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Crónica | Romería de San Prudencio en Armentia

Resulta inevitable hablar del «Santo meón» cuando el cielo así lo decide

Aunque una se esfuerce, casi es imposible no hablar del tiempo, las rosquillas y los talos al referirse a la romería de Armentia. Porque sobre todo es un lugar donde comer y comprar; y si es con buen tiempo, mejor. Ayer no fue el caso.

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Maider EIZMENDI

La lluvia presente ayer casi durante toda la mañana en las campas de Armentia no hizo más que confirmar el califica- tivo que, a la vista de lo ocurrido, San Prudencio, el «Santo meón», se ha ganado a pulso. De hecho, fue uno de los comentarios más repetidos entre los que se encontraban a las puertas de la ermita, que fueron testigos de que, nada más sacaron el santo del templo, comenzó a chispear.

Desde primera hora de la mañana los gasteiztarras que se acercaron a la fiesta miraban con inquietud al cielo que amenazaba con estropear el día festivo, todo ello mientras saboreaban suculentos pinchos y talos. El orozkoarra José Ramón Larrinaga se acercó ayer por primera vez a la festividad que se celebra en Armentia. Pasadas las diez de la mañana se encontraba ante uno de los numerosos puestos de comida que instalaron en las cercanías. «Hay que tomar fuerzas», decía. Al otro lado de la barra le tocó estar a Ander Estefanía. La jornada había comenzado para él y sus compañeros aún de noche. «La cita la hemos hecho a la 5.30 en Bilbo para venir aquí y comenzar a preparar todo», comentaba. A las 9.30 abrieron el puesto de comida. Aseguraba que desde el primer momento se acercó la gente a comer un bocado y a tomar algún que otro trago. Mientras que unos tomaban fuerzas para hacer frente a la mañana, al otro lado de la barra dos jóvenes las reponían después de toda una noche de fiesta que, visto lo visto, tenían intención de alargar hasta quién sabe cuándo.

Si las txosnas son uno de los atractivos de la feria, ni qué decir hay de los incontables puestos de venta dispuestos en los aledaños de las campas. En esta feria se puede adquirir casi de todo: dulces, embutidos, quesos, conservas, verduras... «Comer, comeríamos de todo, pero hay que elegir», le decía un hombre a su hijo, que pese a todo no parecía muy dispuesto a resignarse. Además de comida, había ropa, bolsos, paraguas, sartenes, peces... De todo.

Para muchos vendedores esta feria es una de las citas ineludibles en su agenda. Teresa Redondo se acerca cada año desde Valladolid. Reconoció que es un sitio en el que se vende bien, «porque la gente tiene la costumbre de comprar», pero se quejó de que la adquisición de un puesto resulta muy cara. «En nuestro caso, entre los puestos de mi madre y el mío, pagamos casi 1.200 euros, y a eso hay que sumarle los gastos de desplazamiento y de hospedaje. Hay que vender mucho para amortizar todo eso». Redondo vende todo tipo de rosqui- llas, obleas, barquillos... «El producto estrella en este mercado es la típica rosquilla de anís con la rama de laurel».

«Compradores rezagados»

Está visto que a los visitantes de Armentia les gusta, y mucho, el dulce. No hay más que reparar en el elevado número de puestos en los que se podía adquirir este tipo de productos: pastel vasco, de queso, de frambuesa, de chocolate, de arroz... María, que había acu- dido desde Orozko, se quejaba de que los compradores se mostraban rezagados. «Ésta es una buena feria, pero se nota que la economía no está muy católica», apuntaba.

Nos interesamos por lo productos estrella de la festividad del patrón de Araba: los caracoles y las setas. Yussyf Abdala atendía a la clientela en el único puesto que en el que en años anteriores los visitantes han podido adquirir caracoles para su posterior elaboración en casa; pero en esta ocasión, nada de nada. «Se vende bien, pero este año no ha salido mucho caracol», explicó.

Además, recordó que para preparar debidamente este plato es preciso un arduo trabajo, que hay que llevar a cabo con días de antelación. «Éste no es el día propio para venderlos, hoy hay que comerlos», indicaba.

Si alguien no pudo o simplemente no quiso pasarse horas limpiando y preparando los caracoles y ayer se le antojaron, Gregorio Seco tenía la solución. Además de pinchos de txistorra o de bacon, ofrecía a cinco euros raciones de caracoles. Al mediodía aseguraba que todavía no había sacado ninguna, pero que según se fuese acercado la hora de comer la gente se iba a animar más. «A la gente le gusta comerlos, pero tienen mucho trabajo; no tanto preparándolos, sino a la hora de limpliarlos», explicaba.

Por esa razón, Jacinto López de Briñas, que ayer por la mañana, tal y como lo ha hecho en los últimos veinte años, paseaba por la campas, opta cada año por comprar los caracoles ya preparados. «Nosotros tenemos costumbre de comerlos todos los años en la víspera de San Prudencio y este año no hemos fallado», afirmó. Aseguró ser un hombre de costumbres: «Para mí es sagrado venir aquí y comerme un talo. No podemos irnos a casi sin hacerlo, hay que mantener las buenas costumbres». En lo que a compras se refiere, no tiene costumbre de regresar cargado a casa, pero «lo que más me llama son las conservas: los espárragos, los pimientos...».

Mientras unos se marcha-ban al mediodía ya con los trabajos hechos, la mayoría se acercaba a esa hora a la romería. Los más precavidos llegaron provistos de plásticos para poder sentarse en la hierba y disfrutar de la fiesta cómodamente. Pero ayer fueron los que menos.

 

Las reivindicaciones y protestas encuentran su sitio

Con carteles en los que se podía leer «Trebiñu, Araba, Euskal Herria. Por un marco democrático», acogieron un grupo de vecinos de Trebiñu a los representantes institucionales que en procesión acudieron a la misa mayor de la ermita de Armentia. Entre ellos marchaban el lehendakari Juan José Ibarretxe, el diputado general de Araba, Xabier Agirre, el todavía delegado del Gobierno español en la CAV, Paulino Luesma, o el alcalde de Gasteiz, Patxi Lazcoz. A la salida de la celebración religiosa también hubo quien protestó. En este caso fue la plantilla de la residencia Ariznavarra que se encuentra en huelga. Además, ayer se celebró el Día Internacional de la Salud Laboral y en los aledaños de las campas se llevó a cabo un acto simbólico para protestar contra la precariedad y siniestralidad laboral. M. E.

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