Raimundo Fitero
No es mi vida
Una situación cósmica: un lugar mediterráneo, un pub estilo años ochenta, una conversación agradable, una música de fondo totalmente de acompañamiento para el trago largo, pero a un volumen recomendable para la charla. El detalle es que existen desperdigados por las paredes del local diversos electrodomésticos esenciales con programación real. Es decir, con programas en emisión en tiempo real. Coyunturas, protocolos y agrupamientos hacen que desde mi ubicación tenga a mi alcance visual una cadena autonómica que ofrece un programa de variedades de la marca José Luis Moreno y en otro monitor, una de las cadenas de Berlusconi, reviendo a un muerto político: Julio Anguita. Aunque lo parezca, lo que acabo de expresar, siendo cierto, no es mi vida. Es, como mucho, una circunstancia.
No frecuento estos lugares, pero debo añadir que la clientela era multirracial, de todas las edades de atención objetivable a las horas que empiezan pasada la medianoche, que se formaban grupos y grupitos, que además existía un billar y que la cerveza estaba en su punto de refrigeración adecuado para su disfrute. Ahí, en ese ambiente, ¿alguien puede atender al siempre bien peinado Andoni Ferreño, rodeado por señoras con traje de noche de buen porte, con las escenas de matrimonio en su estado pre-televisivo, con los cómicos de toda al vida, haciendo el ridículo, como toda la vida? Pero si a uno le parece insólito que alguien abandone su sofá, sus chancletas y su nevera para ir a un pub a ver, sin sonido a esos fantasmas engominados y con muchos colorines, ¿puede alguien perder un segundo de sus artes de seducción para atender la gesticulación de Julio Anguita y sus acompañantes de oficio relamiéndose porque ha reaparecido alguien que tiene a bien ayudar a la derecha más recalcitrante con sus posturas mesiánicas aparentemente de izquierdas pero tan falangistas en su fondo?
Así que me entretuve en estas cavilaciones, viendo como los monitores cumplían una función decorativa tosca exhibiendo lo más alejado a una obra de animación de ocio o de las muchas muestras de vídeo arte, por lo que decidí manifestar, que aunque lo pueda parecer, no se trata de mi vida. Me habían dejado solo.