Conflicto en Oriente Medio
El bloqueo israelí deja a Gaza sin la ayuda alimentaria de la ONU
La Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) suspendió ayer la entrega de alimentos básicos a 650.000 gazatíes tras no lograr que Israel le suministre el carburante necesario. Ello agravará aún más la situación crítica de la Franja. Las agencias humanitarias narran un escenario desolador, con las basuras amontonadas en la calle y las ambulancias de los hospitales paradas. Ya lo dijo el primer ministro israelí: «Por mí ya pueden ir todos a pie».
GARA | GAZA
La ONU interrumpió ayer la distribución de alimentos a la Franja de Gaza por la penuria de carburante provocada por el bloqueo israelí.
«Acabamos de cesar la distribución de ayudas alimentarias a 650.000 refugiados palestinos en la Franja de Gaza por la falta de carburante en los depósitos de la agencia», anunció en la tarde de ayer un portavoz de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA), Adnane Abu Hansa.
«Los contactos siguen pero no hemos recibido el carburante por parte de Israel», denunció el portavoz.
Horas antes, la UNRWA había advertido de que la situación era insostenible. «Todo el mundo hace lo que puede», ironizaba el jefe de la agencia, John Ging, pero la terminal de carburante de Nahal Oz (entre Israel y la Franja de Gaza) sigue cerrada», denunció.
Ging aseguró que Israel se habría comprometido el pasado miércoles a suministrar a la agencia 100.000 litros de diésel y 20.000 litros de gasolina, pero el carburante seguía sin llegar.
La ONU recibe sus provisiones de carburante de la terminal de Nahal Oz, único punto de paso de carburante para la Franja de Gaza y que fue cerrado en venganza por un ataque de la resistencia israelí el 9 de abril.
La UNRWA y el Programa Mundial de Alimentos (PAM) suministran ayuda alimentaria básica (harina, aceite y azúcar) a un millón de personas en Gaza, un exiguo territorio poblado por 1,5 millones de habitantes entre Egipto e Israel.
La Franja sufre un bloqueo creciente desde el triunfo electoral de Hamas, recrudecido desde junio del pasado año, cuando la formación islamista se hizo con el poder tras abortar una intentona golpista por parte de al-Fatah.
Las organizaciones humanitarias y la ONU han advertido que la situación en Gaza empeora cada día que pasa: muchos barrios de la ciudad están repletos de basuras que la municipalidad no puede retirar por falta de carburante. Los hospitales se encuentran en una situación crítica y las aguas residuales se vierten al mar a un ritmo de 60 millones de litros al día.
Un hedor insoportable
«En algunos barrios, hay un hedor horrible. Cada cincuenta o cien metros las calles están cubiertas de inmundicias que la municipalidad no piede recoger por falta de gasolina», denunció ayer Sarah Hammond, responsable de Oxfam.
«En algunos hospitales las ambulancias están paradas. La miseria es inmensa», denunció.
Dura vida diaria
Cuando Hisham Rezek se compró hace ocho meses un flamante coche, nunca pensó que la falta de combustible en Gaza originada por el bloqueo israelí le obligaría a adquirir una bicicleta para poder ir cada día a trabajar.
«Ahora mismo, ésta es para mí la única forma de desplazarme», dice Rezek, quien cada día pedalea cuatro kilómetros para llegar a su empresa que, además, está en números rojos, lo normal en toda la Franja.
Como toda Gaza, este palestino de 23 años se ha tenido que adaptar a regañadientes a la dura realidad de la escasez de combustible desde que el Ejecutivo israelí aprobase en octubre reducir parcialmente su flujo de fuel y electricidad tras declarar a la franja «territorio enemigo».
La situación se ha agravado tras el cierre del paso de Nahal Oz, la vía de entrada del combustible israelí a Gaza.
El pasado miércoles, tras las advertencias de que la única central eléctrica de Gaza dejaría de operar por falta de combustible y se repetirían las imágenes oscuras que dieron la vuelta al mundo en enero, Israel aprobó el envío de un millón de litros de combustible que permitirán a la planta funcionar al menos tres días.
No ocurre lo mismo con la gasolina. Como advirtió el pasado enero el primer ministro israelí, Ehud Olmert: «En lo que a mí respecta, todos los residentes de Gaza pueden ir a pie».
De momento, el 90% de los vehículos permanece aparcado, mientras que las universidades de la ciudad de Gaza han cerrado sus puertas por las serias dificultades de profesores y alumnos para llegar a clase.
