Cualquiera que lea la sinopsis de «Lars y una chica de verdad» va a pensar automáticamente en el clásico de Berlanga «Tamaño natural», con el que, aún manteniendo puntos de contacto argumentales, no guarda ninguna relación en su verdadero contenido. En cuanto a estilo tampoco, ya que la película del australiano Craig Gillespie, por la que estuvo nominada Nancy Oliver al Óscar de Mejor Guión Oiriginal, es más fiel al espíritu de las fábulas morales de Frank Capra o el costumbrismo de las comedias Ealing. La diferencia sustancial radica en que el elemento personificado por Ryan Gosling no es ningún enfermo u obseso sexual, sino simplemente un ser solitario que recurre a una muñeca hinchable para que le haga compañía, dada su dificultad para relacionarse socialmente. Al principio su familia reacciona con extrañeza, pero es la psicóloga encarnada por Patricia Clarkson la que les recomienda que sean pacientes con su problema de comunicación, y que acepten a su novia imaginaria como si se tratara de una chica real. Todo el pequeño pueblo en el que vive Lars terminará aceptando a la extraña.