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Extremófilos, la excepción en la tierra, quizá la regla en el espacio

Microbios en reactores nucleares y bacterias que vuelven a la vida después de 32.000 años de estar congeladas. Son los llamados extremófilos, que sobreviven en ambientes hostiles. ¿Por qué no encontrarlos entonces en otros lugares del cosmos?

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Joseba VIVANCO

Un hongo de color negro, recogido recientemente por robots en las paredes de la dañada ciudad de Chernobyl es capaz de absorber la radiación y utilizarla para su propio beneficio. No significa que puedan comer material radiactivo, más bien, pueden simplemente aprovechar la energía que emiten los materiales radiactivos para su propio beneficio. Pero de lo que no hay duda es de que lo descubierto es un extremófilo. La práctica totalidad de seres vivos que pueblan la Tierra no son nada extremistas en cuanto a las condiciones ambientales necesarias para su desenvolvimiento. Ellos, los extremófilos, son más bien la excepción de la regla. Pero, ¿y en el espacio exterior?

Un grupo de científicos de la NASA ha iniciado una exploración a un lago muy extraño y particular ubicado en la Antártida, que, aseguran, está repleto fundamentalmente de detergente de lavandería extrapotente, o algo similar. Se trata del lago Untersee, nutrido por glaciares, siempre cubierto de nieve, y muy alcalino, único de sus características en la Tierra. Los primeros 70 metros de agua del lago son tan alcalinos que «su pH es como ``CloroxTM'' fuerte», afirma el líder de la expedición, Richard Hoover, del Centro Marshall para Vuelos Espaciales. «Y para hacerlo todavía más interesante, los sedimentos del lago producen más metano que cualquier otra masa de agua natural que haya en nuestro planeta. Si encontramos vida aquí, tal descubrimiento tendrá importantes consecuencias», añade confiado.

El lago Untersee es una especie de caso de prueba para otros lugares exóticos del sistema solar, como por ejemplo Marte, los cometas y las heladas lunas de Júpiter y de Saturno, donde se podría hallar vida bajo condiciones extremas. Muchos de esos lugares son fríos y ricos en metano, «no tan distintos del lago Untersee». Y lo cierto es que los científicos están cada vez más convencidos de que en lugares como el subuselo marciano puede haber vida... extremófila.

«Algo que hemos aprendido estos últimos años», comenta Hoover en la página web Cienci@NASA, «es que no tienes que tener una ``Zona Ricitos de Oro'', con la temperatura perfecta, un nivel de pH específico, etc, para que la vida pueda desarrollarse». Algunos investigadores ya han encontrado microbios que viven en el hielo, en agua hirviendo y hasta en reactores nucleares. Pasa una bayeta húmeda sobre un mostrador y las bacterias surgirán de la nada.

Quizá uno de los más extraños hallados hasta la fecha sea la bacteria recuperada en las lentes aisladas de una cámara que había permanecido dos años en la Luna. Pero los hay que viven en concentraciones de ácido sulfúrico suficientes para disolver el metal, o a once kilómetros de profundidad en el océano donde la presión es equivalente a soportar el peso de cincuenta Jumbos, o en las chimeneas oceánicas donde las sondas de los científicos empiezan a fundirse... En 1997 se llegó a activar esporas de ántrax aletargadas 80 años en la vitrina de un museo y otros organismos revivieron tras ser liberados en una lata de carne de 118 años de antigüedad o una botella de cerveza de 166 años.

En excremento de pingüino

Hoover ha hecho estos años algunos diminutos amigos en lugares fríos. Sus equipos de investigadores han encontrado nuevas especies y géneros de extremófilos microbianos anaerobios en el hielo y en la capa de hielo que se encuentra permanentemente congelada en el subsuelo de Alaska, de Siberia, de la Patagonia o de la Antártida.

«Recuerdo que una vez encontré un extremófilo en excremento de pingüino», comenta. «Cuando me detuve a recogerlo, Jim Lovell, quien era mi compañero de investigación en aquel entonces, me dijo: `¿Qué diablos estás haciendo ahora, Richard?'. Pero valió la pena».

Mucho más increíble, sin embargo, fue la revelación, hace algunos años, de que algunos extremófilos hallados por investigadores en un túnel de Alaska volvieron a la vida una vez que se derritió el hielo que los rodeaba. Estas bacterias habían soportado estar congeladas durante 32.000 años y pudieron regresar a la vida «como si nada hubiera sucedido» a medida que se descongelaban. «Si criaturas microscópicas en la Tierra pueden hacer eso, ¿por qué no puede suceder lo mismo con criaturas microscópicas en otros planetas?», se pregunta este investigador. «Se pueden hallar muchas cosas tan sólo mirando», reflexiona Hoover. «La naturaleza nunca deja de sorprendernos».

De hecho, se discute que la vida en la Tierra pudo haber comenzado, no en la «pequeña charca tibia» de Charles Darwin, sino en un turbulento e hirviente géiser de un subocéano. Los termófilos que soportan temperaturas por encima de 100º bien podrían haber preparado el camino para nosotros.

metros

es la altura calculada que alcanzarían sobre la faz de la Tierra si vertiésemos todas las bacterias que viven bajos nuestros pies en el planeta.

El primero en ser descubierto lo fue en los géiseres de yellowstone

El primero de estos robustos organismos en ser descubierto, un termófilo, fue encontrado a finales de los años sesenta en el Parque Nacional de Yellowstone, colgando en una de las fuentes termales. Era una bacteria con un nombre mucho más grande que ella: Thermus aquaticus, (literalmente, «residente de baños calientes»). No sólo soportó, sino que floreció por encima de los 71º de temperatura. Ya en la década de los veinte se habían descubierto bacterias que vivían a 600 metros de profundidad en pozos de petróleo. Los extremófilos son así. Comen rocas y materiales de todo tipo, respiran cosas extrañas. ¿Nuestro pasado y futuro? GARA

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