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Música con alma

«La novia del viento»

Los melómanos tienen sobradas razones para estar de uñas con la distribución cinematográfica, que una vez más les ha vuelto a fallar. Siete años después de su estreno internacional, queda confirmado que «La novia del viento» no se exhibirá ya en las salas de cine, a pesar de ser una película importante. Los que tengan la suerte de disfrutar de una buena instalación de «home cinema» agradecerán la esperada edición en DVD, beneficiándose de un buen sonido. La música de Mahler se merece eso y más, al igual que la de Alma Schindler, que tomó el apellido del compositor cuando se casó con este. En la película suenan algunos fragmentos de sus partituras, que eran de gran nivel, pese a que su marido la obligó a dejar de componer y a ser ama de casa.

Alma también fue una pintora de talento artístico, lo que unido a los 85 años de su existencia, le permitió relacionarse con genios creativos del siglo XX. Además de a Gustav Mahler, estuvo unida al novelista Franz Werfel, al arquitecto Walter Gropius y al pintor Oskar Kokoschka. El título de la película está tomado precisamente de uno de sus retratos de Alma, pues refleja muy bien la personalidad totalmente libre que le llevó desde el Austria de los Hasburgo hasta el Nueva York moderno. Ante una vida tan inabarcable, el realizador australiano Bruce Beresford ha preferido concentrarse en su etapa vienesa a partir del 1.900, para narrar su progresivo alejamiento del músico checo, especialmente a raíz de la muerte de uno de sus hijos. Un drama que la condujo a buscar refugio de nuevo en el arte y en otros amores. La dirección de Beresford es elegante, como si el cine europeo le sentara bien y le desintoxicara de su excesiva dependencia de la maquinaria de Hollywood, que se volvió más pesada para él tras el triunfo en los Oscar con «Paseando a Miss Daisy».

 
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