Eugenio Etxebeste Arizkuren «Antton» Militante independentista vasco
Abstención, voto útil para Euskal Herria
Eugenio Etxebeste hace un repaso de la actitud de la izquierda abertzale y de los porqués de esa actitud desde las primeras elecciones españolas tras la muerte de Franco y considera que, en el contexto marcado por el estado de excepción de hecho en el que se produce la cita electoral de este domingo, la abstención es el verdadero «voto útil».
Treinta años han transcurrido desde que la izquierda abertzale adoptase la fórmula de la abstención para afrontar el primer evento electoral español tras la muerte del dictador Franco. En aquella ocasión dos fueron las condiciones establecidas para participar. Una, el restablecimiento de las libertades democráticas plenas, es decir libertad de asociación, expresión y manifestación. La segunda, la amnistía, entendida como liberación de presos y presas políticos vascos y libre retorno de personas exiliadas.
Era evidente que la participación requería de un escenario suficientemente apropiado para desarrollar la contienda política en igualdad de oportunidades.
Fue una posición mesurada, adoptada en el marco de unos debates plurales y de un acuerdo de mínimos en el seno del conjunto de la izquierda abertzale.
Lamentablemente, ante esta posición de absoluta legitimidad democrática se alzó el muro del Estado español y su legalidad fáctica constitucional. Jugaron al «tú me das, yo te quito», a las prebendas divisionarias y a regular las libertades bajo patrones adulterados por intereses de negociados políticos.
E igual de lamentable fue observar cómo algunas de las formaciones políticas vascas que clamaban por el cambio y la ruptura democrática se plegaban a ser meras comparsas y comensales de recocina en el fastuoso convite electoral de la reforma política.
La izquierda abertzale sufrió en propia carne las maniobras de palacio madrileño y el sector EIA-Euskadiko Ezkerra se avino a participar, rompiendo el acuerdo de consenso y lealtad histórica independentista, iniciando la carrera desbocada hacia su definitiva absorción por el PSOE.
Triunfó, pues, el peso de la ley española sobre la legitimidad nacional vasca. No hubo escenario democrático y fue el presagio de la apertura de una renovada era de negación de los derechos civiles y políticos para Hego Euskal Herria, amparada en la herencia fáctica del franquismo sin Franco y en la legalidad impuesta desde la monarquía parlamentaria.
Ante esta sinrazón de fuerza del Estado español, la izquierda abertzale no tuvo otra alternativa que plantar cara a la situación y pronunciarse por la abstención.
Alo largo de estos treinta años transcurridos, el independentismo vasco ha ejercitado diversas opciones políticas para afrontar los retos electorales, ya fueran estatales, autonómicos o locales. Hemos participado, nos hemos presentado para no participar y también nos hemos abstenido. Todas han sido opciones de reflexionado calado político al servicio de una clara voluntad de instauración del marco democrático vasco.
Nos hemos avenido a prescindir de principios dogmáticos y partidistas, huyendo de demagogias estáticas y estériles. Pensando y actuando en conciencia, brindando nuestra oferta y mano tendida para aportar diálogo democrático y articular soluciones resolutivas al contencioso histórico de confrontación. Siempre desde la honestidad y la dignidad patriótica, teniendo muy claro nuestro papel en la causa vasca y en el protagonismo de interlocución ante los Estados español y francés que corresponde al conjunto del pueblo vasco. Su derecho a decidir y su derecho a la autodeterminación.
Hoy en día, ante el evento electoral del 9 de marzo, la izquierda abertzale ha vuelto a ser consecuente con sus ideales y su vocación de servicio a Euskal Herria. Ha elegido la opción política de la abstención por considerarla la fórmula más correcta de afrontar la situación de bloqueo democrático existente.
Un bloqueo democrático que no sólo pasa por las sucesivas ilegalizaciones y criminalizaciones de la opción independentista, sino que extiende su larga sombra en una cadena interminable de agresiones represivas y judiciales, cierre de periódicos, macrosumarios de laboratorio, redadas sistematizadas, coerciones al desempeño institucional como en el caso Ibarretxe o el de la Mesa del Parlamento, que limitan y condicionan el funcionamiento de un amplio espectro del pensamiento político vasco.
Un bloqueo que desemboca, finalmente, en la negación del reconocimiento de la nación vasca y el libre ejercicio de su praxis democrática.
Un bloqueo que se ha calificado de «estado de excepción de hecho», en cuya denominación curiosamente han coincidido personas y agentes sociales como Arzalluz y ELA.
Lo más grave del caso es que esta estrategia ofensiva representa la evidencia del déficit democrático existente en los partidos y gobiernos gestores de los asuntos de estado. Lo cual nos lleva a razonar sobre la voluntad y capacidad de los mismos para estar a la altura de las circunstancias al margen de talantes, amagos demagógicos e intereses partidistas. Una evidencia tristemente plasmada a la vista de lo sucedido durante el reciente proceso negociador. Hasta el propio Ibarretxe se avino a reconocer la falta de altura de la clase política ante la oportunidad desperdiciada.
En este contexto, la propuesta de abstención para responder al reto del 9-M es la posición más racional que cabe ante este escenario de falta de cordura democrática.
No podemos legitimar una situación que no conduce a ningún puerto resolutivo, no podemos lavarnos la cara ante un espejo que retrata las vergüenzas de una sociedad sin líderes capaces de responder a sus anhelos de paz y soluciones políticas. Allá la responsabilidad de aquellas y aquellos que observando este panorama quieran hacer el trabajo sucio a quienes se aferran en el mantenimiento de un terreno de juego embarrado y marcado por sus reglas antidemocráticas.
Frente a la hipocresía de gestores y opositores, es necesario levantar la cabeza de la dignidad. Es necesario un plante democrático, un llamado a la reflexión para frenar el caballo desbocado que nos arrastra al abismo del fraude autonomista y la vuelta atrás de la transición constitucional española.
La abstención, primero, es una opción de naturaleza política que no significa pasar de la cuestión, sino por el contrario asumirla en coordenadas de responsabilidad civil. Y, segundo, es legítima por cuanto se corresponde con un escenario de déficit democrático donde la ausencia de alternativas y la privación de ejercicios democráticos pone en peligro la propia naturaleza del sistema.
La abstención en este escenario de estado de excepción de hecho es, valga la paradoja, el único voto útil para Euskal Herria. El voto de quienes ponemos la mirada más allá del 9-M, de quienes aspiramos a un amanecer trasnochado por el diálogo, la negociación y el acuerdo entre todos los agentes y partes involucrados. Un amanecer que haya dado sus frutos y sitúe a la sociedad vasca en el papel de ser la única y definitiva interlocutora reconocida ante los estados español y francés, en el camino del derecho a decidir para alcanzar la meta del ejercicio de autodeterminación.
Por estas y 101 razones más, el 9 de marzo no acudiré a las urnas y daré mi voto a la abstención.