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Crisis de las instituciones de alimentación y agricultura

El nuevo cártel de la alimentación mundial

El llamamiento urgente del Programa Mundial de Alimentos a los países donantes no es sino una consecuencia más de la crisis que atraviesan las instituciones más importantes dedicadas a la alimentación y la agricultura mundial. Este 2008 se presenta como el año clave para renovar estas políticas o dejarlas en manos de «filántropos» y empresarios.

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Joseba VIVANCO

A los egipcios no les preocupa tanto estos días la inestabilidad política de Oriente Próximo como la subida del precio básico pan un 30%. La ONU acaba de fijar una de sus habituales alertas internacionales en la grave crisis alimentaria que enfrentan millones de desplazados en Somalia, pero en Mauritania muchas familias llevan ya semanas comiendo una sóla vez al día porque la reservas de grano alcanzan poco más allá del mes. Y en medio de este ya habitual mapamundi del hambre, el Programa Mundial de Alimentos (PMA), el principal organismo abastecedor de millones de personas en todo el mundo, hacía saltar todas las alarmas: le faltan más de 600 millones de dólares para dar de comer a 89 millones de necesitados. Si no se aporta dinero de manera urgente -«urgimos a su gobierno a ser tan generoso como sea posible», mendigaba la misiva enviada por el PMA-, a partir del 1 de mayo se recortará la asistencia. Una «amenaza» que en lugares como Pakistán ya se está cumpliendo con la reintroducción por su gobierno de las cartillas de racionamiento.

Un llamamiento urgente que se produce, curiosamente, en el declarado como Año Internacional de la Patata. Un 2008 que, según pronostica un detallado informe de la organización ETC Group, también se presenta crucial para conocer en manos de quién va a quedar la responsabilidad de alimentar a buena parte de la población mundial, sobre todo a la más necesitada.

La Cumbre Mundial sobre la Alimentación reunida en Roma en noviembre de 1996 se marcó como objetivo para 2015 reducir a la mitad las personas con hambre en el mundo. Un antiguo responsable de la FAO, organizadora de aquel encuentro, Josué de Castro, fue el que eliminó del diccionario geopolítico el término «subnutrición» y llamó a las cosas por su nombre: hambre.

Ha transcurrido más de una década desde aquella declaración de intenciones y nadie se cree que los objetivos para 2015 se vayan a cumplir, ni de lejos. De igual manera que en 1974 el entonces secretario de Estado estadounidense, Henry Kissinger, pronosticó que «de aquí a una década no habrá ningún niño que se vaya a dormir con hambre y ninguna familia vivirá en la angustia de no tener pan al día siguiente», los cálculos han vuelto a errar. Y errar aquí significa morir. Lo acaba de resumir en una lapidaria frase el siempre realista relator de la ONU para el Derecho a la Alimentación, el suizo Jean Ziegler: «La ecuación es simple: quien tiene dinero come y vive. Quien no lo tiene sufre, se convierte en un inválido y muere. No existe la fatalidad. Cualquier muerte por hambre es un asesinato».

En este «idioma del hambre», como lo bautizó el conocido defensor de la infancia argentino Alberto Morlachetti, la organización de la sociedad civil ETC Group ha publicado un ilustrador documento en el que pone de manifiesto que, dado que «los gobiernos más ricos del planeta están abdicando en su papel humanitario y que las principales instituciones involucradas en la alimentación y la agricultura se encuentran en graves problemas», el camino está quedando expedito para que «las multinacionales de los agronegocios y los capitalistas filantrópicos aprovechen el vacío de poder».

El aumento de la población mundial, los efectos futuros del recurrente cambio climático sobre los cultivos, la demanda de agrocombustibles, el incesante consumo de productos como la carne o los lácteos y el incremento de los precios hasta niveles inaccesibles para los más pobres, conduce a un callejón en el que algunas voces ya vaticinan que, en vez de reducirse para 2015, el hambre mundial se duplicará para 2025.

2008 será el año clave

En medio de este panorama no debe resultar extraño que, como apunta el dicho, a río revuelto, ganancia de los de siempre. «Los proveedores de insumos agrícolas ven en esta confusión global la oportunidad para establecer una nueva hegemonía que les dé dominio total sobre la producción alimentaria y los combustibles», advierte ETC. Y es que este 2008 se presenta como un año clave y deciviso.

«Casi todo lo que podría pasar internacionalmente en la alimentación y la agricultura ocurrirá este año o se discutirá durante el mismo», señala esta organización. Varias reuniones globales analizarán un completo menú. Así, la biodiversidad agrícola será el tema central de la Conferencia del Convenio de Diversidad Biológica en Roma, en mayo, donde se hablará también de geoingeniería, agrocombustibles y transgénicos.

