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Los superdelegados miran con lupa la suerte de Clinton en Pennsylvania

Ha superado situaciones similares anteriormente, pero Hillary Clinton se lo juega todo hoy en Pennsylvania. Necesita ganar con rotundidad para convencer a los superdelegados y al conjunto del país de que es una buena aspirante. Su rival, Barack Obama, no afronta esta cita ni en su mejor momento ni en el mejor escenario -un estado con alto porcentaje de obreros blancos y de paro industrial- pero confía en aguantar el tipo y seguir con la vitola de favorito.

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La aspirante demócrata a la Casa Blanca, Hillary Clinton, se lo juega todo a una carta hoy con ocasión de las primarias en Pennsylvania (este).

La senadora de Nueva York va por detrás de su rival en la carrera a la investidura, Barack Obama, quien le supera en número de estados, de delegados y en votos cosechados.

Una victoria en Pennsylvania no es sólo un imperativo para Clinton, sino que debe ser lo más amplia posible.

Los delegados en las primarias y caucus demócratas son atribuidos por un sistema proporcional y para superar a su rival, la ex primera dama debería obtener al menos el 65% de los votos en las diez próximas citas electorales. Clinton no ha logrado superar ese listón más que una sola vez -en Arkansas- en las 40 consultas celebradas.

A estas alturas de carrera, y sea cual sea el resultado en Pennsylvania y en las nueve citas electorales que restan, ni Obama ni Clinton podrían ya cosechar los 2.025 delegados necesarios para garantizarse la candidatura demócrata.

Las últimas encuestas daban ayer una ventaja de entre seis y diez puntos a la candidata sobre su rival y senador por Illinois, Barack Obama. Este último parecía haber perdido cierto empuje en las últimas horas.

Preferido frente a McCain

No obstante, las encuestas realizadas en este estado constataban que los electores demócratas cambian de opinión cuando se trata de señalar al preferido para enfrentarse al ya virtual candidato republicano, John McCain, en las presidenciales.

Según una encuesta realizada por la Universidad de Suffolk, el 42% elegirían a Obama frente al 32% alineados con Clinton.

En este contexto, el baqueteado equipo de campaña de esta aspirante se marca como objetivo una victoria holgada como carta de presentación a los superdelegados -caciques y electos del Partido Demócrata) para que inclinen la balanza.

Los 800 superdelegados tienen libertad de voto y, en principio, su única guía, es la elección de la candidatura a la que más posibilidades vean para batir al candidato republicano el 4 de noviembre.

A día de hoy, Obama dispone del apoyo de 226 superdelegados, frente a los 254 que se han comprometido con Clinton.

Victorias «cualitativas»

Consciente de la ventaja que le da el control del aparato del partido, desde hace semanas, el equipo de Clinton trata en las últimas semanas de minimizar su derrota por puntos e insiste en que su candidata ha ganado en los «grandes» estados que cuentan para las presidenciales, como Nueva York, Nueva Jersey y California. Pone el acento asimismo en que Clinton habría ganado en los estados que votaron republicano en 2004 pero que podrían bascular: Nuevo México, Ohio y Florida.

«Si Obama no puede ganar en Pennsylvania, será una nueva señal de que es incapaz de ganar en los grandes estados que los demócratas necesitan asegurarse para ganar en noviembre», insiste una y otra vez uno de los principales consejeros de Clinton, Howard Wolfson.

Rápido e interesado descarte cuando Clinton no sólo está obligada a ganar por goleada en Pennsylvania sino a repetir similar triunfo en Indiana, otro estado muy disputado, e incluso en Carolina del Norte. En este último estado Obama es el favorito y va también por delante de Clinton en Indiana.

Por contra, si el primer político negro con posibilidades reales de disputar la Casa Blanca resiste en Pennsylvania podría llevarse el voto de los superdelegados. Con todo, su equipo de campaña insiste en que los superdelegados deberían respetar la elección mayoritaria de los electores demócratas en las primarias y caucus.

La bancada de Clinton insiste, por contra, el establecer un baremo cualitativo y destaca que la victoria en Nebraska o en Wyoming (dos estados donde venció Obama pero que deberían votar republicano en noviembre sea quien sea el candidato demócrata), no valen lo mismo que los triunfos -de Clinton, por supuesto- en Ohio o en Nuevo México.

Un último y desesperado intento de revertir una tendencia que no es precisamente favorable a los intereses de Clinton a escala federal. La confianza en la senadora de Nueva York está en caída libre desde hace meses. El 54% de los estadounidenses desconfía de ella, catorce puntos más que en enero. Cierto es que la lucha a muerte en las filas demócratas está desgastando también al otro candidato, Obama, que parece haber perdido punch en las últimas semanas.

No obstante, en caso de duelo con McCain Obama seguiría venciendo (49% frente al 44%) aunque pierde tres puntos respecto a marzo, los mismo que gana el republicano.

300 indecisos

Y este es un dato que los superdelegados no desdeñan. Los expertos aseguran que 300 de ellos se muestran indecisos. «Los superdelegados se arrimarán al sol que más caliente», deja abierto el escenario Jim Hollifield, profesor de ciencias políticas en la Universidad Metodista de Dallas.

Indecisión que tiene que ver en muchos casos con una ambigüedad calculada. Es la posición que mantienen, entre otros, los ex aspirantes John Edwards y Joseph Biden, el ex vicepresidente Al Gore y los pesos pesados demócratas en el Congreso, Nancy Pelosi y Harry Reid.

El objetivo de ambos rivales pasa por seducir a los obreros

Los dos rivales coinciden por lo menos en un objetivo común en esta campaña descarnada por las primarias de Pennsylvania: seducir a los cuellos azules.

Pennsylvania ha sido duramente azotada por la recesión y el mundo obrero ha sido la principal víctima del declive industrial.

Tanto Obama como Clinton coinciden en lanzar mensajes a este electorado. El senador por Illinois no dudó en denunciar que la «amargura» de los cuellos azules les echa a los brazos de las armas de juego o de la religión, y fue tachado inmediatamente de elitista por Clinton.

Esta última se ha prodigado en dejarse filmar en bares con un whisky y una cerveza, mientras Obama ha hecho campaña jugando al bowling.

Ambos han prometido revisar los acuerdos de libre comercio en vigor en los últimos años y a los que se considera responsables de la desindustrialización del antiguo bastión siderúrgico de EEUU.

Industrial y demócrata en la región de Pittsburgh en el oeste y noroeste, agrícola y conservador en el centro, urbanizado y demócrata en el este en la región de Filadelfia, Pennsylvania cuenta con más paro que la media del país pero también con 43.000 estudiantes en el campus de la universidad estatal Penn State. Es un clave en las presidenciales de noviembre.

Clinton, que insiste en recordar que su familia es originaria de Scanton -nordeste del Estado- aspira a cimentar su victoria entre el electorado blanco obrero sin estudios y con recursos modestos. Obama reunió hace días a 35.000 seguidores en Philadelphia. Espera seguir seduciendo a los jóvenes y universitarios. Y cuenta con un ídolo de los cuellos azules: Bruce Springsteen (The Boss). GARA

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En caso de que no se clarifique el escenario, la próxima cita más importante para los demócratas será el 6 de mayo en Carolina del Norte e Indiana.

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