«Como la vida misma» es de esas comedias independientes norteamericanas que dan mucho más dinero en taquilla de lo que cuestan, gracias a que no suelen insultar la inteligencia del espectador. Prueba de ello es que en el reparto tiene cabida una actriz europea con el talento de Juliette Binoche, quien aparece como la novia imposible de un Steve Carell habituado a demostrar que los grandes actores cómicos son los que mejor combinan el humor y el drama, porque además de hacer reír saben ser serios sin histrionismos y una ejemplar economía gestual. Los dos se conocen en una librería, pero a pesar del flechazo inicial su relación no va a resultar fácil, entre otras cosas porque ella está ya comprometida con el hermano de él. La reunión familiar que les espera resultará propicia para los equívocos y las situaciones comprometidas.

En su segundo largometraje, Peter Hedges insiste en el tipo de comedia familiar que ya le diera buenos resultados en su anterior «Retrato de April». Es un terreno en el que ya adquirió reputación como guionista, escribiendo los argumentos de «¿A quién ama Gilbert Grape?», «Mi mapa del mundo» y «Un niño grande». Son historias que tienden hacia la coralidad y necesitan de buenos repartos, lo que, en el caso de «Como la vida misma», queda asegurado por la presencia de la pareja de veteranos formada por Dianne Wiest y John Mahoney, que son los abuelos que reciben en su casa de la costa a sus hijos y nietos, más las ocasionales parejas de los primeros. El personaje de Carell en concreto es un divorciado, padre tres hijas, dos de ellas en la temida edad adolescente. Se puede decir que está en una onda bastante similar a la del que hacía en «Pequeña Miss Sunshine».