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Monstruosidad morbosa

Josebe EGIA

Esta pasada semana hemos conocido una historia terrible: un hombre, Josef Fritzl, violaba a su hija desde que ésta tenía 11 años y la ha tenido secuestrada durante 24 en el sótano de su casa, tiempo en el que han tenido siete hijos e hijas, el mismo número que él tenía con su esposa.

He dudado mucho antes de hablar en este txoko de esta historia. Como tengo la impresión de que lo que está primando en los medios al comentarla es una especie de recreo morboso: describir con todo lujo de detalles el entorno, anécdotas, dejar en el aire posibles complicidades, culpabilizar a la propia hija por no rebelarse, a la madre por no enterarse... no quisiera, ni por casualidad, sumarme a ese coro. Me sorprende que, con el fin de hacer cábalas sobre lo que ha podido pasar en este tiempo, se deje a un lado una mínima empatía con el sufrimiento brutal que tiene que estar padeciendo toda la familia de este hombre. Empezando por Elisabeth, que así se llama la hija, su madre, hermanos y hermanas, hijas e hijos...

Cuesta aceptar que se den casos así, que un padre sea capaz de un acto tan criminal hacia su propia hija y familia. De lo conocido, éste es quizás uno de los extremos a los que puede llegar una mentalidad patriarcal y machista: sentido de la propiedad absoluto, con lo que se justifica que la dominación pueda llegar a ser total. En este caso, ha tenido a su hija como esclava sexual, y encima decidió tener hijos con ella. Parece que su afán de posesión y de dominación le llevaba a procrear constantemente más esclavos. Podía sentirse un dios disponiendo y decidiendo sobre la vida de otras personas, eran su juguete, su creación, le harían sentirse poderoso. Posiblemente su mujer no era más que otro juguete humano, a la que tenía anulada como persona, otra esclava. Machismo y maldad a raudales.

No sé si es precisamente esa maldad tan abominable la que despierta el morbo en el resto de las personas «normales», ese morbo que provoca un interés malsano. Éste es uno de esos casos que, de acuerdo con la lógica, debería producir rechazo o repugnancia; sin embargo, a una gran cantidad de personas les atrae, incluso aunque digan que les causa repugnancia. No hay más que ver a la gente que se desplaza de excursión hacia la casa donde está el maldito sótano.

¿Y qué decir de las y los periodistas que se suben a los árboles o se cuelan en la clínica donde están Elisabeth, sus hijos e hijas y su madre con el fin de conseguir fotografías? Pues que, por lo visto, siguen dispuestos a seguir explotando el morbo de la historia, sin importarles que estas personas lo que necesitan es, sobre todo, un entorno tranquilo y protegido donde no se sientan en peligro. Un entorno donde curar las terribles heridas psicológicas que deben de tener y comenzar una nueva vida.

Lo que tienen que hacer los medios de comunicación es dejar el morbo a un lado, en paz a esa familia y dedicar su espacio a trabajar contra el sistema patriarcal y machista que está en el fondo de ésta y otras monstruosidades.

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