Los secretos de la belleza de Extremo Oriente
«Seda»
Keira Knightley es la nueva estrella que triunfa en las películas de época y para ella expresamente ha sido desarrollado más ampliamente el personaje femenino de la novela del italiano Alessandro Baricco, adaptada para la gran pantalla por el canadiense François Girard. «Seda» es un frágil y etéreo relato viajero rumbo al Japón de mediados del siglo XIX.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
El canadiense François Girard inició su trayectoria internacional con la película «Sinfonía en soledad», en la que plasmó el extraño mundo del virtuoso del piano Glenn Gould. Para seguir las andanzas del concertista tuvo que viajar, iniciando una tendencia itinerante que se iba a convertir en el sello característico de su cine. La fama y el reconocimiento le llegaba hace diez años con «El violín rojo», donde el conocido esquema narrativo del objeto que va pasando de mano en mano era puesto al servicio de este instrumento musical, cuyo color era atribuido a la sangre de la mujer del luthier que lo construyó en el siglo XVII, ya que lo creó en homenaje a su trágica muerte. La historia del violín en cuestión alcanzaba hasta nuestros días, como la de tantas obras de arte que acaban en las casas de subastas. Su pista casi se pierde en el período en que llega a China, lo que permite introducir un exotismo cultural que va a estar todavía mucho más presente en su siguiente película, culminando una lógica evolución en la idea del viaje sin fronteras geográficas y temporales.
En «Seda», François Girard se traslada al Extremo Oriente que no conocimos, a un Japón soñado y perdido en algún remoto rincón del tiempo o, simplemente, de la imaginación. La teoría del cineasta, que coincide con la de una parte importante de la industria cinematográfica actual, es la de que el futuro del cine está, aunque aparentemente parezca contradictorio, en las películas de época.
El éxito cada vez más patente de la novela de ficción histórica parece apuntar igualmente en esa dirección, porque, en plena era de la globalización, se tiene acceso al conocimiento de otros países en la era contemporánea, mientras que sabemos menos de su pasado. La clave está en la mirada retrospectiva, la que nos conduce hacia un mundo sin contaminar por el que se empieza a sentir una nostalgia inconsolable. «Seda» es justo el tipo de producción que quiere recuperar la belleza que hoy ya no es posible de forma natural, debido a que la artesanía se va perdiendo. Los tejidos sintéticos han sustituido a los naturales, sin que las nuevas generaciones sepan ya como es el tacto de la seda. Son sensaciones en vías de extinción que la literatura y el cine tratan de retener a toda costa, al igual que ocurre con el concepto mismo del viaje. Las barreras a la importación se han roto, pero en el siglo XIX el ir hasta al otro extremo del mundo a por los gusanos de la seda era una aventura digna de ser vivida, por la emoción que se desprendía del riesgo conjugado con el descubrimiento de lujos y placeres nunca antes experimentados.
El que la literatura y el cine compartan en estos momentos objetivos comunes no quiere decir que resulte fácil la relación entre uno y otro medio expresivo, sobre todo cuando se trata de un escritor tan difícil de adaptar como Alessandro Baricco. Fue Giuseppe Tornatore quien hizo el más difícil todavía, al llevar a la pantalla su monólogo teatral «Novecento» en la premiada película «La leyenda del pianista en el océano». El novelista y dramaturgo turinés, que no suele conceder entrevistas y es difícil de desentrañar más allá de sus textos, presentaba a un personaje insólito, un pianista que nunca había salido del trasatlántico en el que tocaba para las pasajeros. Recogido de niño por la tripulación, se había criado en la nave, resumiendo en su propia existencia un siglo tan movido como el pasado sin necesidad de salir de su entorno cerrado. Tornatore pudo experimentar dentro un marco tan puramente imaginativo, pero «Seda» es ya la novela más leída del autor, por lo que su adaptación presenta de entrada los problemas del respeto a una obra tan difundida y admirada.
No es sencillo encontrar una adecuación dentro del lenguaje fílmico al estilo literario de Baricco, cuya novela «Seda» se podría catalogar como un poema en prosa. Es de lectura fácil y rápida, pese a que el tema se preste a un tratamiento más denso. Ahí reside precisamente su originalidad, en el tono liviano y hasta naif con que narra acontecimientos que, descritos por cualquier otro autor, darían lugar a un gran relato épico. La elección del sedoso material de la tela como perfecta analogía lo dice todo, del mismo modo que podría haber sido una porcelana china.
