Un viaje por el complejo y tenso escenario del Cáucaso Sur
Todo viaje comienza realmente al hacer acopio de información sobre el destino. Pero pocos lugares precisan de una previa y lo más exhaustiva posible localización como el que nos espera: el puzzle caucásico, en concreto el Cáucaso Sur. Mosaico de pueblos, puzzle de enclaves irredentos y teatro de un encarnizado pulso entre las potencias por el control de una zona de explotación y tránsito de productos energéticos y de un altísimo valor geoestratégico.
Txente REKONDO |TBILISI
La región del Cáucaso es el punto de encuentro de la estepa euroasiática al norte y las mesetas de Irán y Anatolia al sur, rodeado de los altos picos de las montañas de la zona y situado entre los mares Caspio y Negro. Esa situación geográfica ha conferido al Cáucaso sur una situación más abierta y accesible que el norte, y al mismo tiempo le ha convertido en frontera y puente entre diferentes pueblos y civilizaciones.
Esta privilegiada ubicación y el paso de tantos pueblos y culturas han significado la presencia de más de cincuenta grupos étnicos en la región caucásica. Esa diversidad étnica, muchas veces inmersa en tensiones y conflictos, junto a la violencia e inestabilidad política, las amenazas de factores como el tráfico de armas y drogas, y las presiones de actores extranjeros, confieren a la zona sur del Cáucaso esa complejidad.
La mayoría de lo mencionado se encuentra en clara interrelación, y sobre todo en la década pasada, y a raíz del desmembramiento de la Unión Soviética, se va a producir un ciclo en el que «la competición geopolítica ha influido directamente en los conflictos étnicos, y ha jugado un papel directo en la caída de los distintos gobiernos. Al mismo tiempo, los conflictos civiles que surgieron mantenían estrechos lazos con la situación etnopolítica de la región y con el aumento de la delincuencia transnacional».
Los tres estados que se formaron en la década de los noventa en el Cáucaso sur, Georgia, Armenia y Azerbaiyán, se corresponden étnicamente con los tres principales grupos de la región. No obstante, en su seno conviven otras minorías que reclaman un mayor peso en la política estatal o incluso la independencia.
Abjasia y Osetia del Sur
La más afectada por los conflictos o tensiones étnicas es Georgia, que desde 1993 mantiene bajo sus fronteras a Abjasia y Osetia del Sur, de facto dos regiones que funcionan independientemente del gobierno central de Tbilisi. Las demandas secesionistas en la región parecen haberse incrementado tras la declaración de independencia de Kosovo y a la inestable situación de los dos casos mencionados, se podrían añadir otras partes de Georgia, como Javakheti, que a menudo es presentada como un peligro de secesión potencial. En esta región, la presencia de militares rusos, la cercanía a la frontera armenia y la sensación de aislamiento y marginación la convierten en foco permanente de posible erupción de incidentes secesionistas.
Otro punto de potencialidad conflictiva lo encontramos en Adjaria, donde la mayoría musulmana rechaza la dependencia hacia Tbilisi, pero sin optar por una independencia, sus dirigentes apuestan por una autonomía mayor.
Probablemente el mayor conflicto de esas características se dio en los años noventa en torno a Nagorno-Karabaj, donde los recién creados estados de Armenia y Azerbaiyán se vieron inmersos en una guerra total. La mayoría de la población de origen armenio solicitaba su unión con Armenia, mientras que el gobierno azerí no quería ceder esa porción de su territorio. En 1994, y tras la muerte de más de veinte mil personas y cientos de miles de desplazados, se logró un alto el fuego que no cerró del todo las heridas abiertas y que de momento otorga a Nagorno-Karabaj una situación de independencia de facto de cara al gobierno central de Bakú.
Mientras que Armenia parece no tener más conflictos de carácter étnico, en Azerbaiyán encontramos algunos focos de tensión en torno a Najicheván, un enclave ubicado dentro del territorio armenio pero bajo el estado azerí y que en el pasado ha desafiado a la autoridad central. Estas diferencias han disminuido tras alcanzar puestos relevantes en Bakú diferentes políticos de origen najichevaní. También en torno a la minoría de origen iraní, los talysh, han surgido enfrentamientos con los mayoritarios azeríes, de origen turco. Por último, encontramos la minoría lezgin, que en la frontera con Daguestán guarda importantes lazos con sus vecinos del norte caucásico y que pueden provocar enfrentamientos futuros con el gobierno central.
