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La llegada de Mario Iceta agita y genera protestas históricas en el seno de la diócesis de Bilbo

La Semana Santa ha traído un poco de calma a la diócesis vizcaina, donde la designación de Mario Iceta como obispo auxiliar ha generado un gran revuelo, cuyas muestras evidentes han sido las protestas en su seno y la dimisión del secretario del Consejo Pastoral Diocesano.

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Agustín GOIKOETXEA

La Iglesia católica vizcaina va a volver a vivir días convulsos en las próximas semanas por la ordenación episcopal del gernikarra Mario Iceta Gavicagogeascoa como obispo auxiliar de Bilbo el 12 de abril, a las 12.00, en la catedral de Santiago. La antesala a esta celebración protocolaria será el 4 de abril, en la basílica de Begoña, con la despedida a su antecesor, el iurretarra Karmelo Etxenagusia, con una acción de gracias.

Desde que la Santa Sede hiciera público el 5 de febrero la designación del entonces vicario general de Córdoba como obispo auxiliar de Bilbo, ésta ha generado muchas reacciones en contra. Las más significativas han sido la dimisión de Bittor Uraga, secretario general del Consejo Pastoral Diocesano, el máximo órgano laico en la diócesis que dirige Ricardo Blázquez, y la protesta pública de los cinco miembros de la Comisión Permanente del Consejo Presbiterio y nueve del Comité Ejecutivo del Consejo Pastoral Diocesano por no haber sido oídos, «ni tan siquiera informados» por la curia vaticana.

El obispo, que preside ambas instancias de la Iglesia vizcaina, ha sido testigo del «desacuerdo, malestar y tristeza» expresado por la mayoría de los componentes de ambos consejos, algunos de los cuales han anunciado su voluntad de dejar sus cargos. La más destacada, la renuncia -que no abandono- de Uraga, que comunicó por correo electrónico a los miembros del Consejo Pastoral Diocesano su decisión «porque este nombramiento constituye una falta de respeto para con la Iglesia difícilmente tolerable».

«No tengo nada qué decir de este hombre que viene a nosotros como obispo, ya que es un perfecto desconocido para casi todo el mundo en Bizkaia. Sin embargo -expuso Uraga en su misiva- no me parece un buen comienzo de un vizcaino que no ha estado aquí en el seminario, ni ha ejercido como presbítero en esta Iglesia local siquiera, sin embargo, venga a Bizkaia como obispo, es decir con mando». El secretario del Consejo Pastoral Diocesano dimisionario subrayó en su explicación que la decisión de Roma pone en cuestión la trayectoria de la Iglesia vizcaina de las últimas décadas. «De un solo plumazo nos han desautorizado a todos, a los curas y a quienes no lo somos», apostilla quien ejerció el cargo desde marzo de 2007.

La dimisión de Uraga es sólo una muestra del recelo con que será recibido Iceta, un hombre al que se relaciona con el Opus Dei, a pesar de que él lo niegue. El déficit democrático en la Iglesia católica es denunciado constantemente por muchos fieles y, en esta ocasión, desde los propios órganos de la diócesis vizcaina, por primera vez en la historia, se ha lamentado esa falta de transparecencia. «Hemos vuelto a perder una oportunidad de ejercer esa comunión eclesial en la que profundamente creemos y por la que estamos trabajando. Una comunión que es recíproca: de la diócesis con su obispo, y del obispo con su diócesis. Una comunión -manifestaron desde los consejos- en permanente movimiento, comunión dinámica, que exige proceso, ir dando pasos, hacer camino compartido».

La queja de la totalidad de los miembros del Consejo de Presbiterio -excepto el obispo Ricardo Blázquez- se produce con el nombramiento firme de Iceta Gavicagogeascoa, desoyendo algunas recomendaciones realizadas hace algunos años por esta especie de comisión de sabios de sacerdotes vizcainos a la Nunciatura apostólica, ante el retiro de Etxenagusia en virtud de las directrices del Derecho Canónico.

Es difícil calibrar aún la repercusión que va a tener la llegada del nuevo obispo auxiliar, aunque el considerado como «movimiento estratégico» de los sectores conservadores españoles para «tratar de meter en cintura» al clero vasco se aventura crucial. «Tardarán un tiempo en hacer visibles los cambios que tememos va a introducir para debilitar la línea que ha mantenido la Iglesia», señalan miembros de la comunidad católica de Bizkaia, que no ocultan cierto temor porque Iceta aúpe al frente de algunas parroquías a curas ultraderechistas.

No todas las reacciones han sido de desaprobación a la decisión adoptada por el Vaticano, desde diferentes cavernas mediáticas españolas se aplaude sin disimulo mientras se desacredita a los que la cuestionan. Desde tierras andaluzas, por ejemplo, se organizan peregrinaciones para asistir a la ordenación en la catedral de Santiago de Iceta.

Movimientos en cartera

Uno de los movimientos que podría hacer el nuevo obispo auxiliar de Bilbo es asumir las responsabilidades del actual vicario general, como sucede en otras diócesis pero que en Bizkaia no se ha efectuado. Así, se relegaría a Angel María Unzueta Zamalloa, un «factotum» en el seno de la curia vizcaina y cuyo nombre aparecía en las quinielas de «obispables», al igual que el misionero en Ecuador Joseba Segura Etxezarraga; el secretario general de la diócesis, Gaspar Fernandez de Larrinoa; o el claretiano bergararra Xabier Larrañaga Oyarzabal, profesor de Eclesiología en la Universidad de Deusto.

El nombramiento del obispo más joven de la Conferencia Episcopal Española a sus 43 años puede no ser el último nombramiento movido por criterios políticos e ideológicos en Hego Euskal Herria. En ámbitos eclesiales se baraja la posibilidad de que el salesiano Miguel María Asurmendi Aramendia, prelado de Gasteiz, sea quien sustituya a su homólogo guipuzcoano, Juan María Uriarte, quien cumple en julio los preceptivos 75 años que marcan el relevo. También se menciona a un miembro de la Obra o el prelado de Oviedo, el burgalés Raúl Berzosa. El lugar de Asurmendi lo ocuparía el conservador José Ignacio Munilla Agirre, natural de Zumarraga y obispo de Palencia.

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