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CRÓNICA | Kosovo, un nuevo estado

Tras un mes de independencia, los problemas se suceden

Un mes después de su independencia, Kosovo tiene que hacer frente a la amenaza de secesión de la minoría serbia. La posibilidad de que surjan nuevos estallidos de violencia puede impedir que los primeros pasos del nuevo estado se den en la dirección adecuada.

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André BIRUKOFF | PRISTINA

El 17 de febrero, hace hoy un mes, los albaneses de Kosovo, más del 90% de la población, proclamaron su independencia y lograban materializar, en medio de una inmensa explosión de alegría, el ancestral sueño de separarse definitivamente de Serbia, que continúa reclamando que «Kosovo es Serbia».

«La gente se ha relajado. Ya no hay tensión. Han adoptado una actitud responsable tras lo que podía llamarse una euforia exagerada», comenta el analista kosovar Azem Vlassi, albanés.

«A partir de ahora hay que olvidar la palabra independencia. Las cuestiones importantes son reformas, desarrollo y lucha contra la corrupción», añade. Otro de los problemas a los que Kosovo tiene que enfrentarse son el paro y la pobreza, que afectan a cerca de la mitad de una población de unos dos millones de habitantes.

Junto a ello, la situación se ha vuelto muy inestable en el norte de Kosovo, donde los serbios, que en esta zona del país son mayoría, desafían a las autoridades del nuevo estado.

Cada día, en Mitrovica, la ciudad étnicamente dividida, cientos de personas se manifiestan contra la independencia frente al puente sobre el río Ibar, que hace de frontera entre los barrios del norte serbio y los albaneses del sur.

Desde la independencia, los serbios del norte (unas 40.000 personas en una población total de 120.000) se han apropiado de símbolos del Estado kosovar con la intención de constituir próximamente su propio Parlamento.

Han comenzado un pulso con las autoridades internacionales de Kosovo al ocupar un tribunal de la ONU, que administra el territorio desde el fin de la guerra de 1998-1999 entre las fuerzas serbias y los separatistas albaneses. Temiendo provocar un incidente, la Policía internacional no se atreve a intervenir para desalojar a los ocupantes.

Los puestos fronterizos entre Serbia y el norte de Kosovo han sido incendiados y los agentes serbios de la Policía kosovar (KPS) han abandonado sus puestos.

«Esperábamos que hubiera provocaciones. Están por debajo del nivel previsto y su intensidad va a disminuir», señala, optimista, Vlassi.

Pero esta actitud de desafío hipoteca notablemente el despliegue, especialmente en la parte serbia de Kosovo, de la misión civil de la UE, que debe tomar el relevo de la de la ONU.

«Ni la UE ni las autoridades de Kosovo serán aceptadas en el norte, que permanecerá aislado al menos cuatro o cinco años», prevé Vlassi.

En Belgrado, el primer ministro de Serbia, Vojislav Kostunica, ha calificado de «ilegal» esta misión, puesto que ha sido organizada sin el aval de la ONU. Por ello, considera que cualquier acercamiento entre Bruselas y Belgrado se ha convertido en imposible.

Kostunica también ha desencadenado una crisis política en Serbia, marcada por la ruptura de su alianza con la formación prooccidental del presidente Boris Tadic, la disolución del Parlamento de Belgrado y la convocatoria de elecciones anticipadas para el 11 de mayo.

La independencia kosovar también ha tensado las relaciones entre Occidente y Rusia, que apoya incondicionalmente a Serbia. «La declaración unilateral de independencia de Kosovo ha hecho que el sistema de relaciones internacionales haya volado en pedazos», declaró recientemente el presidente ruso, Vladimir Putin.

La declaración de independencia también ha elevado la tensión en los Balcanes, con las quejas de los serbios de Bosnia, que reclaman también su derecho a la independencia o la inclusión en Serbia, mientras que en Macedonia un partido albanés ha abandonado el Gobierno por la negativa de Skopje a reconocer como estado a su vecino kosovar.

Kosovo ha sido reconocido por 27 estados, incluidos EEUU y la mayoría de la UE, pero no ha obtenido la unanimidad europea, por la negativa del Estado español, Rumanía, Grecia, Portugal o Chipre.

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