Esa fragilidad con la que el turinés maneja la interiorización de unos personajes trotamundos sirve, en lo delicado del retrato, para crear un contraste deliberado entre la fuerza externa de la historia y el intimismo que la recorre por dentro. Por lo que he podido ver en el amplio trailer de la versión cinematográfica de François Girard, hay un planteamiento esteticista a la hora de encontrar una vía de traducción a unas imágenes preciosistas, con el riesgo que siempre implican tales tratamientos formales de caer en lo superficial.
Lo que no se dice
El viajero o Marco Polo decimonónico que protagoniza «Seda» es un oficial militar llamada Herve Joncour, que será movilizado por un comerciante provinciano muy ambicioso. Este joven quedará deslumbrado al abandonar su tierra y descubrir lugares ignotos con los que ni siquiera había soñado jamás, limitándose a observar boquiabierto semejantes maravillas. Su papel pasa a ser, por tanto, el de un observador nato, que ni siquiera acierta a encontrar en su reducido vocabulario palabras con las que expresar la impresión que le produce cuanto ve. Para interpretar a este testigo de excepción, Girard ha apostado por Michael Pitt, que es un actor acostumbrado a tener pocos diálogos y comportarse más como una presencia, una especie de esponja que lo absorbe todo. Después de encarnar a Kurt Cobain en la controvertida película de Gus Van Sant «Last Days», sus maneras interpretativas corren el peligro de un cierto encasillamiento, del que su actuación interiorista en «Seda» no le va a sacar. El simple hecho de no hablar las lenguas de los sitios que vista, menos aún el japonés, provoca en él un lógico aislamiento, mitigado por el lenguaje de las miradas. En consecuencia en la película acaba teniendo más importancia lo que no se dice que lo que se dice.
La mayor diferencia sustancial entre la novela original de Alessandro Baricco y la película de François Girard reside en la relevancia que adquiere el personaje femenino de Helene, la esposa de Herve. En el libro es una mujer en la sombra, que soporta en silencio las largas ausencias de su marido viajero, e incluso calla, o se guarda para sí las sospechas de infidelidad. En la pantalla ya no se limita a ser el elemento sumiso que aguarda el regreso del protagonista, sino que adquiere vida propia y se comporta más de acuerdo con el rol actual femenino, en contra de la dependencia del hombre.
Al crecer tanto en el guión, Helene debía de ser interpretada por una actriz estelar, y de ahí que Keira Knightley haya sido reclamada para reforzar el reparto. El trío principal se completa con el siempre dúctil Alfred Molina, que es el comerciante dispuesto a traer los gusanos de seda desde el Japón cuando comienzan a escasear en otras partes.
Título original: «Silk».
Dirección: François Girard.
Guión: François Girard y Michael Golding, sobre la novela de Alessandro Baricco.
Producción: Niv Fichman, Nadine Luque, Domenico Procacci y Sonoko Sakai.
Fotografía: Alain Dostie.
Música: Ryuichi Sakamoto.
Intérpretes: Michael Pitt, Keira Knightley, Alfred Molina, Koji Yakusho, Sei Ashina, Mark Rendall, Kenneth Welsh, Tony Vogel, Callum Keith Rennie, Toni Bertorelli.
País: Canadá; 2007.
Duración: 112 minutos.
Género: Drama romántico.
Son muchas las razones por las que la carrera de Keira Knightley se va decantando claramente hacia el cine de época, empezando porque es la mejor salida internacional hoy en día para una joven actriz inglesa. Otra cuestión es que ella se sienta más segura y protegida bajo ropajes recargados, en lugar de mostrar su delgadez. Después de «Seda» la veremos en «La Duquesa», que es una película en la línea de la «Maria Antonieta» de Sofía Coppola. La triunfal lista se completa con sus aclamadas intervenciones en «Expiación», «Orgullo y prejuicio», «El rey Arturo» y la trilogía de «Piratas del Caribe».
«Soy una gran fanática del libro -dice Knightley-. En él, Helene es casi totalmente transparente. Y ha sido muy interesante el intentar desarrollar este personaje. Me encantó la idea de interpretar a alguien que mantiene a raya sus emociones, que no va sacando todo hacia fuera»