Maite SOROA
Iribar le corrige el rumbo a Rajoy
Santiago Abascal en «El Semanal Digital» se mostraba ayer exultante por el rapapolvo -por emplear un término suave- que la viuda de Ordoñez dedicó al lehendakari Ibarretxe en la sede del Parlamento de Lakua.
Según Abascal «El momento que Ana Iríbar nos regaló este sábado en el Parlamento vasco es de los que permanecerán en la memoria imborrable de muchos de los que tuvimos el honor de vivirlo en directo». Míralo, qué contento el tío.
Constata el político y columnista que «Ana tenía tres opciones ante la invitación: no asistir y señalar por escrito su desconfianza hacia el compromiso del nacionalismo con las víctimas; asistir y limitarse a agradecer el homenaje; y asistir con armas y bagajes y decir lo que pensaba. Eligió la opción más incomoda, la más difícil y la que menos aplausos le iba a granjear». O sea, que fue un acto valiente para sacarle los colores a Ibarretxe.
La satisfacción de Abascal era tal porque «Ana hizo que el acto fuera incómodo, que la situación resultara violenta. Y no porque buscara tal cosa, sino porque en este caso la incomodidad era la única compañía posible de la verdad. Ana les cantó las cuarenta a los señores nacionalistas que sólo buscaban el lavado de imagen; y no lo hizo por carta, ni a través de las cámaras de televisión. Lo hizo a la cara, dirigiéndose a personas. Tuvo, sin duda, un gran valor, sólo por atreverse a decir la verdad: que Ibarretxe sólo merece su más absoluto desprecio por su deslealtad, su hipocresía y su cobardía». Lo que pasa es que nadie le contestó.
Pero el artículo tiene su clave interna cuando confiesa Abascal que «las palabras auténticas y sinceras de Ana, que fueron una condena para el PNV, fueron también un ejemplo para el Partido Popular». a ver, a ver... «El PP, en estos tiempos de tribulación, ha de mirarse en el espejo de Ana Iríbar. Ella ha de ser el mejor referente para el PP, el ejemplo entre los ejemplos, una lección para el futuro. Porque a veces en política hay que elegir la opción más difícil, la más incómoda, la que nos conduce a la soledad aparente para acertar de verdad». Por si alguien no lo ha entendido, lo que pide Abascal es más de lo mismo: mano dura.