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Raimundo Fitero

De oro

Verdaderamente da para mucho: la selección de natación sincronizada se baña en oro. Desde la individual, al dúo, al de conjunto, con una estrella indiscutible, la veterana Gemma Mengual, que lleva muchos años cosechando platas, bronces, y que espera revalidar alguna de ellas en los Juegos Olímpicos de Pekín. Tengo la impresión de que este deporte, gimnasia, ballet acuático o como quiera definirse, no sería lo mismo sin las posibilidades de las televisiones y los avances tecnológicos. Es más, ¿alguien conocía de su existencia hace diez años, por poner una fecha?

Así que alguien que en unos europeos ha logrado estas marcas, pasa por nuestros noticiarios como una circunstancia sin ninguno tipo de apoyo, sin comentario más allá de lo rutinario y lo meramente coyuntural. Nadie piensa en las horas de piscina que deben meterse esas mujeres para lograr tal perfección, ni los días a la semana que se entrenan, ni los años que llevan compitiendo para conseguir este éxito efímero. Ella, Gemma, es más conocida actualmente por algunos anuncios que se emiten en televisión que por su propia carrera, y es posible que haya conseguido ganar más dinero por la publicidad y la pasarela circunstancial, que por su trabajo en el agua durante cerca de veinte años.

No obstante sabemos los pormenores de un tal Raúl, que jamás ha ganado ni una medalla de plastilina en ninguna competición de selecciones, sabemos que han cerrado un campo de fútbol, que un portero está lesionado, que han operado a un delantero centro o que un corredor de coches anuncia seguros, relojes, coches y todo aquello que le ayude a mantener su chalet suizo en perfecto estado de revista. No hace falta que estén en los primeros lugares, simplemente mueven masas y dinero, eso es lo que importa.

El oro, en otros casos es relativo, y por cuestiones de perímetro y kilómetros de costa, me imagino, ha sido en el agua, en la piscina donde se han conseguido las medallas en la representación española internacional. Recuérdese los chicos de water-polo. Nadie se acuerda ahora de ellos, nada más que para recordar que algunos acabaron cocainómanos, y hasta uno voló por la ventana haciendo un doloroso mutis. Y fueron de oro.

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