Tardío estreno de la última realización de Nacer Khemir, el cineasta tunecino famoso por su recordada película «Los balizadores del desierto». Con esta obra ha querido hacer una contribución al Islam, para lavar su cara de la intoxicación mediática occidental. Es un canto a la cultura sufí, pero no de forma evocadora como en «El señor Ibrahim y las flores del Corán», sino acudiendo directamente a sus fuentes. La inmensidad del desierto sirve de alegoría espiritual, en un guión escrito por Tonino Guerra, quien experimentó una aproximación al cine contemplativo a raíz de sus colaboraciones con Andrei Tarkovski. Es la historia de un anciano derviche ciego (místico islámico que renuncia a todo para abrazar la pobreza y el amor), que se dirige a una reunión de los suyos, acompañado de su nieta. El lugar del encuentro es secreto, por lo que deberán dejar que el mismo desierto sea el que guíe sus pasos. A lo largo del viaje se encontrarán con una serie de personajes que parecen salidos de «Las mil y una noches», con sus aleccionadoras anécdotas llenas de magia y misterio, como la propia danza ritual del abuelo, que gira sobre sí mismo con una mano apuntando al cielo y la otra a la tierra.