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Raimundo Fitero

Nosotras las chachas

Valerio Lazarov llegó a la televisión española franquista, aquella del blanco y negro y empezó a aplicar metodologías de enfoques, movimientos de cámara, montajes que parecían inspiradas en el pop-art o en el consumo de sicotrópicos. Se hizo muy famoso, casó con artista, supo vivir televisivamente siempre con la música de fondo, siempre moviendo al ballet, siempre en el territorio del entretenimiento. Después fue el primer empleado de Berlusconi en las televisiones privadas española, el que arrancó con Tele 5 y la colocó en el imaginario popular como aquel lugar donde existían las «mamachichos», los programas más coloristas, machistas, populistas. Pues bien, este señor, actualmente propietario de una productora, que una de sus últimas incursiones ha sido producir las series de Lina Morgan, es decir, dando como siempre síntomas de su voluntad de ser un intelectual del audiovisual, acaba de declarar que, «ahora se hace televisión para chachas». Frase que pondré en mi ordenador, y cada vez que lo abra me recordará de dónde vengo, quién soy, cuál puede ser mi futuro. Una chacha.

Chachas, lo que se dice chachas, solamente tienen los ricos, los demás, con suerte tenemos asistenta por horas, para aliviarnos en nuestros quehaceres diarios. Pero en el supuesto que hubieran tantas chachas como para hacer variar el resultado de Sofres, ¿qué significaría eso? Y de todas las maneras, cada programa de cada cadena intenta buscar un segmento de audiencias, y lo que es cierto es que no se preocupan por satisfacer los deseos de las minorías, sino de las mayorías rentables publicitariamente, sean chachas o funcionarios de las diputaciones. Todo el que sume, vale. Y no le vamos a pedir filiación a la seguridad social.

Bueno, como chacha televisiva, me encanta que los noticiarios de todos los ámbitos repitan de manera coral «Free Tibet», que atiendan las reivindicaciones, que se solidaricen, que salgan las concentraciones y manifestaciones de los solidarios con los seguidores del Dalai Lama. Muy bien, estupendo. Y lo cercano, lo de aquí, qué, ¿solamente interesa a los limpiacristales?

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