Análisis | Crisis financiera
El triple pecado de la gran banca privada
Desde agosto de 2007, los bancos de EEUU y Europa están bajo los focos debido a la grave crisis que padecen y hacen padecer al sistema neoliberal en bloque. Servicios de estudios y economistas consideran que la factura superará el billón de dólares.
Damien MILLET y Eric TOUSSAINT portavoces del Comité para la Anulación de la Deuda Pública del Tercer Mundo (CADTM) en los estados francés y belga, respectivamente
Los autores explican analizan la crisis desatada con el estallido de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos el pasado año y explican cómo construyeron los bancos «un montaje de deudas tan irracional» y les piden que rindan cuentas de lo realizado en las últimas décadas
Los organismos de crédito hipotecario concedieron préstamos a un sector de la población ya fuertemente endeudado. Las condiciones de estos préstamos, de alto rendimiento (para el prestamista), constituyen una auténtica engañifa: el tipo es fijo y razonable durante los primeros dos años, pero luego sufre un fuerte aumento. Los prestamistas afirmaban a los clientes que el bien que adquirían con el préstamo se valorizaría en poco tiempo dado el aumento de los precios en el sector inmobiliario.
El quid de la cuestión es que la burbuja inmobiliaria finalmente estalló en el 2007, y los precios comenzaron inexorablemente a bajar. Como el número de impagos tuvo un considerable crecimiento, los organismos de crédito hipotecario comenzaron a verse en dificultades para reembolsar sus deudas.
Para protegerse, se niegan a conceder nuevos préstamos o prestan a un interés mucho más alto. Pero la espiral no se detiene, porque los bancos habían comprado un gran volumen de acreencias hipotecarias, y en gran parte fuera de balance, creando unas sociedades específicas llamadas Structured Investment Vehicles (SIV), las que financiaban la compra de deuda hipotecaria de alto rendimiento, transformadas en títulos.
A partir de agosto de 2007, los inversores dejaron de comprar los productos emitidos sin garantía por las SIV y éstas se quedaron sin liquidez para comprar los créditos hipotecarios titularizados. Los grandes bancos que habían creado las SIV tuvieron que asumir los compromisos de éstas para evitar que quebraran. Ahora tienen que incluir en sus balances las deudas de las SIV.
Resultado: ¡Pánico a bordo! En EEUU, 84 sociedades de crédito hipotecario han quebrado o cesado parcialmente su actividad entre el 1 de enero y el 17 de agosto de 2007, mientras que en 2006 fueron sólo 17. En Alemania, el banco IKB y la institución pública SachsenLB fueron salvados a último momento. Inglaterra tuvo que nacionalizar el banco Northern Rock, en bancarrota. El 13 de marzo de 2008, Carlyle Capital Corporation, cuya proximidad declarada al clan Bush es bien conocida, se desmoronó. Al día siguiente, el banco estadounidense Bear Stearns pidió ayuda a la Fed para obtener una financiación de urgencia. Será comprada a precio de ganga por JP Morgan Chase.
Varios segmentos del mercado de la deuda constituyen construcciones endebles en vías de derrumbarse. El salvamento de las instituciones financieras privadas se lleva a cabo gracias a la intervención masiva de los poderes públicos.
¿Por qué los bancos, que ahora no vacilan en anular unas deudas dudosas de decenas de miles de millones de dólares, siempre se han negado a anular las deudas de los países en desarrollo? Es perfectamente posible y absolutamente necesario. En el origen de las deudas actuales, cuyo pago reclaman los bancos a estos países, se encuentran unas dictaduras criminales, unos regímenes corruptos, unos dirigentes fieles a las grandes potencias y a los acreedores. Los grandes bancos han prestado sin miramientos a regímenes tan poco recomendables como la de Suharto en Indonesia, a las dictaduras latinoamericanas de los años 1970-1980, amén del régimen del apartheid de Sudáfrica. ¿Cómo pueden continuar infligiendo el yugo de la deuda a unos pueblos que han sufrido unos regímenes dictatoriales que ellos mismos financiaron? En el plano jurídico, son numerosas las deudas odiosas que figuran en sus libros de contabilidad y que no deben ser pagadas.
En 1982, la crisis de la deuda del Tercer Mundo fue provocada por el alza desmedida y unilateral de las tasas de interés decidida por la Fed. Antes de esto, los bancos privados habían impuesto préstamos a tasa variable a unos países ya sobreendeudados, que fueron incapaces de afrontar. En estos momentos, la historia se repite, pero esta vez en el Norte y de una manera específica: los hogares sobreendeudados de EEUU se encuentran en la incapacidad de devolver su deuda a plazo variable porque la burbuja ha estallado.
Las anulaciones de deuda que realizan los bancos dan la razón a todos los que, como el CADTM, reivindican la anulación de la deuda de los países en desarrollo. ¿Por qué? Porque la deuda a largo término de los poderes públicos del Tercer Mundo con los bancos internacionales llegaba a los 181.900 millones de dólares en el 2006. Desde agosto de 2007, han tenido que anular una suma muy superior, y esto no ha acabado...
Los grandes bancos privados han pecado tres veces: construyeron unos montajes desastrosos de deuda privada que han llevado a la actual catástrofe; prestaron a las dictaduras y obligaron a los gobiernos democráticos que las sucedieron a reembolsar con creces hasta el último céntimo de una deuda odiosa; se niegan a anular la deuda de unos países en desarrollo, a pesar de que su reembolso implica el deterioro de las condiciones de vida de las poblaciones.
Por todas estas razones, es necesario exigir que rindan cuentas de sus maniobras en el curso de las últimas décadas. Los gobiernos de los países del Sur tienen que llevar a cabo auditorías de su deuda, como hace actualmente Ecuador, y repudiar todas sus deudas odiosas e ilegítimas. Se trataría del primer paso para hacer que las finanzas desempeñen el papel que les corresponde, el de una herramienta al servicio del ser humano. De todos los seres humanos.