La retirada en mayo del reverendo unionista Ian Paisley ha abierto muchas incógnitas sobre el futuro del DUP. Algunos, según subraya el analista Txente Rekondo, han expresado su temor a que los sectores contrarios al Gobierno compartido se hagan con su control.

Hace un año, en un debate celebrado en Antrim y que pasó bastante desapercibido, el político dejó entrever su marcha cuando señaló que «dentro de un año» le podrían hacer recomendaciones sobre lo que supone «la retirada de la política, pero ahora no». El legado que Paisley ha querido dejar a la comunidad unionista y a su propio partido es el de una organización fuerte y unida, el único referente importante para la mayoría de los unionistas, ya que, según él, la división del voto unionista favorece a los republicanos. De ahí su apuesta por presentarse como la única alternativa, en línea con el lema «un partido, un escaño, un candidato».

La muerte de Geroge Dawson el año pasado es para algunos analistas una de las primeras grietas en la «casa Paisley». Dawson era un aliado clave para el reverendo ya que posibilitaba mantener puentes con el sector ultraderechista del partido.

A su desaparición le siguieron el abandono de representantes de ese sector, como Jim Allister -en diciembre formó un nuevo partido, el Traditional Unionist Voice (TUV)-, y la lucha interna dentro de la Iglesia Presbiteriana Libre, fundada por Ian Paisley en 1952. En su seno se enfrentan los hasta hace pocos dirigentes en torno a Paisley, partidarios de unir política y religión, otro sector minoritario a favor de la separación de ambas, y finalmente, los que buscan una mayor relación con el resto de iglesias protestantes.

El DUP se enfrenta a posibles divisiones o nuevos alineamientos. Algunos ya han mostrado el temor a que las facciones contrarias al gobierno compartido se hagan con su control.

Es sabido que ninguna transición en la dirección de un partido es sencilla, pero, de momento, no parece que el legado de Paisley esté en peligro.

Los tres sectores del DUP buscan medir sus fuerzas en los próximos meses, sobre todo, de cara al congreso del partido en otoño. Los pragmáticos (Dodds), los modernizadores (Robinson), los ultraderechistas que no han seguido los pasos de Allister, los fundamentalistas (McCrea) y los llamados «nuevos realistas» (Donaldson) esperan situarse con ventaja.

El favorito para suplir al veterano dirigente es Meter Robinson, con el otrora «elegido» de Paisley, Nigel Doods, como su segundo. También se esperan «promociones» para Gregory Campell, Jeffrey Donaldson, Arlene Foster, Iris Robinson o David Simpson. Lo que parece casi seguro es el seguimiento de la estrategia diseñada por Paisley, aunque, probablemente, con un cambio de estilo (no más fotos de los «hermanos risitas»).

El peso que adquieran figuras más jóvenes también puede ser determinante, ya que estarían muy interesados en que el proceso siga adelante, lo que significaría mayor solidez para su propia carrera política. Finalmente, el declive del UUP puede ayudar a mantener la actual hegemonía unionista del DUP.

El UPP sigue con serios problemas para acabar con la sangría de votos que acabó con su privilegiada posición de primera fuerza en los seis condados.

Sus opciones son varias: seguir los pasos de los disidentes unionistas, intentar apropiarse del antiguo discurso de Paisley o iniciar una política más pragmática, una especie de «unionismo liberal constructivo».

Pese a éxitos coyunturales, sin unos dirigentes con carisma o referenciales, y con ese vaivén ideológico, su futuro inmediato es bastante pesimista.

La nueva formación de Allister ha supuesto la plasmación de antiguos proyectos. En marzo de 2007, se formó un grupo de presión (Voice for Democracy Umbrella Group), que reunía a víctimas, marchas orangistas, grupos eclesiásticos y disidentes unionistas en general.

Partidarios del discurso más duro del unionismo se muestran contrarios al proceso actual, defienden «la unión de Gran Bretaña» y apoyan los valores de la familia tradicional.

Algunos lo presentan como la unión de sectores ideológicos cercanos al desaparecido Partido de la Reforma Protestante, de euroescépticos similares al Partido de la Independencia del Reino Unido, y de movimientos antimigratorios como el Partido Nacional Británico.

En su primera cita electoral ha logrado restar importantes votos al DUP, y gracias a sus votos, el candidato del UUP logró vencer. No obstante, más allá de situaciones coyunturales, su futuro es toda una incógnita.

Otro sector importante lo representan los partidos y grupos lealistas. Recientemente, se han producido reuniones en Shankill entre dirigentes de la paramilitar UVF y el Progressive Unionist Party (PUP) para evaluar las relaciones entre ambos. La UDA, por su parte, sigue inmersa en divisiones y enfrentamientos internos, ligada a las mafias de la droga y otras actitudes mafiosas, e incluso se ha distanciado de su voz política el Ulster Political Research Group.

El lealismo necesita su propia transición hacia la política, alejándose del pasado que acabó con buena parte de sus líderes en guerras internas, y definir su sitio dentro de su comunidad y en el conjunto del nuevo escenario político que se vislumbra.

La propia Orden de Orange deberá resituar su discurso o mantener sus posturas intransigentes, que chocan con los nuevos parámetros políticos.

En medio de esta compleja situación, podemos encontrar otros factores, como la crisis identitaria, que hacen albergar algunas dudas sobre la configuración definitiva del unionismo.