SEGUNDA Los realistas sólo inquietaron con corazón
Las goteras de una estructura se notan sólo cuando llueve
La Real encajó su tercera derrota consecutiva en un encuentro condicionado por la actuación arbitral contraria y por la superioridad táctica de un Racing de Ferrol magistralmente dirigido por Juan Veiga.
REAL SOCIEDAD 1
RACING DE FERROL 2
Joseba ITURRIA | DONOSTIA
Las goteras de una estructura quedan en evidencia cuando llueve y en el fútbol con las derrotas. La Real encajó su tercera consecutiva, pero lo más preocupante tras tres fines de semana tormentosos, es encontrar tras la tempestad la calma y que vuelva a sonreír el sol de los resultados, algo que la Real ha logrado siempre que ha apelado a sus constantes vitales.
Porque en Euskal Herria llueve por naturaleza y por eso sólo a una persona puede ocurrírsele en primavera inundar de sillas unas pistas de atletismo desde las que sólo se puede ver lo que ocurre en las gradas. Máxime cuando permite por diez euros llevar a dos niños a las mejores localidades para ver fútbol desde una perspectiva ideal sin riesgo de coger un resfriado.
Lo peor no es la imagen de miles de sillas vacías en un estadio con unos fondos rotos donde cabían en los asientos retirados el doble de los niños que ayer por lo menos tuvieron la suerte de que dejó de llover y al ser pocos pudieron ver algo de fútbol desde la primera línea de sillas. Lo malo es que la misma cabeza a la que se le ocurrió eso también decidió forzar la marcha del entrenador más capacitado para lograr el ascenso con un equipo lanzado sin reparar en que no tenía un recambio.
Ahora Eizmendi es una isla rodeada de toda la desconfianza que ha caído en las tres últimas semanas lluviosas, pero el problema es no prever que esto iba a producirse cuando llegara una mala racha de resultados porque no confía en él ni la persona que lo puso sólo para un partido tras tocar muchas puertas. Y como en Euskal Herria, por mucho cambio climático, tenemos la suerte de que no falta nunca agua potable en nuestras casas, en el fútbol, por mucho que tengas más calidad que el rival, siempre hay épocas de sequía que ponen a prueba a todos.
Se puede hablar mucho de Bernabé García, que no debió pitar ningún penalti ayer. Ni era suficiente el contacto de Olmo sobre Díaz de Zerio ni la mala costumbre de Gerardo de defender con los brazos dentro del área a un rival que tiene el balón de espaldas. Y en su caso llueve sobre mojado porque en Salamanca la Real perdió por lo mismo. Cualquier atacante se cae al notar un contacto dentro del área rival. Lo hicieron Díaz de Zerio y Pereira y ahí empezó a sentirse que Bernabé quería que ganara el Racing. Sólo así se entiende que pitara uno y no el otro y su arrepentimiento en el gol concedido tras una acción en la que cabe pitar falta a Díaz de Zerio con el criterio de que al portero no se le puede tocar en el área pequeña. Queco Piña salta hacia arriba y Díaz de Zerio lo hizo en su dirección, le tocó y es aceptable que se interprete que le impidió blocar el balón.
Lo que no cabe aceptar es que en una acción que ve de cara sin obstáculos dé el gol y luego lo anule cuando el asistente no puede ver la jugada mejor. Y tampoco se puede entender que con cinco cambios y múltiples pérdidas de tiempo sólo conceda tres minutos de prolongación.
El árbitro y algo más
Pero el tronco del árbitro no debe impedir que veamos el bosque en el que se mueve la Real. El partido estuvo condicionado por el penalti y por el árbitro y aquí también llueve sobre mojado últimamente. Es verdad que con ventaja el Racing jugó mucho mejor por los riesgos y la ansiedad que demostró la Real, pero en este tipo de situaciones debe aflorar el corazón y el carácter de un equipo y desde que se ha ido Coleman y han desaparecido algunos jugadores del once y han entrado otros con más calidad técnica, el equipo ha mejorado en fluidez de juego, pero ha perdido más de lo ganado en el aspecto anímico, que es más importante cuando se juegan finales cada siete días.
Uno acudió a Anoeta en los últimos partidos de Coleman convencido de la victoria por su espíritu y por el que trasmitía a los jugadores. Así estaba convencido del triunfo cuando decidió no convocar a Mérida para enfado del hombre que quiso ficharlo en contra de su voluntad. Quiso ver un pulso en aquella convocatoria y forzó su marcha cuando el equipo daba una sensación de fortaleza anímica que ha faltado estas semanas. Así se ganó aquel partido al Alavés igual que se remontó el anterior ante el Tenerife porque aparecía para marcar goles vitales un medio centro que desde entonces no tiene mejor aportación a la Real que quitar el polvo de diferentes asientos de Anoeta.