Historia convulsa
Si las diferencias étnicas han desembocado en innumerables conflictos, la estabilidad y lucha política entre las élites de esos tres estados también han traído consigo importantes enfrentamientos. Los golpes de estado, de una manera u de otra, y las muertes de dirigentes políticos se han sucedido durante los años noventa en los tres estados. Más recientemente, con el apoyo de las cancillerías occidentales se ha intentado con mayor o menor éxito llevar a cabo las «revoluciones coloristas» en algunos de esos escenarios.
En este apartado también es Georgia la que más veces ha tenido el protagonismo. Los enfrentamientos entre Gamsajurdia y Shevardnadze fueron la constante de los primeros años de la década de los noventa y los golpes militares no fueron ajenos a la situación. Los intentos para acabar con la vida de Shevardnadze, o la muerte del primer ministro armenio tras un ataque contra el parlamento de aquél país, son otros ejemplos de la difícil situación que afrontaron tras recuperar su independencia en los años noventa de las cenizas de la URSS.
Otras amenazas para la estabilidad regional proceden del creciente tráfico de armas y drogas, cuyos impulsores no dudan en utilizar la conflictiva situación que se vive en algunas zonas concretas para aumentar sus negocios. Algunas fuentes señalan que Abjasia se ha convertido en uno de los puntos claves de tránsito del tráfico de heroína, y que zonas como el valle Pankisi en Georgia o la región de Zaqatala en Azerbaiyán son utilizadas por estas redes para operar al margen de los gobiernos centrales. Además, recientemente se ha observado la utilización de la región por parte de algunos movimientos de carácter islamista radical que intentan aprovechar el vacío de algunas zonas para desarrollar su propia agenda política.
También está el tema de los millares de desplazados que ha provocado todo ese abanico de conflictos. Los cientos de miles de personas que lo han perdido todo y se ven obligadas a vivir en condiciones extremas lejos de sus tierras y hogares son en ocasiones otros focos de desestabilización que cabría añadir al ya de por si difícil mosaico del Cáucaso Sur.
La riqueza regional está distribuida desigualmente. Si Georgia trata de aprovechar su privilegiada situación geoestratégica, Azerbaiyán posee la mayoría de los recursos energéticos, mientras que Armenia sufre un cierto aislamiento económico. La privatización salvaje y el reparto entre las élites locales tras la desaparición de la Unión Soviética afectó negativamente al desarrollo económico. En los últimos años, se aprecia una cierta recuperación respecto de aquel colapso inicial aunque la transición hacia una estabilidad y prosperidad para el conjunto de pueblos que habitan el Cáucaso Sur se presenta todavía bastante difícil.
Rusia pretende mantener su privilegiada situación en la región, económica y militar (la presencia de bases rusas es un buen ejemplo), y al mismo tiempo frenar a otras potencias. Moscú es consciente que el dominio de esta zona de tránsito, sobre todo tras el descubrimiento de las riquezas energéticas del Caspio, es un instrumento básico para ejercer como potencia en ese nuevo panorama internacional. Por ello no duda en intervenir y dividir a estos estados.
EEUU busca contrarrestar a Rusia por todos los medios, manipulaciones internas y promoción de cambios de régimen incluidos que desequilibren la balanza a su favor. Quiere participar en la explotación del gas y petróleo azerí y establecer un corredor para el transporte a través de Azerbaiyán, Georgia y Turquía, como alternativa a los proyectos a través de Irán o Rusia.
Turquía también busca réditos con la construcción de oleoductos y gaseoductos que desde el Cáucaso y Asia central lleguen a los puertos turcos del Mediterráneo. Es una de sus prioridades económicas, junto al interés político por estrechar lo lazos con los pueblos panturcos de la zona. Ankara tiene que mantener un difícil equilibrio en sus relaciones con Rusia y EEUU, lo que explica su pragmatismo.
Irán ha incrementado su posición en la región, actuando como mediador en algunos conflictos. No desea un Azerbaiyán fuerte y estable que podría acabar desestabilizando a la importante minoría azerí que vive en sus fronteras.
China, la UE, Israel o Pakistán también mueven sus fichas, aunque a una importante distancia. El esquema se completa con las multinacionales energéticas, que en ocasiones dictan las políticas de los gobiernos de la zona.
El Cáucaso Sur es una de las áreas más atractivas desde la que observar la competición entre las potencias desde el final de la llamada Guerra Fría.
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Su privilegiada ubicación y el paso de tantos pueblos y culturas ha configurado un mosaico de más de medio centenar de grupos étnicos.