No hay manera de levantar a los muertos televisivos. Ni a la audiencia se la pueden dar con queso, ni con sucedáneos. «Las gafas de Angelino» ha sido un fracaso y a la espera de la confirmación oficial parece más que asegurado que es ya pasado. Una vida efímera, pero ha querido ser un espectro catódico, ahora que no es solamente cátodo lo que nos hace que se muevan sombras de colores en nuestro salón de estar. No había química entre los presentadores, no sabían en qué lugar del estercolero se situaban, cuando iban hacia el pozo negro se desviaban y acababan en la parte de los residuos sólidos, y casi nunca entendía que lo orgánico es aquello que acaba siendo detritus, o sea, como decía el académico: mierda. En ese lugar exacto se colocaron los irresponsables de «Está pasando», dando unas imágenes capciosas, manipuladas por sus descontextualización, convertidas en insulto por el soporte literario, sobre la amada Terele Pávez. Tuvo que salir su hijo, y ella misma a explicar lo que parecía obvio. «Me lo había estado pasando estupendamente». Di que sí, Terele, estamos contigo contra este tipo de televisión pestilente.

Como estamos desencantados de la lírica, debemos señalar que el mayor éxito del año en curso, al menos en cuanto a la cantidad de telespectadores que estuvieron viendo un programa, lo consiguió la retransmisión de la prórroga del partido de fútbol que hizo bueno aquella definición del enfrentamiento en un campo de césped once gárrulos contra otros once a base de patadas a un balón y a las espinilleras, como aquello que juegan dos equipos y que siempre ganan los alemanes. No ganaron, empataron por dos veces en el último suspiro y se hicieron con el pase a la siguiente fase. Y en esos momentos, además de la mayor audiencia televisiva, en una radio escuché yo barbaridades patrioteras, descalificadoras de quienes las dijeron y vergonzosas hasta para reproducir. No tiene medida, ni los de la sangre azul, que son gafes. Grandes momentos televisivos y radiofónicos. La basura mental desatada. Aquí sí que llegaron todos los espectros franquistas a lo audiovisual. Ser impresentable.