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CRÓNICA Un viaje por el Cáucaso sur

Nagorno-Karabaj, un viejo y renovado conflicto que continúa sin cerrarse

El cementerio de Yerablur en Yerevan, la capital de Armenia, contiene las tumbas de gran parte de los fallecidos durante el conflicto de Nagorno-Karabaj. En días señalados, como la Pascua, son numerosas las familias que se acercan hasta aquí para mostrar su dolor por la pérdida de seres queridos.

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Txente REKONDO

Las imágenes de los muertos en las lápidas, las flores sobre las tumbas y los llantos de madres de avanzada edad se entremezclan con las visitas de los «camaradas de armas» que lograron salir vivos de este reciente conflicto que sacudió las tierras del sur del Cáucaso y que trajo terribles consecuencias para las poblaciones de Armenia y de Azerbaiyán.

La disputa entre armenios y azeríes por el control de Nagorno-Karabaj puede considerarse como el primer enfrentamiento que sacudió esta región en las últimas décadas. Hace ahora veinte años, el 20 de febrero de 1988, el soviet local, de mayoría armenia, votó por la separación de Nagorno-Karabaj de la República soviética de Azerbaiyán, y su ingreso en la de Armenia.

Años veinte del siglo pasado

Las raíces de este conflicto no obstante se remontan a los años veinte del siglo pasado, cuando se produjo la reorganización soviética de las fronteras en el Cáucaso, que trajo consigo la creación de la Región Autónoma de las Montañas de Karabaj, de mayoría armenia, pero en territorio del Estado de Azerbaiyán. En aquellos años, Moscú buscaba un acercamiento a Turquía y de ahí esa maniobra, que chocaba con la demanda de Armenia, para la creación de un Estado en base a otras fronteras.

En 1988, la percepción de la población armenia de Nagorno-Karavaj en torno a su marginación política y cultural por parte de Bakú trajo consigo los primeros movimientos secesionistas, que un año más tarde se plasmaron en la declaración a favor de la unión de Nagorno-Karabaj con Armenia. Esta medida, que podría traer complicaciones al propio Gobierno de Yerevan fue cambiada por la proclamación de la independencia para Nagorno-Karabaj. Este paso fue ratificado en referéndum en 1991, y el año siguiente se declaró la República de las Montañas de Karabaj. A pesar de todo, a día de hoy esta república no ha recibido ningún reconocimiento internacional, ni tan siquiera Armenia se ha atrevido a dar ese paso.

La sucesión de huelgas, manifestaciones, pogromos y deportaciones degeneró en una guerra a escala total entre Armenia y Azerbaiyán. Miles de personas perdieron la vida, se calcula que pueden ser más de treinta mil, y varios millones fueron desplazadas de sus hogares.

El final de la guerra se sitúa en 1994, cuando las fuerzas armenias se hicieron con el control de Nagorno-Karabaj y lograron que el Ejército armenio abriera, por medio de la ocupación militar, un corredor dentro de Azerbaiyán para unir Nagorno-Karavaj con Armenia.

Oficialmente no se ha firmado ningún acuerdo, por lo que técnicamente la declaración del final de la guerra no se ha producido, y lo que se materializó es un alto el fuego auspiciado por Rusia que se mantiene a día de hoy. A pesar de ello, los enfrentamientos y ataques esporádicos se han sucedido en estos años, como el que ocurrió hace unos días y se cobró la vida de doce armenios y cuatro azeríes.

Las recriminaciones mutuas entre los gobiernos de Yerevan y Bakú se han sucedido estos días, con versiones y acusaciones mutuas. Desde Azerbaiyán se indica que los dirigentes armenios estarían utilizando estas «provocaciones para distraer la atención ante los graves acontecimientos domésticos de estas semanas». Por su parte, desde Armenia se acusa al vecino de intentar utilizar esa situación para debilitar aún más al gobierno de Yerevan.

