Un año más ha llegado el momento de decidir en qué escuela matricular a nuestros hijos e hijas. O casi, porque si bien es cierto que de apostar por la educación privada podemos también elegir el centro, eso no es así en la pública donde el centro viene determinado por nuestro lugar de residencia. Por lo tanto la decisión se «simplifica» a apostar por la pública o la privada, y lo cierto es que el descontento reinante entre el profesorado no sitúa a la red pública en su mejor momento.

Este descontento viene motivado por la negativa del departamento a aceptar sus reivindicaciones tendentes a mejorar la calidad de la educación de vuestros hijos. Disminución de ratios alumnos/profesor, creación de nuevas figuras que hagan frente a los nuevos retos educativos, reducción de jornada para los más mayores y rejuvenecimiento de las plantillas (no es lo mismo estar en un aula con 20 críos de 3 años para una persona de 60 años que para una de 25), cobertura de las bajas del profesorado... son algunas de nuestras demandas denegadas una y otra vez por los responsables máximos de la educación de vuestros hijos. Y para rizar el rizo, además de no hacernos ni puñetero caso se han sacado de la manga un complemento totalmente discriminatorio que unos profesores cobran y otros no.

Pese a todo, y aunque pueda parecer lo contrario, no seré yo quien anime a encaminar a vuestros hijos hacia la educación privada, sino todo lo contrario. Desde aquí os animo a apostar por la educación pública matriculando en ella a vuestros hijos e hijas, sí, pero matriculándoos también vosotros. Quiero, desde aquí, animaros a matricularos en la red pública exigiendo al departamento que os garantice, que garantice a vuestros hijos, los medios materiales y humanos necesarios para su mejor educación. Desde aquí un simple llamamiento: Matricula a tu hijo o a tu hija en la red pública, pero matricúlate tú con ella. Ganaremos todos.