El sueño de rodar en Iraq
«Ahlaam»
M. I. | DONOSTIA
El cine iraquí no existe como tal, ante la imposibilidad de desarrollar una mínima industria tras la caída de Sadam Hussein, quien principalmente sólo impulsaba noticieros gubernamentales. Desde la invasión de las tropas norteamericanas, las pocas salas de exhibición que quedaban en el país apenas se mantienen en pie. «Ahlaam» es la segunda película que se realiza en Iraq en todo ese período y su mera existencia ya es un verdadero milagro. Su rodaje ha sido una locura temeraria y se ha podido llevar a cabo gracias a la doble nacionalidad del realizador Mohamed Al-Daradji, un iraquí con pasaporte holandés. Fue la embajada holandesa la que tuvo que intermediar las repetidas veces en que el equipo de filmación era detenido por cada una de los distintos bandos en conflicto, sin poder evitar que fueran tiroteados y que el técnico de sonido resultase herido en una pierna.
Las complicaciones no acabaron ahí, ya que Al-Daradji quería dar protagonismo a la mujer iraquí, a la que se le niegan sus derechos más elementales. Para poder integrar a la actriz Aseel Adel en el reparto se vio obligado a contratar a su marido como chófer, pues ella no podía trabajar sin estar bajo su custodia día y noche. En tales condiciones es muy complicado hacer cine de ficción, sin que la guerra irrumpa a cada rato. «Ahlaam» se pude traducir como «sueño», pues Al-Daradji ha querido cumplir la ilusión de rodar en su país a pesar de todos los pesares, aunque haya tenido que ser una historia de locura colectiva.
El proyecto se inició como una ficción. Pero al intentar explicar la vida de la fábrica, la autora se vio que se contradecía, por lo que sintió la necesidad de comprender qué ocurre y ha ocurrido con el movimiento obrero.
Los 660 trabajadores despedidos por la Volkswagen sirven para reafirmar que las pinturas con las que José Ramón Urtasun denunció las problemáticas obreras de los años 70 tienen aún vigencia.
El documental va recuperando los diferentes cuadros que se expusieron hace tres décadas llevando a cabo así una recomposición de la exposición «Hombre máquina» y de las vidas de quienes han guardado las pinturas.
La mezcla entre la palabra «chimenea» y el personaje de cuento Mariximi da nombre al documental, con la intención de hacer soñar que una chimenea, además de humo, también puede traer esperanzas.
Dirección y guión:
Goizeder Urtasun.
Testimonios:
José Ramón Urtasun, Lino Otano, Pablo Ibañez, César Osanz y Ricardo Luque.
Duración: 90 minutos.
Género: Documental.
Dirección, guión y fotografía:
Mohamed Al-Daradji.
Producción: Atea Al-Daradji y Mohamed Al-Daradji.
Música: Naseer Shadma.
Intérpretes:
Aseel Adel,
Bashir Al-Majid,
Mohamed Hashim,
Kaheel Kalid, Mortadha Saadi.
País: Iraq-Holanda; 2005.
Duración:
110 minutos.
Género:
Drama psicológico.