También en mayo, en Nueva York, la comisión de la ONU sobre Desarrollo Sostenible se enfocará hacia la agricultura. Igualmente, la FAO, en junio, dedicará una conferencia de alto nivel a la Seguridad Alimentaria y el Cambio Climático. Por su parte, la organización civil Vía Campesina tratará en octubre, en Mozambique, de relanzar su mensaje sobre la Soberanía Alimentaria. Y uno de los platos fuertes del año será la cita en Ghana, en setiembre, de la tercera conferencia sobre Eficacia de la Ayuda al Desarrollo organizada por la todopoderosa OCDE. Un año en el que se espera también evaluar el programa agrícola del Banco Mundial y la nueva estrategia del Programa Mundial de Alimentos.

Esta agitada agenda internacional llega en un momento de mucha incertidumbre, de profunda crisis de liderazgo por parte de los gobiernos ricos y de crisis en las administraciones tradicionales dedicadas al desarrolo agrícola y la seguridad alimentaria. El Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola reconsidera hoy su papel tras el crítico informe de hace tres años, que concluyó que uno de cada tres proyectos suyos no cumplió el objetivo. El Informe sobre Desarrollo Mundial 2007 fue muy crítico con el fracaso del Banco Mundial en sus políticas agrarias. La propia FAO ha sufrido un serio revés tras la evaluación externa de 2007 que desvelaba su inoperatividad, algo que se une a la pérdida de personal y presupuesto en favor de las nuevas instituciones multilaterales.

El influyente Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional se enfrenta a su primera revisión externa mientras los gobiernos donantes rebajan su aportación para dedicarlo a proyectos más restringidos, poniendo en serias dudas la viabilidad económica de este organismo. El propio Programa Mundial de Alimentos está despidiendo personal y su flujo de ayuda alimentaria manejado cayó un 40% entre los años 2000 y 2006.

Es lo que ETC Group califica de «desgobernaza», y de la cual esta asociación civil acusa directamente a los gobiernos pero también a la inoperancia burocrática -cuando no a los sucios manejos- de las administraciones creadas al efecto. La realidad es que, como constata el Informe sobre Desarrollo Mundial de 2007, la asistencia oficial al desarrollo de la agricultura cayó a más de la mitad entre 1984 y 2004 e incluso los préstamos del Banco Mundial al campo bajaron de forma estrepitosa.

Y en este panorama cobran fuerza iniciativas como las emprendidas por los multimillonarios Gates o Rockefeler y su iniciativa AGRA para África. Un remedio tecnológico, se dice, impuesto desde arriba. Hoy, el presidente de AGRA es Kofi Annan, el hasta hace un año secretario general de la ONU, que ha convocado a un revisión del proyecto este mes en Viena. ETC Group teme que entidades como la Plataforma Global de Donantes para el Desarrollo Rural -una mezcla de agencias de ayuda bilateral e institutos de «gobierno»- pueda fijar sus ojos en estos nuevos capitalistas filantrópicos y las multinacionales de los agronegocios para «arreglar este desastre institucional». Otro peligro latente es que los países de la OCDE dejen a un lado el multilateralismo y opten por los peligrosos acuerdos bilaterales.

Según ETC Group, «nunca ha habido una oportunidad más grande para hacer cambios drásticos. Nunca ha habido más presión sobre gobiernos e instituciones para que acepten cambios como éstos». El problema, sostiene esta organización, es que «en 2008 los gobiernos cedan a otros su responsabilidad». El riesgo, añade, es que «si los dejamos, los estados de la OCDE, Gates, Monsanto y Wal-Mart se podrían convertir en los nuevos soberanos de la alimentación, el cártel de la alimentación, convirtiendo la escasez de alimentos, el caos climático y la mala administración de fondos en una nueva cadena alimentaria».

 

«En países en desarrollo muchas familias han pasado de comer tres veces al día a una»

En 2006, la alimentación de 88 millones de personas dependía de las ayudas del Programa Mundial de Alimentos (PMA). Si a ello le añadimos las cada vez menores aportaciones de los gobiernos ricos, el aumento desmesurado del precio de los productos y el que países hambrientos dediquen cada vez más parte de sus cultivos a los agrocombustibles, el llamamiento urgente del PMA no sorprende. «En los países en desarrollo muchas familias han dejado de comer tres veces al día para hacerlo sólo una», ha dicho Josette Sheeran, directora ejecutiva del PMA. J.V.

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