Alfredo Ortiz de Zarate, Aitor Balda y Alberto Frías Miembros de UAGA, Elkartzen y Eguzki respectivamente
Defendamos la casa de nuestra madre
En estos ocho años lo único que hemos recibido de las distintas instituciones ha sido una política de hechos consumados. Frente al debate social, autoritarismo y cierre de cualquier vía de participación real de la ciudadanía
En el Día Mundial de la Tierra del año 2000, con el inicio del nuevo milenio, cien personas representativas de diversos territorios y sectores populares de nuestro pueblo suscribimos un manifiesto demandando de las instituciones una moratoria en la ejecución de un modelo de desarrollo insostenible, que amenazaba con convertir la milenaria Euskal Herria en Euskal Hiria, un territorio sin señas de identidad donde nuestro ser como pueblo se sacrificaba en el altar de los intereses del capital especulativo.
Pedimos abrir un gran debate social, inexistente en todos estos años, sobre el modelo de desarrollo económico, social y cultural, que nos permitiese navegar en las aguas revueltas de la globalización sujetando en nuestras manos el timón de nuestro futuro. Pedimos consenso y recibimos imposición. Buscamos abrir instrumentos reales de participación donde poder reflejar los intereses populares y donde lo colectivo adquiriese carta de naturaleza; en cambio, se ha invertido en «desarrollo sostenible», entendido como marketing verde, con el objetivo de neutralizar la capacidad expansiva de las iniciativas populares.
En estos ocho años lo único que hemos recibido de las distintas instituciones presentes en nuestro país ha sido una política de hechos consumados. En Zornotza, en Itoiz, en Castejón, en Garoña, en Jaizkibel, con el Tren de Alta Velocidad, con la autopista Eibar-Gasteiz, con la Super Sur, con las incineradoras, con la cementación de la costa, con la especulación masiva en el mundo rural, con la política de vivienda, con las grandes superficies comerciales. Frente al debate social, imposición, imposición pura y dura, autoritarismo y cierre de cualquier vía de participación real de la ciudadanía.
Motivo especial de alarma es hoy la situación del mundo rural. Bajo la espada de Damocles del interés general nuevos proyectos sin consenso social alguno incendian nuestra tierra con la mecha de la declaración de utilidad pública. Nuevas carreteras, canteras, pantanos, centrales eólicas, redes de alta tensión... no sólo conllevan la desnaturalización del paisaje o la pérdida de la biodiversidad, sino que ponen en peligro la pervivencia misma del territorio y la desaparición de las funciones que ha cumplido durante siglos.
Nuestro soporte territorial, el espacio rural, se pone a disposición de la creación de valor en las nuevas metrópolis, las grandes vías de comunicación o de energía rasgan como un cuchillo nuestra piel, cicatrices en la tierra para el tránsito cada vez más rápido del capital especulativo, mientras la población rural va desapareciendo al no ver reconocida de forma material y palpable su labor de mantenedores del medio natural y gestores de los recursos naturales. Un modelo de desarrollo que da señales de agotamiento (cambio climático, colapso en las vías de comunicación, intoxicaciones alimenticias, burbuja inmobiliaria, intervencionismo estatal en el libre mercado, etc.) y que, de no actuar a tiempo, nos arrastrará en su caída.
Frente a esta situación hacemos un llamamiento para abrir un proceso de acumulación de fuerzas en torno a un amplio Acuerdo Social de Futuro sobre la base de un desarrollo democrático del hábitat vasco, que posibilite la apertura de un nuevo escenario tomando como base el documento «Diálogo por la tierra. Porque otro modelo de desarrollo es posible y necesario», suscrito por un amplio y representativo abanico de fuerzas sociales y sindicales. Un espacio de encuentro para trabajar por generar las condiciones sociales que hagan posible la recuperación del ecosistema, empezando el futuro por la tierra, apostando por un cambio urgente del modelo de producción y consumo, por la reivindicación de la biodiversidad natural y cultural, por la solidaridad internacional y el reconocimiento de nuestra deuda ecológica.
Porque necesitamos un pacto con la naturaleza frente al desarrollismo, la deslocalización, y la uniformización cultural, nos dirigimos a las personas y organizaciones que apuestan por otro modelo cultural, social, económico, de desarrollo, para buscar sinergias que nos permitan avanzar hacia un escenario de justicia social, libertad colectiva y solidaridad internacional.
Defendamos la tierra para mantener en pie la casa de nuestra madre.