Pero nadie pedía en las últimas semanas que jugara un hombre básico en la mejor racha del equipo. Se exigía la presencia del definido por alguno como el «niño de las botas rojas», ahora son blancas, a pesar de que la Real perdió en su único partido de inicio y no contaba apenas desde entonces en la buena racha del equipo. Pues ayer uno acudió a Anoeta convencido de la derrota y de que Mérida iba a ser el primer cambio. Y, por desgracia, también acertó. El chaval se movió bien, pero tuvo el empate en dos ocasiones claras y se le arrugó su prometedora pierna izquierda. Y es que el problema no es de calidad, sino de carácter, o de lo que se denomina metafóricamente con una palabra que de ser real llevaría a Carlos Martínez a jugar con bombacho en vez de con pantalón corto.
El navarro tuvo una y la metió con todo su alma, como lo hizo contra el Málaga en aquel partido en el que Coleman supo recuperar lo que este club no puede olvidar. Porque en el fútbol hay situaciones en las que eso es mucho más importante que la calidad... Y no fue Mérida, ni Martí, sino Carlos Martínez, el que logró que el equipo apelara a lo que debe apelar ahora.
Y si dura diez minutos más el partido probablemente la Real habría ganado por mucho que el señor Bernabé se empeñara en evitarlo y de que Juan Veiga le diera un repaso a Joserra Eizmendi que permitió a su equipo, al margen del árbitro, ser mejor hasta el gol del navarro.
Un baño en el plano táctico
El Racing demostró que se encuentra vivo gracias a la seriedad de los planteamientos de su entrenador, que con su aportación táctica compensa las limitaciones técnicas de un equipo que sólo tiene a sus dos jugadores de banda con un nivel alto con el balón en los pies.
Sólo con ver a Rubén en el primer saque de puerta de Riesgo colocarse a su izquierda para obstaculizar el inicio sistemático del ataque realista desde su portero a Xabi Prieto quedaba claro que el Racing había estudiado al detalle a su rival. Por eso los dos medias puntas se emparejaban con Martí y Aranburu para obstaculizar la otra clave del ataque blanquiazul con el bombero Rubén con su manguera preparada para socorrer a aquel defensa que pedía auxilio. Obviamente, esas ayudas se multiplicaban cuando el balón llegaba a Xabi Prieto, que veía como hasta tres jugadores intentaban cerrarle el paso.
Con este serio trabajo táctico el Racing de Ferrol consiguió que en todo el primer tiempo la Real sólo pudiera inquietar en seis saques de esquina botados desde el lado derecho, lo que demostraba que ésa era la banda por la que atacaban preferentemente los blanquiazules. Pero en esas jugadas claves faltó alma para rematarlas como ha hecho Garitano tres veces este año.
El segundo tiempo comenzó con otra nueva lección de Veiga, que pidió a sus jugadores más adelantados que impidieran a la Real jugar desde atrás. Y para intentar evitar las subidas de Carlos Martínez colocó en su banda a su mejor jugador, Pereira, para meterle el miedo en el cuerpo al no defenderle y esperar que sus compañeros le enviaran el balón largo tan pronto lo recuperaban. Así estuvo a punto de llegar un gol ferrolano en unos primeros diez minutos del segundo tiempo en los que tuvieron tres ocasiones clarísimas. Pese a todo, el navarro no entiende qué es el miedo y fue Veiga el que tuvo que recular.
Eizmendi, como era previsible, sacó a Mérida. Luego vio que necesitaba más llegada y recuperó a un segundo delantero y sacrificó, como es norma, al amonestado. Tuvo que cubrir su zona Mikel González y ahí cometió un error que originó un 0-2 que agudizó la impotencia realista hasta que un navarro recordó a todos que los momentos críticos son de hombres y no de niños y que hay que echarle...
Joserra Eizmendi se mostró más tranquilo y entero que en anteriores derrotas. Una periodista le dijo que la Real había jugado mal y mantuvo un careo con ella hasta que la puso nerviosa antes de trasmitir una reflexión: «No es oportuno y hay que intentar mantener la cordura en aras a que el fútbol sea un espectáculo y todos contribuyamos a ello. Así como los jugadores y técnicos debemos contenernos a la hora de hacer declaraciones, Antiviolencia debería controlar algunas cosas. Hemos visto muchas cosas durante el partido y todas no muy normales. ¿Qué es violencia, cómo se produce y quién la genera? Muchas veces se atribuye a declaraciones de jugadores y técnicos como motivo de violencia y hay otras cosas que podrían ser motivo de ello». Se refería al arbitraje cuando ha intentado evitar hablar de este tema siempre, intentó no quejarse de decisiones concretas, pero se le escapó que «mis jugadores me han comentado que no ha sido penalti cuando cinco minutos antes en el área contraria hubo un empujón a Díaz de Zerio. No creo que jugamos tan mal. El primer gol ha condicionado el juego y el resultado. No es igual jugar perdiendo. El rival ganando coge confianza, a ti te cuesta más hacer jugadas, asumes más riesgos y así nos meten el segundo gol. Luego metemos dos y uno lo anulan...».
A Badiola le preguntaron ayer en ETB por un posible cambio de entrenador y lo descartó al afirmar que «ahora en este momento pensamos en motivar al equipo y a José Ramón».
ITURRIA
Los médicos trasmitieron tras el partido que Nacho sólo sufre una fuerte contusión en la cabeza del peroné, aunque habrá que ver cómo está hoy en Zubieta, donde hay sesión postpartido a las diez.