La falta de fuel ha dejado incluso numerosas ambulancias en el garaje y paralizado la vida en la urbe, donde reside la mitad de la población. Tan sólo se ve por las calles a un puñado de viandantes y a los afortunados taxis cuyos conductores han logrado un poco de gasolina en el mercado negro, por supuesto, a precios elevadísimos.
«Estos días me recuerdan a la primera Intifada, cuando Israel solía imponer toques de queda», rememora el camarero Abu Hasan Jael antes de añadir con sorna: «Pero entonces los toques de queda eran por unas pocas horas... ¡Éste es infinito!».
En este contexto no resulta extraño que las bicicletas se hayan convertido en un negocio.
Mohamed al Susi, propietario de un comercio de bicicletas que figura entre las tiendas más antiguas de Gaza, recuerda, con todo, que el embargo pesa sobre este comercio al igual que en el resto de sectores y que pocos tienen dinero para comprar una bicicleta en un territorio donde el 80% del millón y medio de habitantes depende de la ayuda humanitaria.
«Cuesta vender más de doscientas bicicletas al mes y no poderte traer una miserable rueda del exterior por culpa del bloqueo», dice en referencia a esa medida israelí. Los pasos fronterizos de Gaza permanecen cerrados por Israel y apenas entran productos básicos.
Aceite de cocina para el taxi
Los taxistas, en cambio, no tienen otra que mantenerse fieles al exiguo combustible, aunque sea a costa de su salud y del deterioro ambiental.
Cuando comenzaron las carencias, los taxistas optaron primero por el gas de cocina, pero el estrechamiento del bloqueo les obligó a aferrarse al aceite usado de cocina, que daña el motor. «No tengo otra opción. Tengo hijos que alimentar» se justifica Said Abú al Uf, quien ganaba un buen dinero como fontanero en Israel hasta que el Estado judío redujo drásticamente los permisos de trabajo tras el estallido de la Intifada.
Así, el precio del litro de aceite de cocina reciclado ha superado al de gasolina hasta situarse en diez shekels (1,8 euros o tres dólares), explica Ehab Akila, dueño de un restaurante.
El Gobierno israelí responsabilizó de la situación a una maniobra de Hamas y explicó la falta de suministro de combustible por un diferendo con la Asociación Palestina Petrolera sobre el montante de carburante que precisaría la Franja.
El Movimiento de la Resistencia Islámica (Hamas) llamó a la población a acudir hoy tras el rezo del mediodía en las mezquitas, a los cruces fronterizos para protestar contra el bloqueo israelí. En enero pasado, Hamas voló el puesto de Rafah (Egipto).
La UE exhortó ayer a Israel a retomar el suministro de carburante a Gaza y calificó de inaceptable que las agencias de la ONU tengan que cesar su ayuda humanitaria por este motivo. La UE se alineó con el bloqueo contra Gaza tras la victoria de Hamas.
Los embajadores de los países occidentales en la ONU abandonaron en la madrugada de ayer una reunión del Consejo de Seguridad después de que el embajador libio, Giadalla Ettalhi, comparase la situación de los palestinos en la Franja de Gaza con los campos de concentración nazis, según informaron varios diplomáticos. La reunión del Consejo versaba sobre Oriente Próximo y después de las declaraciones realizadas por Ettalhi, los enviados occidentales abandonaron la sala en señal de protesta. Entre ellos, se encontraban los de Estados Unidos, Estado francés, Gran Bretaña, Bélgica y Costa Rica, que expresaron así su disgusto por el paralelismo entre ambas situaciones históricas.
El diplomático libio hizo esta comparación durante un debate sobre el borrador de un comunicado propuesto por su país, entre otras naciones, para expresar su seria preocupación por la situación humanitaria en la Franja. Por su parte, el representante sudafricano, Dumisani Kumalo, actual presidente del Consejo, clausuró la sesión tras el incidente. Una vez reanudado, declaró ante los periodistas que concluyó sin acuerdo alguno. La enviada británica, Karen Pierce, señaló que «no creo que este tipo de lenguaje ayude a que avance el proceso de paz». Su gesto y el de sus colegas occidentales fue agradecido efusivamente por la oficina de prensa Gobierno israelí.
Un palestino murió y otros tres resultaron heridos en una incursión nocturna del Ejército israelí en la madrugada del jueves contra la localidad de Beit Hanun, en el norte de la Franja de Gaza. Otro misil impacto en una casa en Jan Yunes, al sur.