa, ánimo, hazte con un escaño y vete y cuéntalo, diles a los representantes de los españoles que esta España no tiene futuro, a ver si les convences e inventáis una nueva en la que nada esté atado y bien atado, en la que los que quieran puedan soltar amarras con ese estado posfranquista, monárquico y bipartidista en el que muchos no se reconocen. ¡Qué escalofríos! Me abstendré de más comentarios, que viene el terapeuta a contarme lo mío.