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Petty visto por Bogdanovich

«Runnin' down a dream»

La caja vale una pasta, pero es el mejor regalo que se le puede hacer a un viejo roquero, aunque el día del padre ya haya pasado. Contiene cuatro discos, porque además de los dos correspondientes al documental de Bogdanovich, hay un tercero con la grabación completa del concierto del treinta a niversario que Tom Petty y los Heartbrakers dieron en su localidad natal de Gainesville, más un cuarto que contiene solamente música. La única pega que se le puede poner a esta irresistible invitación al pecado es que va dirigida solamente a iniciados, salvo en el caso de algún neófito que todavía esté por conocer al rubiales de Florida y sus hazañas. Hay que advertir que el maestro Bogdanovich no ejerce de cineasta, sino de un aficionado más deseoso de repasar la vida y milagros de su artista favorito. Puede que las cuatro horas que le dedica se queden cortas, dada la dificultad que supone resumir más de cuarenta años de carrera en un doble DVD. Otros, como Scorsese, prefieren perder su tiempo con la mercadotecnia y gente tan acabada como los Rolling Stones.

Tom Petty también se va acercando a cumplir los sesenta años de edad, con la diferencia de que no se ha dejado desgastar por el tiempo. En las imágenes actuales se le ve tan coqueto como siempre, a la vez que no ha perdido la frescura ni la actitud de cantautor eléctrico. Se le ve feliz con su programa de radio, a través del cual comparte su inigualable colección de vinilos. No tiene problema en recordar el pasado, mientras el montaje de las imágenes va mostrando lo bien que ha sabido combinar el elegante vestuario con su particular museo de la guitarra, con preferencia hacia las Rickenbacker y al sonido de Roger McGuinn y los Byrds, que nunca ha sido superado. Es uno de los tantos amigos que van desfilando gustosos por la pantalla.

 
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