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Amparo Lasheras Gainzarain Periodista

El «striptease» del señor Urkullu

El señor Urkullu no puede obviar una realidad: eso que desprecia es la mayoría social de este país. El cauce central de la sociedad vasca, que al PNV tanto le gusta atribuirse para sí mismo, no se mueve en parámetros de

Tengo que reconocer que no me esperaba una Semana Santa tan políticamente activa. Era de suponer que los políticos aprovecharían este periodo para disfrutar de unas merecidas (en los casos que así sea) vacaciones después de la campaña electoral, y de forma más sosegada, poder evaluar el nuevo mapa político que nos ha dejado el 9-M. Más allá de las valoraciones forzadas o en caliente de las diferentes formaciones, unas para intentar ocultar su fracaso y otras para exprimir al máximo su victoria, pensaba que era aconsejable dejar reposar los resultados, dejando cicatrizar ciertas heridas surgidas en campaña, antes de empezar con los movimientos de pactos o gobernabilidades.

Pero se puede decir que el presidente del EBB no ha perdido el tiempo. Sin querer entrar a valorar que en quince días escasos se haya reunido varias veces el EBB o se haya convocado a los diferentes órganos regionales así como a la Asamblea Nacional, el actual presidente del PNV Iñigo Urkullu ha encadenado uno tras otro mensaje de pactos y acuerdos singulares al líder del PSOE José Luís Rodríguez Zapatero. Sin duda alguna su discurso más medido y de mayor calado político lo realizó en el Aberri Eguna. Esta fecha tan importante en el calendario para los que amamos a este país, ha sido utilizada históricamente por los líderes jeltzales para lanzar consignas y discursos que entran como una dulce melodía por los oídos abertzales. Pero en la plaza nueva de Bilbo, con Ibarretxe en segundo plano y sin hacer mención a su gran apuesta de la legislatura, es decir, la consulta, Urkullu apeló a un acuerdo estatutario al tiempo que arremetía contra la izquierda abertzale, EA, el sindicato ELA o todo aquel que viera con malos ojos sus intenciones.

Urkullu nos ha hecho un auténtico striptease político. En los últimos meses voces de la izquierda abertzale venían anunciando que el PNV intentaba abrir un proceso de renovación del Estatuto, pero el partido jeltzale ha mantenido hasta ahora un discurso de indefinición. Lo mismo hablaba del derecho a decidir como desempolvaba la conocida idea de Imaz de seducir a España. Parece que al PNV también le han llegado tiempos de definir su postura. En el Aberri Eguna Urkullu despreció a todo aquel que piensa que no se deben cometer errores del pasado, a aquellas personas que desean un cambio democrático para este país, a una grandísima parte de esta sociedad.

Pero, ¿a quién va dirigido el mensaje? ¿Al que recibe su desprecio o al interlocutor con el que desea pactar? Yo me decantaría por esta segunda opción. Parece que Urkullu viene a decirle a Zapatero que está dispuesto a pactar a cualquier precio, que está dispuesto a darle una hoja en blanco ya firmada a costa de la voluntad popular y del derecho a decidir, por encima de Nafarroa. Ciertos movimientos apuntan en esa dirección. Hace falta mucho más que descalificaciones baratas como «cabestro» para intentar ocultar que el PNV apoyará a un enemigo acérrimo del abertzalismo como es Bono para presidente de la Cámara baja.

Es muy posible que el PNV no tuviera previsto actuar de la manera que lo está haciendo, no tanto en los fines y más en las formas. Puede que sus planes pasaran por conseguir unos buenos resultados en las elecciones a cortes, y con la tranquilidad de salir fortalecido, iniciar un proceso de renovación del Estatuto, pudiéndolo maquillar para hacerlo más atractivo incluso a su propia base social. Los malos resultados cosechados le hacen buscar un acuerdo con el PSOE casi a la desesperada, dejando en evidencia que se trata de un pacto de elite política, de poder de gestión, dando la espalda y despreciando a una mayoría social. Me atrevería a decir que la urgencia con la que Urkullu está pidiendo el acuerdo responda a la necesidad de encarrilar ese pacto para poder retocar o «cepillar» la hoja de ruta de Ibarretxe.

Pero el señor Urkullu no puede obviar una realidad: eso que desprecia es la mayoría social de este país. El cauce central de la sociedad vasca, que al PNV tanto le gusta atribuirse para sí mismo, no se mueve en parámetros de renovación de Estatuto. Esos sectores que el nueve de marzo depositaron su confianza en la formación jeltzale, ¿respaldarán las declaraciones que Urkullu realizó en el Aberri Eguna? ¿Qué pensará esa persona que el 10 de febrero acudió al acto por el derecho a decidir realizado en el Kursaal, convocado por la plataforma Erabaki, y en el que estuvo el propio Urkullu presente?

La sociedad vasca no demanda una reforma estatutaria. No desea un acuerdo entre Zapatero y Urkullu, en el que mientras el primero logra la estabilidad política dentro de la Constitución, el segundo se asegura largos años de gestión y negocio. Esta sociedad demanda una verdadera solución democrática del conflicto. Desea que este pueblo sea reconocido como sujeto político con capacidad de decisión, donde el límite lo ponga la voluntad popular y no leyes redactadas para salvaguardar la unidad de España.

El actual presidente del EBB lo ha dicho muy claro, el futuro de este país lo van a decidir él y Zapatero. Pero aquí hay una mayoría que quiere participar sobre su futuro. Una mayoría que sabe que renovar el Estatuto beneficia a unos pocos y solucionar el conflicto nos beneficia a todos. ¿O acaso hay ciertos líderes políticos que no desean solucionar el conflicto?

Ha llegado la hora de trabajar. Ha llegado la hora de la mayoría social.

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