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«Estamos bailando continuamente con la muerte, que está a nuestro lado»

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Aurora Beltrán

Guitarrista y vocal

Con su pelo rubio lacio y mirada de intenso azul eléctrico, Aurora Beltrán inicia su carrera discográfica a mediados de los ochenta con Belladona, donde destaca por el brillante dominio de la guitarra. Fortuna que amplía con Tahúres Zurdos y que desarrolla con mayor intensidad con su primer álbum en solitario, «Clases de baile», punto de convergencia entre su guitarra, voz, composiciones y textos.

Pablo CABEZA | BILBO

A Aurora Beltrán le ha correspondido crecer en un tiempo en el que la mujer tiene que demostrar que no está en un grupo por lo pintoresca que resulta, sino por poseer, cuando menos, los mismos valores que el músico contiguo, aunque, para ganarse la consideración, tenga que demostrar que es cuatro o diez veces mejor que él.

Con todo, Aurora no tiene demasiados problemas para revelar que es un músico con talento para la composición, hábil y segura moviéndose por el mástil y asimismo una excelente vocal y letrista. Valores con los que sedujo a miles de aficionados a partir de 1987 con la creación de Tahúres Zurdos, rotos en 2004 tras la edición del cd y dvd en directo «17 años».

Tras un largo periodo de actuaciones en acústico, Beltrán acaba de ver editado «Clases de baile», primer álbum en solitario, donde la chica de Potasas retoma el sonido eléctrico y el peso de una banda.

La chica de la Fender blanca vive en un pequeño pueblo de Nafarroa, a no más de veinte minutos de Iruñea, desde hace más de una década. Dice que fue previsora y que ya con 28 años vio que aquello era «una buena inversión». Casa restaurada, toda de piedra, cuidada con el mismo detalle y entusiasmo que sus canciones y con treinta y cuatro vecinos como compañía habitual, además de los interinos Tigre y Sunny, dos gatos persas que responden con un cariñoso y apachurrado miau cada vez que Aurora pronuncia sus nombres. «Tengo bastante con ellos y vivo muy bien sola», apunta una mujer divorciada y que asegura, con rotunda hilaridad, no buscar novio.

En la primera canción del álbum, «Azulada», narra que parte de cero, como un niño...

En este disco hay muchas canciones terapéuticas: una es ésta y otra, «Clases de baile». En estos años he tenido varias pérdidas personales: perdí a mi madre, me divorcié, tuve un accidente de coche bastante grave, un choque frontal en un adelantamiento... Es una manera de decir: «paso de toda esta movida, que se quede atrás lo malo, hay que mirar hacia delante de forma positiva».

¿Le quedaron secuelas con el accidente?

Para lo aparatoso y grave que fue, me pasó poca cosa. Fue el 28 de junio de 2005. Un día estupendo, con un sol increíble, con una visibilidad fantástica a las 11 de la mañana. Fue yendo a Madrid, un choque frontal contra una mujer que acababa de salir a adelantar a un camión que venía en dirección contraria. Me salvé porque iba de copiloto en un Mercedes. Si llega a ser en otro coche o si llego a ir sentada -iba reclinada durmiendo-, no lo cuento. No me pasó nada grave, tuve un par de esguinces en las piernas, la clavícula, el cinturón marcado, contusiones... Lo que más me jodió es que estuve diez días sin poder ver a mi madre y a los ocho falleció, y esto sí fue lo más grave del accidente. No podía ir a verla porque estaba en la UCI semiinconsciente y no me apetecía nada que me viera en silla de ruedas. Lo que más me duelen son esos días perdidos.

¿Entonces, clases de baile para malos momentos?

«Clases de baile» es una metáfora sobre la vida. Estamos bailando constantemente con la muerte, que está a nuestro lado. Es una manera también de desmitificar un poco ese concepto tan negativo. Yo llevo fatal lo de mi madre, el accidente... Esta es una manera de aprender a bailar y a capear todas las cosas. Sabemos que la muerte es la existencia, nos tiene que llegar. Es hacer una reflexión sobre la vida y la muerte. Siempre que se habla de muerte se habla de algo negativo; evidentemente lo es, pero quiero creer que esto no se quedará aquí, aunque no lo sabremos hasta que nos pase...

¿Puede pensarse que es su disco más sofisticado?

Me siento muy orgullosa de este disco porque ha salido adelante a pesar de muchas historias, sin obviar lo difícil que está ahora el tema para todos. Al sentirme un poco liberada de un formato concreto, muy guapo, pero muy absorbente, de repente me he soltado un poco la melena y he abierto más ventanas y puertas de las que antes me permitía abrir. Me he tomado más licencias. Desde mi punto de vista, creo que he hecho bien.

¿Han sido decisiones propias: ha consensuado los sonidos, el blues, soul, pop, rock, metal, música de raíz, épica...?

Las tomas de la maqueta previa a la grabación las realicé en Bilbao en tres días con la ayuda de Israel Santamaría. Cuando empecé a vestir las canciones en el estudio con Israel, tenía ya bastante claro cómo las quería. Soy una persona que se deja aconsejar, porque, aunque llevo muchos años en esto, siempre tengo ganas de aprender. En este disco soy un poco camaleónica, pero me siento cómoda y creo que la variedad de estilos los he llevado con acierto a mi terreno.

Al oyente le chocarán algunas cosas, pero es sencillo y divertido atravesar la primera línea.

Siempre me he considerado con gustos musicales muy amplios. La música es la banda sonora de todos los momentos de tu vida. Y pueden ser los más festivos o los más horteras, que también hay cosas horteras con valores. Tener prejuicios frente a determinados estilos es la gilipollez más grande del mundo porque es perderse, probablemente, nuevos puntos de vista, aportaciones a nuestra vida.

