La minería ha sido uno de los motores del desarrollo de nuestro país y ha marcado su evolución a través de los siglos. La importancia minera del Leitzaran es innegable. La explotación de diversos cotos en el seno del valle ha dado lugar a un importante patrimonio que, como consecuencia de su abandono, sufre un inexorable proceso de degradación, que, con frecuencia, afecta también al entorno natural más inmediato. De muchos edificios asociados a la actividad minera apenas quedan las paredes en ruinas. Las bocaminas y los pozos están sellados o tapados por la vegetación, constituyendo en este caso un peligro potencial para ganados y personas que, inadvertidamente, pueden caer en su interior.

Y, así las cosas, cabe preguntarse: ¿es que el cierre de una explotación debe conllevar necesariamente que tanto sus instalaciones como el propio yacimiento dejen de tener interés para la sociedad? Muchos defienden la restauración topográfica y vegetal de las explotaciones mineras agotadas, enterrándolas o sellándolas. Sin embargo, cuando estas labores han sacado a la luz afloramientos minerales de interés o han permitido acceder a galerías excavadas hace muchos siglos, en cuyo seno han aparecido restos arqueológicos de gran valor, ¿es razonable destruir esos lugares o dejarlos degradarse lentamente?, ¿es posible que los yacimientos minerales y las labores mineras que tan notablemente han influido en el desarrollo de nuestro valle no tengan un mínimo de interés para la sociedad actual?

Frente a la idea, muy generalizada, de que la restauración de un resto minero pasa inevitablemente por su enterramiento o sellado, cada vez somos más las personas que pensamos que un afloramiento de mineral en la pared de una galería o una instalación industrial que durante años ha sido el centro neurálgico del valle tienen un valor patrimonial cuya conservación es más defendible que su destrucción.

Una alternativa a la degradación del patrimonio geológico-minero que en algunos casos puede ser positiva y viable es la creación de parques temáticos mineros. Ello permitiría conservar el patrimonio, al tiempo que se frena en lo posible la actual degradación del medio natural, y cumplir con la labor didáctica de mostrar a la sociedad un tipo de actividad que ha sido -y es- muy importante.