El apoyo ruso, clave

La comunidad internacional, una vez más, ha jugado sus propias bazas en defensa de sus intereses militares, económicos o geoestratégicos. Así, Rusia apoyó en su momento a Armenia durante la guerra, lo que probablemente permitió a ésta hacerse con el control del enclave. Las riquezas energéticas de Azerbaiyán y la ubicación de los oleoductos y gaseoductos en la región son parte del jugoso pastel por el que pelean esos actores extranjeros.

En estos momentos, Rusia y Estados Unidos, junto al estado francés siguen con sus intentos mediadores, iniciados hace algún tiempo, para buscar una salida estable al conflicto y a la situación generada por éste. En este contexto, el pasado día 14, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó una resolución impulsada por Azerbaiyán (39 votos a favor, 7 en contra y 100 abstenciones) solicitando la salida inmediata de las tropas armenias de territorio azerí. Los tres estados mediadores votaron en contra de la propuesta, «porque esa medida no ayuda al establecimiento de un proceso de paz».

La resolución, además de la salida de las tropas armenias, exigía, entre otras cosas, «el respeto a la integridad territorial de Azerbaiyán, el apoyo a la población expulsada para la vuelta a sus hogares, la asistencia internacional para rehabilitar los territorios afectados o el rechazo a reconocer la independencia de facto que a día de hoy mantiene Nagorno-Karabaj».

Lo cierto es que el escaso apoyo recabado, el rechazo de importantes actores (el grupo mediador y Armenia, entre otros) no le augura un futuro halagüeño. En lo que sí ha acertado esa propuesta es a la hora de poner sobre la mesa los temas clave para la resolución definitiva de la situación. El estatus de Nagorno-Karabaj, la presencia de tropas militares armenias en Azerbaiyán, la seguridad de Kara- vagj, el regreso de los refugiados, y sobre todo el establecimiento de unas condiciones que garanticen una convivencia libres y en paz a las poblaciones armenias y azeríes.

Demanda de independencia

A día de hoy, las autoridades de Nagorno-Karavagj siguen demandando el reconocimiento por parte de la comunidad internacional de su independencia, con el apoyo tácito de Armenia. Azerbaiyán, por su parte, insiste en que se ha visto privada de importantes zonas de su territorio, dentro de las fronteras que reconocen las leyes internacionales, y que su soberanía sobre las mismas «debe ser reestablecida como una precondición para posteriores discusiones en torno a una posible autonomía para la población armenia que allí habita».

Los acontecimientos en otros lugares del mundo, cuando están relacionados con los intereses de terceros actores, también suelen tener repercusiones en situaciones como la que analizamos. Por ello no es del todo descartable que esas potencias sigan moviendo sus hilos por encima de las demandas de las poblaciones locales y ello lleve a una agudización de los enfrentamientos y a una mayor desestabilización en una zona ya de por sí inmersa en un difícil equilibrio político, social, étnico y económico. Las imágenes de los jóvenes fallecidos en este conflicto y de la destrucción de muchos pueblos en la frontera entre ambos estados son muestras de un sufrimiento y un enfrentamiento que todavía no ha cerrado sus cicatrices.

UN VIEJO QUISTE

En un intento de congraciarse con Turquía, el recién instaurado poder soviético insertó el enclave, de mayoría armenia, en la república de Azerbaiyán. La maniobra, que chocaba con las pretensiones de Armenia, está en el origen del actual conflicto.

DRAMA EN LOS NOVENTA

En medio de los titubeos de Yerevan, Nagorno-Karavaj declaró su independencia en 1992, lo que abrió la espita a una crisis que desembocó en una guerra abierta. El balance fue de decenas de miles de muertos y varios millones de desplazados.

ATAQUES ESPORÁDICOS

Este territorio, «de facto» independiente, es escenario de enfrentamientos armados esporádicos, como el que ha tenido lugar estos días y que se ha saldado oficialmente con la muerte de al menos doce armenios y cuatro azeríes.

MEDIACIÓN INTERNACIONAL

La cuestión de Nagorno-Karabaj ha sido debatida estos días en la ONU a instancias de Azerbaiyán. No obstante, el grupo mediador (EEUU, Rusia y Estado francés) rechazó la iniciativa, aprobada por 39 países pero que contó con un centenar de abstenciones.

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