Durante las sesiones de «Azul», RCA le propuso que grabara un disco en solitario, pero no aceptó; sin embargo, ahora es una solista...

En su día me dijeron que estaban interesados en grabarme un disco en solitario, y yo dije que sí, que me parecía una gran idea, podía ser hasta un respirito para la banda. Pero el cómo lo querían y de qué manera destruía mi proyecto de vida. Yo me caso con quién me dé la gana y me separo cuando yo quiero, no tiene nadie que venir a decirme cuándo lo tengo que hacer y con quién. Además era una gilipollez que yo me buscara otros músicos, porque cuando llevas muchos años con una gente tocando hay una complicidad increíble. Lo que más me molestó y me hizo pensar era que veía que esa peña miraba sólo por ellos. Mucha gente me dijo que había sido muy honesta. Vale, puede que sea honesta, pero, en realidad, lo hice por mí, por mi integridad.

Cabe imaginar que, además de por el talento, Loquillo, Bumbury, París, Ferrer... han colaborado por esa línea de conducta tan rigurosa que lleva.

Tengo la satisfacción de que, tanto de ellos como de otra gente que ha participado, he tenido el sí poco menos que antes de pedírselo.

Le canta a las walkirias, chicas guerreras...

Y nombro también a las amazonas. Es una manera de reivindicar la valentía de las mujeres. No soy una militante en el tema feminista; con ser una mujer me es suficiente. He vivido en mis propias carnes cosas y he visto a mi alrededor otras. Lo que me jode mucho es que se nos victimice tanto. Me fastidia más el papel de víctima que el hecho de decir: no vamos a bajar la cabeza nunca más, no vamos a ocultar las heridas nunca más.

 
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«No soy una militante en el tema feminista, la verdad es que con ser una mujer me es suficiente»

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«Me siento muy orgullosa de este disco, porque ha salido adelante a pesar de muchas historias complicadas»

Melancolía, esperanza y luz confluyen en «clases de baile», su álbum más variado

Con una canción, «Azulada», muy Tahúres, comienza la historia de «Clases de baile», álbum que ilumina a la solista más versátil de toda su carrera. Sin miedo, sin límites, Aurora fluye entre grandes composiciones capaces de arrastrar poesía, pensamiento y belleza. Un camino que termina por arder de emoción entre inspiradas armonías, pianos, guitarras, bajos gruesos, cuerda... Cabe un enorme vals como «Clases de baile» (con Bumbury), de singular, profundo y cálido texto. Sorprende lo oído, pero aún debe llegar «Florecita», con ese aire de cuerda metálica y a la par dulce, racial; guitarras flamencas bailando frente a espejos latinos. Con un bajo quejoso, próximo a la fusión, Aurora se deja llevar por una balada que esconde esperanza y melancolía, reflexión y vapor de amor, «Cadena de piel». Con otro ánimo surge la chulería de Loquillo, quien espeta a Iggy Pop desde «Candy». «Ojos trampa» es negra, soul, blues..., se baila sola. «Silencio» nos deja ante uno de los mejores textos y ante una de las más conmovedoras canciones de toda la historia de Aurora Beltrán, el corte es devastador. «Vida» es el tema más rockero del disco, roza el metal, pero es, ante todo, otro gran tema abierto. Cierra álbum, en esta versión 1.0 de «Clases de baile», «Walkirias», que cuenta con la ayuda de Carmen París y Mercedes Ferrer, tema de raíz folk que crece en épica y remembranza hasta el júbilo. P.C.

«Mi primera guitarra eléctrica fue una Fender Strat americana blanca»

Su primera guitarra fue una acústica que le regaló su padre en un periodo difícil.

Sí, fue de pequeña, con 7 años. Tuve el Mal de Pertes y me mantuvo escayolada y sentada cerca de dos años, entrando y saliendo del quirófano para cambiarme porque iba creciendo, Mi padre, un hombre muy inteligente, encontró la manera de mantenerme ocupada, porque yo era una niña muy inquieta, y me regaló mi primera guitarra, una española muy baratita. No había para más. Con todo, esa etapa no fue trágica, la recuerdo incluso con cariño, porque mis hermanos y mis padres me cuidaban mucho y estaban muy pendientes de mí . Había mucho amor. Después me pusieron un aparato ortopédico durante un año. En cuanto me dieron el alta médica, mi padre y yo lo rompimos todo. Fue muy terapéutico (ríe).

Después, con 18 años, llegaría una Fender blanca inolvidable.

Es cierto. Mi primera guitarra eléctrica fue una Fender Strat americana blanca. Era una guitarra similar a la Stratocaster, pero hecha por un aniversario de Fender, y de una gama más alta. Me la compré con mucho esfuerzo en el año 82. Era una criaja de 18 años, pero ya trabajaba en una orquesta. Con el dinero que ganaba, realmente muy poco, ahorré las 182.000 ptas. de entonces.

Creo que aún conserva esa guitarra.

La usé como primera guitarra hasta el año 91, entonces me compré otra en Nueva York, una Gibson Les Paul Custom. Pero sí, aún la tengo. Mi primer ampli fue un Marshall, también con dinero de la orquesta. Lo usé con Belladona y Tahúres, aunque luego cambié a Fender Twin.

¿Guitarristas?

Me molaban R. Gallagher, J. Hendrix, J. Winter, R. Trower, B. Rait... Me encantaban Reed, Bowie, los Zeppelin, J. Joplin, P. Smith...P. C.

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