Lo que las palabras significan
Josu MONTERO Periodista y escritor
Es una viñeta de El Roto: uno de sus monigotes afirma rotundo, «Hemos privatizado el diccionario. A partir de ahora las palabras significarán lo que decidan sus dueños». Apropiarse de las palabras, de su significado y de su sentido, o bien chuparlas la sangre y despojarlas de su fuerza y de su energía, es una operación que el poder, a través de los/sus medios de comunicación viene realizando con letal eficacia cada vez con menos escrúpulos y sin apenas resistencia. Nos han dejado sin palabras llenándolo todo de su vacuo blablabla. El mejor teatro del siglo XX sabe mucho de ese expolio, de ese despojamiento. Las palabras son cáscaras vacías. Las palabras mienten, tergiversan, manipulan, ocultan. Se colocan encima de la realidad y la velan.
Ayer La Fura dels Baus estrenó su nuevo montaje, una tuneada versión del “Boris Godunov” de Alexander Pushkin. Pero es un montaje con «sorpresa», ya que pronto irrumpirá violentamente en el teatro un grupo de hombres armados de Kalashnikovs que secuestrarán a los espectadores y a los actores, colocarán cargas explosivas en el edificio –los rehenes lo verán en un vídeo directo–, les hostigarán e incluso se enfrentarán entre ellos; los terroristas –así les llama La Fura– exigirán al Gobierno la retirada de las tropas enviadas a su país.
Se trata, claro, de llevar a escena, implicando directamente al espectador, el secuestro del teatro Dubrovka de Moscú, realizado por un «grupo de terroristas» a las ordenes de un «señor de la guerra» checheno que terminó con la salvadora intervención de las Fuerzas Especiales rusas; murieron casi cien rehenes y los 48 chechenos/as –casi la mitad eran mujeres–, la mayoría con un tiro en la sien.
La historia se repetiría más tarde en la escuela de Beslam. La Fura descontextualiza la acción, no hay en el montaje referencias directas a situaciones o lugares concretos. En sus declaraciones de estos días a la prensa, Alex Ollé y David Plana, los dos directores del espectáculo, han afirmado que la obra no toma partido ni critica a ningún gobierno, «aunque, por descontado, nuestra premisa es de absoluto rechazo hacia el terrorismo». «Terrorismo», «Señores de la guerra», palabras aparentemente neutras pero que están cargadas de intención.
En su “Oda a los países ricos”, tras describir el civilizado saqueo que el pequeñito Primer Mundo sigue perpetrando, Pako Aristi termina el poema: «Además de explotar y robar / a los más pobres del planeta / también se adueñan de la riqueza de las palabras». Esa usurpación que permite que a la simple desesperación se le llame terrorismo.
La Fura habla estos días de la necesidad de acercar el teatro al presente, a lo que hoy sucede en el mundo «como hace el cine», han afirmado. En muchas ocasiones hemos demandado un arte manchado de las miserias del aquí y del ahora, pero a veces –y no he visto aún este “Boris Godunov” de la compañía catalana– yo no puedo dejar de sentir un profundo desasosiego por la utilización «artística» –y por lo tanto económica y mercantil, y también espectacular– que hacemos de las desgracias y las miserias de aquellos a los que nosotros mismos hemos condenado. El espectáculo del dolor, ajeno, claro, para aplacar nuestra insatisfacción y nuestra mala conciencia.