El pasado domingo «Aída» logró un máximo de audiencia que superaba los seis millones de telespectadores y debe consignarse como un hito porque fue una entrega en donde no salía ella, la titular de la serie, lo que nos ayuda a ir comprendiendo algunos de los comportamientos de las audiencias ante los productos audiovisuales. Carmen Machi ha realizado últimamente declaraciones en las que dejaba ver su cansancio con el personaje, sus ganas de abandonar la serie. Lo cierto es que hasta Almodóvar la ha convocado para su nueva película, llega a los escenarios vascos esta misma semana con una obra de teatro de la que es la protagonista absoluta y hay que entender que es mucha caña para su cuerpo, su voz, su mente.

A mi entender, no existe nadie que aguante una serie. Quiero decir que se han acabado los cabeceras de cartel, los protagonistas absolutos como único reclamo para convocar a las grandes audiencias. El telespectador quiere una figura, o dos, pero acompañadas de un buen equipo actoral que las arrope, que tengan unos buenos guiones y unas realizaciones que mantenga bien el ritmo narrativo y la tensión entre las partes. Es decir, se acabaron los tiempos de las estrellas y estamos en el de los equipos llenos de buenos actores y actrices. Y este es el caso, a mi entender, de «Aída».

Pero la pregunta que uno se hace es sobre si desapareciese de manera total y definitiva Carmen Machi, la que encarna el personaje que da título a la serie, ¿se podría mantener el mismo nivel de aceptación? Visto lo sucedido internamente, en la entrega última, me parece que sí es posible, especialmente porque viendo la evolución de la serie, se nota que han ido creciendo personajes de manera muy sólida y que los guionistas han sabido dosificar bien las intervenciones de todos ellos para que sea realmente coral. Parece obvio que se notará una ausencia de tanta calidad y humanidad, no cabe la menor duda, pero si se llega a esa situación final, seguro que los responsables de la producción encontrarán soluciones adecuadas para que siga esta joya del realismo televisivo y nos mantenga siempre entre la risotada y la mueca de rebeldía.