La memoria histórica no consiste sólo en recordar, sino especialmente en no repetir
El intento de la Ertzaintza de silenciar -esta vez literalmente- a la izquierda abertzale ayer en Durango viene a engrosar el ya inmenso archivo de imágenes que muestran un proceder de la policía a cargo del PNV incomprensible desde un punto de vista democrático, y más incompresible aún desde una perspectiva abertzale. Las imágenes de ayer no pueden entenderse aisladamente. Pero, puestos a contextualizarlas, se pueden utilizar diferentes marcos temporales: el más corto, el de una semana plagada de acontecimientos; el de 30 años de una fase de lucha emancipadora frente a la negación; o el histórico de cerca de un siglo de resistencia contra el totalitarismo en sus diferentes expresiones.
Síntesis de una semana cargada de hechos
La semana comenzó con las reacciones al atentado de ETA contra la sede del PSOE en Elgoibar. Mientras tanto una docena de jóvenes seguían incomunicados y la Ertzaintza había disparado en Errenteria para evitar una rueda de prensa sobre la situación de los detenidos.
El mismo lunes la Casa de Campo de Madrid volvía a convertirse en escenario de un macrojuicio contra ciudadanas y ciudadanos vascos, en este caso contra el movimiento pro amnistía. Los encausados renunciaban a la defensa jurídica y denunciaban así el carácter político del juicio. No obstante, la vigencia de ese movimiento contra la represión y a favor de los represaliados se evidenciaba cuando las personas liberadas tras la redada narraban los malos tratos y las vejaciones sexuales padecidas en comisaría.
Ajenos a estas violaciones de derechos humanos, la «ética» parcial de PNV y PSOE chocaba de frente con la realidad plural de Euskal Herria. No sólo en Arrasate ni sólo en el caso de la izquierda abertzale, sino también en el de aquellos que saben a ciencia cierta que la exclusión y las recetas del pasado no pueden abrir un futuro más justo, más democrático y en paz para este pueblo. El penúltimo acto de la semana lo protagonizaba de nuevo el juez Garzón, quien, con un auto incomprensible, pretende conseguir, por otros medios, lo que la voluntad soberana del pueblo de Arrasate y sus representantes habían evitado horas antes.
En otro rango de cuestiones, la situación de los arrantzales secuestrados por piratas en Somalia generaba desasosiego entre sus allegados y asombro en el resto de la sociedad. Finalmente, ayer fueron liberados, se supone que previo pago. Se demostraba así que no es con los violentos con quienes no se negocia, sino con aquellos que proponen acuerdos políticos para desbloquear situaciones antidemocráticas.
Reflejo de una clase política vacía de ideas
Esta concentración de acontecimientos en una semana no refleja únicamente que el conflicto político perdura -aunque algunos de los responsables de que perdure prefieran ahora directamente negarlo-, ni siquiera que existen diferentes percepciones sobre su naturaleza y resolución. Refleja que la clase política no es capaz de cumplir una de sus funciones clave: resolver problemas.
Una clase política de la que los partidos unionistas y una parte del nacionalismo institucional vasco -pequeña, quizás, pero sin lugar a dudas poderosa- pretenden excluir a la izquierda abertzale. Una izquierda abertzale que, sin embargo, sigue realizando, aun en las condiciones más críticas, una oferta política que no tiene sólo en cuenta su proyecto estratégico, sino la superación democrática de esta fase del conflicto.
Y es que durante las últimas décadas los momentos en los que la sociedad vasca ha visto con más esperanza el futuro son precisamente aquellos en los que el conjunto o una parte importante de la clase política ha asumido las premisas sobre las que trabaja diariamente ese movimiento político. Los términos de la alternativa democrática, la legítima confrontación política entre los bloques soberanista y unionista conformada en Lizarra-Garazi o la metodología presentada en Anoeta son un buen ejemplo de todo ello. Por lo tanto, es posible pensar que la sociedad vasca recuperará la ilusión una vez que la clase política abandone el esquema de la imposición y la exclusión y recupere de una vez por todas los únicos parámetros bajo los que el conflicto puede ser resuelto: el reconocimiento de que existe una nación que se llama Euskal Herria, que se conforma a través de diferentes territorios, que más allá de su estatus actual tienen una historia y un proyecto de futuro común, y que el único mecanismo democrático para saber el recorrido de ese proyecto es el derecho de autodeterminación. Cómo se formulan esas ideas en un acuerdo político y cómo se implementa en una verdadera transición es lo que tienen que debatir los políticos. No mociones que sólo buscan excluir a un sector político con una base importante en la sociedad vasca.
Para cerrar el círculo de una semana extenuante, ayer se rindió homenaje al comandante ekintzale Kandido Saseta y se conmemoró el 71 aniversario del bombardeo de Gernika -que fue precedido por el de Durango-. Símbolos todos ellos que hoy en día los vascos y las vascas asumimos como propios. Por eso es importante ser conscientes de que de lo que hagamos hoy dependerá la memoria histórica de quienes nos sucedan. La Ertzaintza, de la mano del PNV, va camino de entrar no en la memoria histórica, sino en la histora negra de Euskal Herria.