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Las hazañas de «la eléctrica vasca» nos afectan y condicionan, pero no sabemos bien qué aportan

La junta de accionistas de Iberdrola se reunió ayer en Bilbo y los datos ofrecidos contrastan con la percepción social generalizada de que la situación económica mundial es crítica. La empresa ubicada nominalmente en Bizkaia ha obtenido un beneficio neto de 1.204 millones de euros en el primer trimestre del año. Todo un récord.

Esos datos permiten a la eléctrica situarse a la cabeza del sector energético y convertirse en un agente central de la reorganización de ese sector a nivel mundial -especialmente por su fuerte implantación en Latinoamérica-, europeo -gracias a la fusión con Scotish Power- y español -una vez que la «amenaza» de otras empresas europeas parece haber sido neutralizada-.

Por el contrario, es difícil cuantificar los beneficios que esos datos traen a la sociedad vasca. Fiscalmente el aporte directo parece evidente, pero no deja de ser un mecanismo de chantaje que los directivos de Iberdrola y los políticos españoles activan periódicamente. Empresarialmente esconde una práctica económica obscena. Y más lejos aún queda la opción de organizar un modelo energético propio y ajustado a las necesidades de nuestro país.

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