Joan Barril 2008/3/20
El padre comparsa
el Periódico
El miércoles fue el día del padre y el viernes es el día de la poesía. Cuando hay un día dedicado a algo, siempre me sobreviene la sospecha de que el objeto de celebración de aquel día no está en su mejor momento. Dejemos la poesía para más adelante y quedémonos en la paternidad. Se habla del padre porque un señor llamado José enseñó el oficio de carpintero a un hijo que pasaría a la posteridad espiritual de medio mundo.
A los padres contemporáneos se les obsequia con una corbata o con un juego de ordenador y hasta el año que viene. Nadie, ni siquiera el carpintero de Nazaret, conoce las reglas del oficio de padre. De la misma manera que existe un instinto maternal, me es difícil creer en la existencia de un instinto paternal. En todo caso, es una vocación, una repetición torpona del papel autoritario que la sociedad espera de él. (...)
Los padres-hombres no suelen montar congresos para mejorar en su condición paterna. No trajeron a sus hijos al mundo, pero sienten la responsabilidad de mantenerlos y de hacerles volar hacia mundos mejores. Los padres sufren cuando no pueden lucir a sus hijos. Intuyen que, por primera vez en la historia, tal vez sus hijos vivirán peor que ellos. Se acabó, afortunadamente, el ordeno y mando, pero no ha llegado todavía un manual del padre adaptado a todas las edades. El padre que vigila que su bebé gatee hasta poner los dedos en el enchufe. El padre que cree que la tos de su hijo es menos grave por la tarde que a las tantas de la madrugada y se llega en pijama hasta urgencias. El padre que no sabe dormir y que espera hasta el alba la llegada de su hijo adolescente (...).
Todo eso son palabras, pero también es un sentimiento que los padres no saben dónde expresar. Tal vez lo hagan mañana, en el día mundial de la poesía, ese día que coincidirá con la fecha en la que el hijo del carpintero no llegó a casa cuando se le esperaba (...).