«Lo más dificil es la distancia que me separa de mi país y mi familia»
Iban Apaolaza | Preso político vasco en Quebec
Oihana LLORENTE |
Apaolaza fue arrestado escasos días después de la ruptura del alto el fuego por parte de ETA. Desde entonces está preso en una cárcel canadiense y el Estado español ha decidido arbitrariamente esquivar la vía convencional y no requerir a Apaolaza por medio de la extradición. Ahora, el beasaindarra está haciendo frente a un proceso de expulsión y de consentirse podría ser incomunicado en manos de policías españoles.
Fue detenido el 20 de junio de 2007 en Montreal. ¿Cómo recuerda el arresto?
Me arrestaron en el ferry que une la ciudad de Quebec con Levis. Al llegar a la terminal de Quebec, me estaban esperando varios miembros de la Policía Montada de Canadá y de la Surette de Quebec y una vez arrestado me llevaron a la comisaría de la Policía Montada. Allí me tomaron las huelles dactilares y me hicieron varias preguntas a las que me negué a responder y esa misma tarde me trajeron al centro de detención de Rivière de Prairies en el cual me encuentro ahora. A decir verdad, no me dijeron gran cosa, sólo que me arrestaban en virtud de una orden internacional de arresto por mi supuesta pertenencia a ETA.
Le detuvieron poco después de que ETA anunciara el final de su alto el fuego. ¿Simple casualidad o cabe alguna otra lectura?
Es difícil de creer que fuera una simple casualidad. Con los datos que han ido surgiendo en mi proceso, he comprobado que ya habían detectado mi presencia en Canadá hace algún tiempo, por lo que creo que la detención es más un castigo por la ruptura de la tregua. Como frecuentemente dicen l0s dirigentes españoles, a los vascos no nos dejarán en paz en ningún lugar aunque hagamos una vida más 0 menos normal. Es otra forma de presión más en la represión utilizada por el Estado español.
Desde entonces se encuentra en prisión. ¿Cuáles son sus condiciones de vida en Riviére de Prairies? ¿Qué tal es el trato?
Después de mi llegada a la prisión, me tuvieron siete meses en unas condiciones bastante duras. La galería en la que estuve es la más restringida de la prisión, donde están los presos considerados más peligrosos o los que han tenido problemas en otras galerías. La galería está dividida en seis pequeños módulos. Yo hacía mi vida diaria con otros dos presos en un módulo de 7 por 3,5 metros. Allí no tenía ningún derecho, ninguna posibilidad de actividad. Sólo existe una hora de patio al día y a veces era menos. Cada vez que debía de desplazarme por la prisión, iba escoltado por dos carceleros; a algunos presos incluso, los esposan de pies y manos cada vez que salen del módulo. No hay derecho a visita con contacto, a si que cuando mi familia ha podido venir hasta aquí para visitarme, no ha podido abrazarme. Al principio, sólo podía escribir o hablar en francés e ingles, pero comencé una huelga de hambre y después de unos pocos días, me dieron la oportunidad de llamar a mi familia. Ahora sin embargo, han eliminado la posibilidad de llamar fuera de Canadá, haciendo aún mas difícil el contacto con la familia. Las cartas por su parte, las envían a inmigración para ser traducidas. Después de siete meses, en enero, me trasladaron a una galería «normal». Aquí estoy con otros 40 presos y tengo derecho a ir a la escuela y al gimnasio dos veces por semana. Algunos amigos de Beasain me suscribieron a GARA pero no tengo derecho a recibir periódicos por correo, por lo que tampoco puedo conocer de cerca la realidad vasca.
Está a la espera de que las autoridades canadienses resuelvan la petición de entrega del Estado español. ¿Cómo lo está llevando?
Lo más difícil es la distancia que me separa de Euskal Herria. La sensación de aislamiento, el no tener algún compañero euskaldun con el que poder compartir ideas y vivencias. Pero he recibido y recibo muchas cartas desde Euskal Herria, que me ayudan mucho en esta situación. También hay un grupo de personas en Montreal que me está ayudando mucho. Por lo que aunque esté lejos de familia y amigos, el cariño recibido rompe todas las distancias. Soy una persona tranquila y positiva así que, en esta situación también se encontrarme animado y bien.
