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Crónica Campos de golf

La guerra del golf de Bastida libra una batalla en Gasteiz

El alcalde de Bastida, Higinio Arinas, tuvo que hacer frente ayer, en las Juntas Generales de Araba, al tándem que formaron su antecesor en la alcaldía, Iñaki Gil, y su compañera en el PP, Marta Alaña, que no resultó, en su papel de presidenta de la comisión, una buena anfitriona.

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Txotxe ANDUEZA

Iñaki Gil, del PP, fue durante años alcalde de la localidad de Bastida, donde dejó de regalo una operación urbanística que contempla la construcción de centenares de viviendas y un campo de golf. Ahora es procurador en Juntas Generales de Araba y, lo que son las cosas, miembro de comisiones en las que se aborda lo relativo al proyecto urbanístico y campo de golf de Bastida.

Higinio Arinas, de EB, es desde mayo de 2007 alcalde de Bastida, gracias al apoyo de los concejales del PNV. Desde enton- ces está teniendo que afrontar una situación nada cómoda, en franca minoría, ya que los dos concejales jeltzales, cumplido el trámite de la investidura, volvieron a su lugar, junto al PP, en la defensa del «Golf & Wine».

Gil vs. Arinas

Higinio Arinas compareció ayer, a petición del PSE, en Juntas Generales, donde hizo un repaso del proceso que ha seguido el consistorio en torno al proyecto y aportó datos en los que basa su negativa «no al campo de golf, sino a este proyecto urbanístico». Dijo que en Bastida están censadas 1.407 personas, población que en verano se mul- tiplica por 7 o por 8, que un 66% de viviendas son de segunda ocupación...

Arinas acompañó sus argumentos con los de la plataforma Torrolate, una iniciativa ciudadana que ha liderado el rechazo al «pelotazo urbanístico» y que el pasado año promovió un recurso contra el ex calcalde Iñaki Gil, por considerar que no actúa con imparcialidad al ser propietario de una bodega y tierras en los terrenos de la operación.

También recordó que el proyecto de campo de golf está siendo objeto de investigaciones judiciales, y apostó por un proceso participativo para la modificación de las normas urbanísticas, de forma que la gente de Bastida «pueda decidir qué tipo de pueblo quiere».

Al finalizar su exposición el alcalde de Bastida, se abrieron las hostilidades. Iñaki Gil pidió intervenir por alusiones, entre las ruidosas protestas de otros procuradores. Marta Alaña intentó parar en seco el guirigay, y acabó dando un receso para decidir la forma de continuar con la comparecencia.

Debate encubierto

Cuando los procuradores volvieron, las cosas no habían mejorado. Iñaki Gil se defendió, dijo que el tema de sus propie- dades estaba zanjado, pero cuando se desquitó fue en el turno de su grupo que, cómo no, le había designado portavoz.

Según el reglamento de la Cámara, en las comparecencias cabe el debate. Los grupos deben limitarse a pedir aclaraciones o ampliaciones de lo expuesto. Y así lo invocó la presidenta de la Comisión para cortar la valoración que la procuradora Nerea Galvez quiso hacer de la intervención del alcalde de Bastida.

Todos los grupos preguntaron, ateniéndose al guión: Galvez, cómo afecta el informe de la Comisión de Ordenación Territorial de la CAV (conocida como Copu) al Plan General, que está en revisión; Martínez de Albeniz (EA), si le constaba que concejales de Bastida tuvieran tierras dentro del proyecto; Usategi (ANV), si tiene previsto incluir en el PGOU un proyecto de campo de golf que cumpla las exigencias de la Copu; González Muro (PNV), su opinión sobre lo dicho por Iñaki Gil en torno a sus propiedades; López Ubierna (PSE), si existe estudio de viabilidad económica del proyecto.

Cuando llegó el turno de Iñaki Gil, se reprodujo el guirigay. Y es que el ex alcalde intentó colar (y lo consiguió en parte gracias a la entonces tolerante presidenta) un debate encubierto a base de disfrazar de preguntas sus argumentos favorables al proyecto urbanístico en cuestión, añadiéndoles simplemente un «¿no es cierto...?», lo que generó el enfado generalizado.

El debate clave, como en las buenas películas de suspense, llegó al final. Gil, que se mostró especialmente molesto por la intención del actual primer edil de impulsar la partición vecinal en las decisiones que se adopten en este tema, preguntó a Arinas qué apoyos tiene en el Ayuntamiento. El alcalde respondió: «No tengo apoyo de los concejales, pero usted igual no puede decir que su proyecto tenía el apoyo del pueblo».

 

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