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Raimundo Fitero

Fábricas

Existen productoras, cadenas, directores, programadores, animadores televisivos que por una serie de factores entre los que no puede faltar algo de suerte, se convierten en auténticas fábricas de nuevos productos televisivos, de conductores, actores, presentadores o fenómenos. En estos precisos momentos en los que las televisiones generalistas están llenas de programas para la búsqueda, o para la caza, de nuevos talentos, resulta que existen factorías autónomas que no paran de encumbrar a nuevos valores televisivos.

Son varios, pero nos vamos a circunscribir a Buenafuente. Es histórica su capacidad para encumbrar a sus colaboradores. La cuestión es que en vez de acudir al mercado y contratar a cómicos, actores, periodistas, guionistas ya consagrados y constatados, lo que hace es dar oportunidades a gente nueva, buena o muy buena, los prueba, los alimenta, los coloca en un lugar privilegiado y con algunos recorre un largo trecho, y algunos cuando se consideran capacitados dan el salto y se independizan. Sea dicho de paso, y con reservas, casi nunca logran el mismo éxito en solitario que cuando están bajo el paraguas del padrino. Esto es una norma no escrita, pero sucedía algo muy parecido con Sardá y sus colaboradores.

Si el gran fenómeno es Chikilicuatre, un actor que ha ido realizando casi diariamente apariciones en su programa adoptando un sinfín de personalidades, lo cierto es que su subdirector, Jordi Ébole, más conocido como «El Follonero», ha logrado en la pasada cita electoral hacer dos programas especiales en la Sexta, «Salvados por la campaña», donde verdaderamente informaba de una manera más atrevida, divertida, cercana y con mucha, pero mucha retranca, o mala leche, sobre la misma campaña, consiguiendo una cercanía con los candidatos fuera de serie. De tal forma que el martes pasado el propio Zapatero intervino telefónicamente en el programa de Buenafuente a través de Ébole. Un hito. Por lograrlo, y por el tono conseguido. Este hombre, en solitario, es bueno, pero con Buenafuente alcanza su máximas cuotas de comunicación. Hay más, como Berto, su sobrino, que merece un análisis concreto.

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