Exactamente, ¿en qué momento procesal se encuentra el caso?
En este momento estoy a punto de terminar el proceso de admisibilidad en Canadá. Los días 26,27 y 28 de marzo fueron los días de mi defensa, y el día 25 de abril mi abogado presentó las últimas conclusiones de mi defensa. A partir de ahí queda en manos del comisario de inmigración la decisión a tomar, si soy o no admisible en Canadá. Si no lo soy empezarían los trámites para mi deportación; y si soy admisible los trámites para aceptar o no mi petición de estatuto de refugiado. En ese momento se verá si el Estado español hace una demanda de extradición. Si perdemos el caso, nosotros apelaremos a la Corte Federal.
Sus abogados han denunciado el hecho de que el Estado español haya «esquivado arbitrariamente la vía convencional» y no requerirle por medio de extradición. A su juicio, ¿por qué ha adoptado esta vía?
Creo que hay varias razones. El proceso actual es más barato y tampoco tienen prueba alguna, más que unas declaraciones obtenidas bajo tortura. En un proceso de admisibilidad es suficiente con que el comisario piense que hay una duda razonable; en un proceso de extradición sin embargo, la prueba a presentar tiene que tener más peso, no es suficiente la duda.
La extradición también ofrece más garantías jurídicas, como por ejemplo ser juzgado solamente por el delito por el cual has sido extraditado. Aunque sabemos que el Estado español no respeta estas garantías. Creo que intentarán dejarme en manos de la policía, en vez de ante del juez, y así, por medio de torturas, poder extraer una declaración inculpatoria.
Las acusaciones que pesan sobre usted se basan en una declaración realizada bajo torturas por Anabel Egües, y alertan de que, en caso de ser expulsado, usted correría el mismo riesgo. ¿Conocen las autoridades canadienses las numerosas denuncias de torturas que realizan militantes vascos tras su arresto, recogidas en muchos casos por organismos internacionales de defensa de los derechos humanos?
Si no las conocen es porque no quieren conocerlas, porque tanto en mi caso como en el caso de Bittor Tejedor, en Vancouver, o en el caso de Gorka Perea y Eduardo Plagaro, hemos denunciado el uso continuo de la tortura por parte del Estado español. En mi caso, mi defensa se ha basado en esa denuncia de torturas, el letrado Didier Rouget, hizo una exposición muy clara del uso de la tortura por parte del Estado español y de las diversas y numerosas denuncias recogidas por organismos internacionales de defensa de los derechos humanos, a si que las autoridades canadienses conocen muy bien el uso de la tortura en el Estado español, y si no se dan por aludidos es porque conscientemente deciden ignorarlas.
En junio de 2005, los exiliados políticos Gorka Perea y Eduardo Plagaro fueron extraditados por el Gobierno canadiense al Estado español: ¿Mantiene esperanzas de que su caso se resuelva de forma diferente y finalmente no acabe en Madrid?
Como se dice la esperanza es lo último que se pierde. Quiero pensar que las autoridades judiciales en Canadá tendrán el valor de tomar una decisión imparcial, pero bien sabemos que muchas veces no son decisiones jurídicas, sino decisiones políticas las que cuentan en en torno a nuestra situación en última instancia. Así que aunque quiera mantener una esperanza soy bastante escéptico.
Por último, como describiría la situación que padecen los ciudadanos vascos en el exilio.
Una situación cuando menos, difícil. El principal problema es la ilegalidad. El no tener ningún documento te lleva a una situación de precariedad absoluta, para buscar trabajo, para poder ir al médico... Una situación en la que es muy difícil crear relaciones de amistad, por el hecho de tener que esconder tu identidad, quien eres realmente. Es muy difícil o imposible tener una vida normal. Siempre con el miedo al qué pasará mañana. Yo me he sentido muy aislado aquí, lejos de Euskal Herria, con mucha dificultad para mantener lazos con la familia y casi imposible con los amigos. En definitiva, es una situación dura. Para terminar no querría dejar pasar la oportunidad, sin agradecer el interés, el cariño y apoyo recibido desde Euskal Herria, y una mención especial a toda la gente que me está ayudando aquí en Montreal.