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Mikel Arizaleta Traductor

Grândola, vila morena...

La bella canción de José «Zeca» Alfonso, banderazo de salida de la Revolución de los Claveles de Portugal el 25 de abril de 1974, dice así: «Grândola, villa morena/ tierra de fraternidad,/ el pueblo es quien más ordena/ dentro de ti, oh ciudad..... En cada esquina un amigo/ en cada rostro igualdad... A la sombra de una encina/ de la que no sabía su edad/ juré tener por compañera Grândola, tu voluntad...».

Inicio de vida nueva en una Portugal de prisión, policía y dictadura. Artemio Zarco nos recordaba en «Zazpika» la novela «Bienveillantes» de Jonathan Littell, el norteamericano de USA que escribe en francés, su otra lengua madre: «un país al que fue a caer con tres años y del que ha acabado escapando también para refugiarse desde hace un año en Barcelona». «Las benévolas» (RBA en castellano. Quaderns Crema en catalán), «una vasta y magistral novela que se adentra en el corazón de todas las tinieblas de la mano de Maximilian Aue, un verdugo nazi encargado de exterminar sin miramientos todo lo que se le ponga por delante». Zarco nos comenta el miedo «del que nos ha dotado el instinto de conservación como señal de peligro para que adoptemos las medidas de salvación adecuadas», miedo que en determinados momentos se convierte en elemento paralizante, convirtiéndonos en colaboradores sumisos de nuestra propia aniquilación. El judío, que llevaba de la mano a su hijito de tres años y su mujer a un recién nacido en brazos, rogó al verdugo de las SS, que le conducía: «¡Señor, por favor, fusile bien a los niños!».

Porque parece novela pero no lo es. El lunes de madrugada partieron, de nuevo, hacia Madrid un puñado de vascos, 27 imputados en «el caso Gestoras-Askatasuna». Un tribunal especial de la España colonial, el mismo TOP de la España dictatorial, destinado, como otrora, a condenar la solidaridad con los presos políticos de nuestro pueblo, el puño rebelde vasco que desde 1977 se viene organizando en comités de solidaridad y apoyo, porque nosotros sí somos conscientes de que «llevamos cadenas,... de que somos esclavos aunque nos llamemos hombres libres». Porque «la prisión más segura es aquella en la que los presos se creen libres porque así queda conjurado el riesgo de una fuga o una rebelión». Y los 27 imputados, que en la madrugada del 21 de abril de 2008 partieron para Madrid, nos dejaron escrito con letra roja solidaria en la niebla y lluvia de la noche negra: «Vamos a ir orgullosos y a juzgar al estado español, que es el verdadero responsable de nuestra cárcel y la dictadura de nuestro pueblo». El gran problema puede surgir cuando la jaula se instale en el interior del pájaro. Vivo en un país, Euskal Herria, en el que toda la vida he conocido presos políticos, primero con Franco y el príncipe Juan Carlos, y luego con el rey Juan Carlos y Suárez, Felipe González, Aznar y Zapatero, a los que ellos siempre, antes y ahora, les tildaron con palabras coloniales como sabandijas, indeseables, bandoleros, fascistas... En realidad son rebeldes, son Grândola, vila morena, pelean, luchan, escriben, piensan y trabajan... por una Euskal Herria libre, enamorados de su pueblo y su cultura, igual que en Palestina, África del Sur, Irlanda... Queremos ser ciudadanos libres en una Euskal Herria libre. Nada más, pero tampoco nada menos. Y, sobre todo, no queremos monsergas de gente sumisa y plegada y menos de gente verduga y colonial, que se acerca con pistolas y enmascarados a las tres de la mañana a romper nuestras puertas y robar nuestros potros. Con Franco igual que con Zapatero y sus «socialistas descoloridos», la misma cantinela, los mismos carceleros de siempre, los servidores de la España colonial, los mismos torturadores de antaño.

¿Recuerdan? El próximo octubre hará un año. Ocurrió en uno de estos tribunales de la España colonial y torturadora. Fue el 24, en medio del juicio masivo 18/98 contra el independentismo vasco. Entre los peritos por parte del gobierno socialista de Zapatero un guardia civil torturador. Y el torturado, Mikel Egibar, uno de los acusados, estaba presente. Se levantó airado y denunció públicamente al guardia civil torturador, y la presidenta-juez, Ángela Murillo, le espetó -no al verdugo sino al torturado-: «¡Siéntese! ¡Cállese!». Les recuerdo que no es ficción, ni novela. Ocurrió el 24 de octubre de 2007 en una sala ampliada de la Audiencia nacional -Casa de Campo- ante tres magistrados. También denegó un careo entre Nekane Txapartegi, violada con el caño de una pistola, y los agentes. «Era imposible que la Audiencia Nacional aceptara esas peticiones; hacerlo supondría reconocer que hay una persona torturada y que la tortura existe». Porque el gobierno, el de Franco y el de Zapatero, niegan que haya tortura, al igual que niegan que haya presos políticos vascos.

Ni entonces, ni tampoco ahora, se alzaron ni se alzarán los sumisos y plegados, ni denunciaron ni denunciarán con garra la tortura o las cadenas, ni entonces ni tampoco ahora elaborarán estos mociones en ayuntamientos y parlamentos en pro de estos solidarios de presos y presas de nuestro pueblo. A esos 27 que partieron para Madrid, a un juicio político con sentencia previa escrita, y que van a ser juzgados en una sala de esa audiencia nacional donde se hace callar al torturado y acusar al torturador, queremos enviarles en este abril de revolución y bombardeo de Gernika nuestra canción solidaria y rebelde Grândola, vila morena..., que sonó en la madrugada del 25 de abril de 1974 a las 0.20 en radio Renascença, porque compartimos el pensamiento, la lucha y la rebeldía solidaria de estos 27 compañeros y compañeras por los presos políticos vascos. La rebelión y el puño en alto no es cosa pasada salvo para sumisos y esclavos. Grândola, vila morena...

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