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Louise Bourgeois exorciza su pasado en el Centro Pompidou

Louise Bourgeois protagoniza un autoexorcismo en el Centro Pompidou de París a través de una exposición retrospectiva que reúne más de doscientas obras realizadas por la veterana artista entre 1938 y 2007. La muestra podrá ser visitada hasta el 2 de junio.

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GARA | PARÍS

«Mi infancia no ha perdido nunca su magia, ni su misterio, ni su dimensión dramática», ha dicho en alguna ocasión Louise Bourgeois, nacida en París en 1911 y afincada en Nueva York desde hace ya muchos años. En la exposición que inauguró recientemente la ministra de Cultura, Christine Albanel, en el Centro Pompidou -la primera antológica dedicada a la artista en el Estado francés-, Bourgeois ahonda precisamente en lo más profundo de su inconsciente, donde están sus traumas infantiles y sus recuerdos familiares -íntimamente ligados a un padre al que amaba y odiaba violentamente al mismo tiempo- para crear sus obras, un arte difícil de clasificar.

En su ejercicio catártico, una especie de autoexorcismo, la veterana artista, que no asistió a la inauguración de la muestra, ha utilizado distintas técnicas y materiales, aunque la temática ha sido siempre la misma: «La vida expresada en arte» y convertida en sui géneris vocabulario artístico.

De ello es reflejo la exposición que, comisariada por Marie Laure Bernadac, ahora ha organizado el Pompidou, en colaboración con la Tate Modern de Londres, y que reúne más de doscientas piezas, entre pinturas, esculturas, instalaciones dibujos y grabados, realizadas entre 1938 y 2007.

Influenciada por movimientos como el surrealismo, el expresionismo abastracto y el minimalismo, Bourgeois ha sabido crear, a partir de las prácticas más contemporáneas, un lenguaje propio que ha calado en numerosos artistas.

Otra «Mamá» en París

La obra de Bourgeois fue poco reconocida hasta los años ochenta, cuando el Museo de Arte Moderno (MOMA) le dedicó una retrospectiva en Nueva York, ciudad a la que se fue a vivir tras casarse con el historiador de arte Robert Goldwater.

En el Pompidou, da la bienvenida al visitante una de las características arañas gigante de bronce y acero de la artista, «hermana» de la «Mamá» que puede verse junto al Museo Guggenheim de Bilbo desde 1999. Estas piezas representa a su propia madre, a la que consideraba como su mi mejor amiga y «tan inteligente, paciente, limpia, útil, razonable e indispensable como una araña».

Las evocaciones de su madre -a veces en forma de hada- son continuas en la obra de Bourgeois. También las de su padre, aunque éstas tienen un carácter bien distinto. Precisamente su obra más monumental lleva por título «The destruction of the father» (1974) y en ella muestra trozos de cuerpo humano dentro de una cámara roja.

Las creaciones «más violentas» de la retrospectiva del Centro Pompidou hay que situarlas en la década de los sesenta, cuando se incorporan constantemente a las obras órganos vitales que expresan las emociones fuertes que en aquellos momentos sentía la artista.

Más recientes son las «celdas», como llama ella a las grandes jaulas que albergan los recuerdos del hogar natal de la artista, y las «Red rooms», que reproducen el dormitorio de sus padres, muestran el miedo o el dolor sufrido en el interior hogareño, en el que el espectador no puede penetrar y debe limitarse a divisar de lejos.

Abandonar o aceptar el pasado

De esa época son los dibujos y grabados de estilo abstracto en los que Bourgeois plasma su exploración de la familia y las relaciones de promiscuidad.

La retrospectiva, que se podrá ver hasta el 2 de junio, da cuenta de la complejidad de los sentimientos humanos y de la frustración nunca superada que persigue a la artista. Al respecto, ha afirmado: «Es necesario abandonar el pasado cada día o aceptarlo; si no se consigue, te conviertes en escultora».

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